martes, 19 de mayo de 2015

Harry Potter y el prisionero de Azkaban- Cap 10

Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero disfruten, recuerden que voy subiendo las partes del capítulo en la misma entrada.


Harry Potter y el Prisionero de Azkaban


Capitulo X: "El mapa del Merodeador"


-Dame dame dame- James le arrebato el libro a Sirius, bajo una mirada reprobatoria de la señora Prince, Hermione y Lily por tironear del libro tan descuidadamente- El capitulo se llama...¡No! ¡No!  ¡Me niego! ¡Arranquenme las venas pero esto no!
-Y se supone que las mujeres somos las histéricas- bufó Marlenne con una mueca.
-¿James, cariño, que pasa ahora?- preguntó Lily, intentando mantener la paciencia- Dame ese libro.
-¡No!
-No era una pregunta James, dame el libro- repitió, sin borrar su sonrisa pero con una mirada amenazante. James le tendió el libro a regañadientes- ¿El mapa del merodeador?- Ambos Sirius y Remus se miraron alarmados.
-¿Algo que comentar al respecto?- inquirió Minerva.
-NADA- era casi imposible que cinco personas dijeran la misma palabra al mismo tiempo y con la misma desesperación, pero los merodeadores lo lograron impecablemente.

La señora Pomfrey insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana. El muchacho no se quejó, pero no le permitió que tirara los restos de la Nimbus 2.000. Sabía que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Harry no podía evitarlo. Era como perder a uno de sus mejores amigos.

Hermione se contuvo de decir que estaba exagerando.

Lo visitó gente sin parar; todos con la intención de infundirle ánimos. Hagrid le envió unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada, apareció con una tarjeta de saludo que ella misma había hecho y que cantaba con voz estridente salvo cuando se cerraba y se metía debajo del frutero.

Ginny rió, poniendo los ojos en blanco.
-Esa es mi chica, aunque sin el enano perdió un poco el toque.
-Lo recordaré para nuestro aniversario, un enano y una tarjeta gritona.

El equipo de Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto. Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche.

Sirius sonrió, su ahijado se hacía querer.

 Pero nada de cuanto dijera o hiciese nadie podía aliviar a Harry, porque los demás sólo conocían la mitad de lo que le preocupaba.
No había dicho nada a nadie acerca del Grim, ni siquiera a Ron y a Hermione, porque sabía que Ron se asustaría y Hermione se burlaría.

Ron y Hermione lo miraron indignados, aunque sabían que probablemente habría sido así.

 El hecho era, sin embargo, que el Grim se le había aparecido dos veces y en las dos ocasiones había habido accidentes casi fatales. La primera casi lo había atropellado el autobús noctámbulo. La segunda había caído de veinte metros de altura. ¿Iba a acosarlo el Grim hasta la muerte? ¿Iba a pasar él el resto de su vida esperando las apariciones del animal?

Canuto se frotó la sien, mientras Lunático lo miraba algo reprobativo.

Y luego estaban los dementores. Harry se sentía muy humillado cada vez que pensaba en ellos. Todo el mundo decía que los dementores eran espantosos, pero nadie se desmayaba al verlos... Nadie más oía en su cabeza el eco de los gritos de sus padres antes de morir.

-Es algo muy traumático, no algo vergonzoso- cortó Neville.
-Es verdad Harry, te afectan más porque tienes recuerdos mucho más oscuros que el resto- Remus lo miró con comprensión, Harry agradeció mentalmente a Remus, él era quien más lo había ayudado con ese asunto.

Porque Harry sabía ya de quién era aquella voz que gritaba. En la enfermería, desvelado durante la noche, contemplando las rayas que la luz de la luna dibujaba en el techo, oía sus palabras una y otra vez. Cuando se le acercaban los dementores, oía los últimos gritos de su madre, su afán por protegerlo de lord Voldemort, y las carcajadas de lord Voldemort antes de matarla...

James se estremeció, pero Lily le tomó la mano con firmeza.
-No pienses en eso, paso lo que tenía que pasar y no lo pensaré dos veces si tengo que hacerlo.
-No quiero que mueras.
-Es mi bebé, James, voy a protegerlo cueste lo que cueste.

 Harry dormía irregularmente, sumergiéndose en sueños plagados de manos corruptas y viscosas y de gritos de terror, y se despertaba sobresaltado para volver a oír los gritos de su madre.

 Ginny se mordió el labio, aún hoy, aunque ya rara vez, Harry se despertaba por la noche con pesadillas, y se aferraba a ella, aunque fuese incomodo y diera demasiado calor, ella se dejaba rodear por los brazos y sentía la respiración de Harry en la nuca hasta que volvía a dormirse.

Fue un alivio regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaba obligado a pensar en otras cosas, aunque tuviera que soportar las burlas de Draco Malfoy. Malfoy no cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry.

-Idiota teñido- insultó Dorcas.
-Eh, te equivocas... es rubio natural- corrigió Marlene.

La mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasó Malfoy imitando por toda la mazmorra a los dementores. Llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso. Le dio en la cara y consiguió que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.

-Un Malfoy recibiendo un corazón de cocodrilo en la cara bien valen cincuenta puntos, ¡bien hecho Ronnie!- felicitó Fred.
-Si hubiésemos sabido esas cosas unos años atrás- George frunció el ceño- estamos en el 78...¿unos años adelante? El caso es que no nos habríamos reído tanto de ti.
-Si lo hubieran hecho.
-Si tienes razón, nos reiríamos de ti hagas lo que hagas.

—Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo —explicó Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo—. Mira a ver quién está, Hermione.
Hermione se asomó al aula.
—¡Estupendo!
El profesor Lupin había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las togas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras.

Todos miraron preocupados a Lunatico, ¿y si el buen (y atractivo) Lupin había contraido alguna enfermedad?

Sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamente en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.
—No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?
—No sabemos nada sobre los hombres lobo...
—¡... dos pergaminos!

Remus negó con la cabeza divertido, era obvio que eso pasaría.

—¿Le dijisteis al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? —preguntó el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.

-¡Claro que se lo dijeron! ¡Pero ese quejicus...!
-Sirius, la pregunta es para niños de trece años, no para ti- Sirius entrecerró los ojos, mirando acusadoramente a Remus.
-No me trates como si fuera infantil, Lunático.
-¿Tu infantil? Que va.
-¿Eso es sarcasmo?
-No Sirius, claro que no.

Volvió a producirse un barullo.
—Si, pero dijo que íbamos muy atrasados...
—... no nos escuchó...
—¡... dos pergaminos!
El profesor Lupin sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras.
—No os preocupéis. Hablaré con el profesor Snape. No tendréis que hacer el trabajo.
—¡Oh, no! —exclamó Hermione, decepcionada—. ¡Yo ya lo he terminado!

-¿Por qué no me sorprende?- Bill sonrió- no entiendo como con ese cerebrito tan dotado te casaste con Ronnie.
-¡Eh, que estoy aquí!- se defendió Ron indignado.

Tuvieron una clase muy agradable. El profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía un hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva.
—Atrae a los viajeros a las ciénagas —dijo el profesor Lupin mientras los alumnos tomaban apuntes—. ¿Veis el farol que le cuelga de la mano? Le sale al paso, el viajero sigue la luz y entonces...
El hinkypunk produjo un chirrido horrible contra el cristal.

Los profesores escuchaban sorprendidos y encantados como todos los alumnos prestaban atención a las clases de Lupin.
-Es sin duda un gran profesor- comentó Minerva orgullosa de su alumno.

Al sonar el timbre, todos, Harry entre ellos, recogieron sus cosas y se dirigieron a la puerta, pero...
—Espera un momento, Harry —le dijo Lupin—, me gustaría hablar un momento contigo.

-Harry y su tío tomando confianza- exclamó James alegremente- era hora, quiero a mis hermanos de no sangre acompañando a mi hijo.

-Lo acompañamos James, todo cuanto pudimos- aseguró Sirius, con un nudo en la garganta.
____________________________________________________________________________________

Harry volvió sobre sus pasos y vio al profesor cubrir la caja del hinkypunk.
—Me han contado lo del partido —dijo Lupin, volviendo a su mesa y metiendo los libros en su maletín—. Y lamento mucho lo de tu escoba. ¿Será posible arreglarla?

James sonrió con tristeza, era una pena que su amigo no haya podido ver jugar a Harry por tener un asunto con su problema peludo.

—No —contestó Harry—, el árbol la hizo trizas.
Lupin suspiró.
—Plantaron el sauce boxeador el mismo año que llegué a Hogwarts. La gente jugaba a un juego que consistía en aproximarse lo suficiente para tocar el tronco. Un chico lla­mado Davey Gudgeon casi perdió un ojo y se nos prohibió acercarnos. Ninguna escoba habría salido airosa.

Davey, quien estaba sentado en la mesa de Hufflepuff, frunció el ceño con desagrado al recordar el incidente.

—¿Ha oído también lo de los dementores? —dijo Harry, haciendo un esfuerzo.
Lupin le dirigió una mirada rápida.
—Sí, lo oí. Creo que nadie ha visto nunca tan enfadado al profesor Dumbledore. Están cada vez más rabiosos porque Dumbledore se niega a dejarlos entrar en los terrenos del colegio... Fue la razón por la que te caíste, ¿no?
—Sí —respondió Harry. Dudó un momento y se le escapó la pregunta que le rondaba por la cabeza—. ¿Por qué? ¿Por qué me afectan de esta manera? ¿Acaso soy...?

-Nunca- Sirius miró a Harry con seriedad- nunca insinúes que eres cobarde Harry, eres la persona más valiente que he conocido y la más fuerte, pero no puedes pretender ser resistente a todo, menos aún cuando seguías siendo un niño.
Harry agradeció a su padrino, y prefirió no decirle que él nunca había sido un niño, Harry jamás había conocido la feliz ignorancia en la que viven los  niños, él había aprendido, desde el instante en que Petunia lo encontró en la puerta, que el mundo puede ser injusto y muy duro.

—No tiene nada que ver con la cobardía —dijo el profesor Lupin tajantemente, como si le hubiera leído el pensamiento—. Los dementores te afectan más que a los demás porque en tu pasado hay cosas horribles que los demás no tienen. —Un rayo de sol invernal cruzó el aula, iluminando el cabello gris de Lupin y las líneas de su joven rostro—.

-Oye Remusín no te sientas triste que yo te sigo viendo muy bien para una noche loca de borrachera- comentó Marlenne guiñando el ojo, y haciendo que el Remus mayor y el menor se sonrojaran.

Los dementores están entre las criaturas más nauseabundas del mundo. Infestan los lugares más oscuros y más sucios. Disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas, se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto les rodea. Incluso los muggles perciben su presencia, aunque no pueden verlos. Si alguien se acerca mucho a un dementor; éste le quitará hasta el último sentimiento positivo y hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el dementor se alimentará de él hasta convertirlo en su semejante: en un ser desalmado y maligno. Le dejará sin otra cosa que las peores experiencias de su vida.

Todos en el comedor, incluidos los profesores y los visitantes estaban algo pálidos  y asustados, ninguna persona sería resistente a un dementor y ninguna persona podía si quiera escuchar su descripción sin sentir miedo.

-Y el peor de tus recuerdos, Harry, es tan horrible que derribaría a cualquiera de su escoba. No tienes de qué avergonzarte.
—Cuando hay alguno cerca de mí... —Harry miró la mesa de Lupin, con los músculos del cuello tensos— oigo el momento en que Voldemort mató a mi madre.
Lupin hizo con el brazo un movimiento repentino, como si fuera a coger a Harry por el hombro, pero lo pensó mejor.

Lily y James miraron a Remus confundidos.
-¿Por qué no? Ambos necesitaban un consuelo al hablar de eso- James no entendía la lejanía que Remus tenía con Harry.
-James, Harry no tenía ni idea que yo había sido tu amigo, ¿no crees que sería de acosador que un hombre adulto de repente quisiera tener contacto físico con un niño en una oficina? No quería que se sintiera intimidado ni confundido.

 Hubo un momento de silencio y luego...
—¿Por qué acudieron al partido? —preguntó Harry con tristeza.
—Están hambrientos —explicó Lupin tranquilamente, cerrando el maletín, que dio un chasquido—. Dumbledore no los deja entrar en el colegio, de forma que su suministro de presas humanas se ha agotado... Supongo que no pudieron resistirse a la gran multitud que había en el estadio. Toda aquella emoción... El ambiente caldeado... Para ellos, tenía que ser como un banquete.
—Azkaban debe de ser horrible —masculló Harry.

Sirius apretó los puños hasta que los nudillos se veían blancos y se mordió el labio hasta que salió sangre. Azkaban era un escalón mas abajo que el infierno.

Lupin asintió con melancolía.
—La fortaleza está en una pequeña isla, perdida en el mar. Pero no hacen falta muros ni agua para tener a los presos encerrados, porque todos están atrapados dentro de su propia cabeza, incapaces de tener un pensamiento alegre. La mayoría enloquece al cabo de unas semanas.
—Pero Sirius Black escapó —dijo Harry despacio—. Escapó...
El maletín de Lupin cayó de la mesa. Tuvo que inclinarse para recogerlo:
—Sí —dijo incorporándose—. Black debe de haber descubierto la manera de hacerles frente. Yo no lo habría creído posible... En teoría, los dementores quitan al brujo todos sus poderes si están con él el tiempo suficiente.

Canuto miró con rencor a Remus.
-¿Como pudiste creerme capaz? ¿CÓMO PUDISTE CREERME CAPAZ DESPUÉS DE LO QUE YO HE HECHO POR TI, MALDITA SEA? ¿CÓMO?- Sirius miró a su pequeño yo y suspiró.
-La guerra nos destrozó a todos, después de la muerte de Marlenne, de Dorcas, de los gemelos Prewett, de Edgar, todos estabamos destrozados y no confiabamos ni en nuestra sombra, Remus empezó a hacer misiones por separado y yo creí...yo creí que él era el traidor, después él pensó lo mismo de mi, pero a esta altura eso ya esta perdonado- Remus asintió, en apoyo a Sirius.
-¿Como pudieron?-James se veía herido- No hay mayor deshonra que desconfiar de un amigo.
-James, mejor precavido que muerto- murmuró Sirius con mirada sombría.

—Usted ahuyentó en el tren a aquel dementor —dijo Harry de repente.
—Hay algunas defensas que uno puede utilizar —explicó Lupin—. Pero en el tren sólo había un dementor. Cuantos más hay, más difícil resulta defenderse.
—¿Qué defensas? —preguntó Harry inmediatamente—. ¿Puede enseñarme?
—No soy ningún experto en la lucha contra los dementores, Harry. Más bien lo contrario...
—Pero si los dementores acuden a otro partido de quidditch, tengo que tener algún arma contra ellos.

-Por mucha ayuda que quiera darle, ningún niñato de trece años hace un patronus- interrumpió Alastor.

Lupin vio a Harry tan decidido que dudó un momento y luego dijo:
—Bueno, de acuerdo. Intentaré ayudarte. Pero me temo que no podrá ser hasta el próximo trimestre. Tengo mucho que hacer antes de las vacaciones. Elegí un momento muy inoportuno para caer enfermo.

Los merodeadores miraron con tristeza a Remus.

_
Con la promesa de que Lupin le daría clases antidementores, la esperanza de que tal vez no tuviera que volver a oír la muerte de su madre, y la derrota que Ravenclaw infligió a Hufflepuff en el partido de quidditch de finales de noviembre, el estado de ánimo de Harry mejoró mucho.
Lily sonrió, le alegraba saber que Harry no estaba triste.

Gryffindor no había perdido todas las posibilidades de ganar la copa, aunque tampoco podían permitirse otra derrota. Wood recuperó su energía obsesiva y entrenó al equipo con la dureza de costumbre bajo la fría llovizna que persistió durante todo el mes de diciembre. Harry no vio la menor señal de los dementores dentro del recinto del colegio. La ira de Dumbledore parecía mantenerlos en sus puestos, en las entradas.

La verdad, dementores o no, nadie quiere a Dumbledore enojado- comentó Fabian.

Dos semanas antes de que terminara el trimestre, el cielo se aclaró de repente, volviéndose de un deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana cubiertos de escarcha. Dentro del castillo había ambiente navideño.

Todos sonrieron con alegría, ansiedad o nostalgia,  las navidades en Hogwarts eran, porque no había palabra que las describiera mejor, mágicas.

El profesor Flitwick, que daba Encantamientos, ya había decorado su aula con luces brillantes que resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban. Los alumnos comentaban entusiasmados sus planes para las vacaciones. Ron y Hermione habían decidido quedarse en Hogwarts,

Molly suspiró con cierta tristeza, su navidad perfecta era donde todos sus polluelos estuviesen sentados a la mesa.

 y aunque Ron dijo que era porque no podía aguantar a Percy durante dos semanas, y Hermione alegó que necesitaba utilizar la biblioteca, no consiguieron engañar a Harry: se quedaban para hacerle compañía y él se sintió muy agradecido.

Harry sonrió, había cosas que eran impagables. Sirius también sonrió con nostalgia, él tampoco volvía a su casa en Navidad y no hubo una sola festividad en la que James o Remus no se quedaran con él.

Para satisfacción de todos menos de Harry, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre.
—¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! —dijo Hermione—. ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!
Resignado a ser el único de tercero que no iría, Harry le pidió prestado a Wood su ejemplar de El mundo de la escoba, y decidió pasar el día informándose sobre los diferentes modelos. En los entrenamientos había montado en una de las escobas del colegio, una antigua Estrella Fugaz muy lenta que volaba a trompicones; estaba claro que necesitaba una escoba propia.

Sirius y Harry se miraron con una complicidad que James no pasó por alto.

La mañana del sábado de la excursión, se despidió de Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y subió solo la escalera de mármol que conducía a la torre de Gryffindor. Habla empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y silencioso.
—¡Pss, Harry!
Se dio la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vio a Fred y a George que lo miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.

-¿Por qué tengo la leve sensación de que harán que Harry haga algo en contra de las reglas?- insinuó Bill con una sonrisita.
-¿Nosotros?- dijeron a coro llevandose la mano al pecho en señal de indignación- seríamos incapaces.

—¿Qué hacéis? —preguntó Harry con curiosidad—. ¿Cómo es que no estáis camino de Hogsmeade?
—Hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos —le dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente—. Entra aquí...
Le señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Harry entró detrás de Fred y George. George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.
—Un regalo navideño por adelantado, Harry —dijo.

Molly, aunque sabía que harían hago que probablemente la haría enojar posteriormente, se sintió orgullosa de que sus hijos no abandonaran a Harry, puede que Fred y George fueran los mas descarriados pero también eran valientes, leales y muy buenas personas, y nada la hacía sentir mas orgullosa que eso.

Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bromas de Fred y George, lo miró con detenimiento.
—¿Qué es?

James, que ya sospechaba que sentía, sintió como su corazón latía acelerado. Eran cosas del destino que tantos años después ese mapa fuera a parar a manos de su hijo.

—Esto, Harry, es el secreto de nuestro éxito —dijo George, acariciando el pergamino.
—Nos cuesta desprendernos de él —dijo Fred—. Pero anoche llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros.

Harry miró con una sonrisa a los gemelos, hoy con el paso de los años, comprendía la muestra de afecto que había sido por parte de los gemelos que pensaran en el hecho de que él se quedara solo y como podrían solucionarlo.
-Oh cuñadito, nos emocionas- Fred se secó una lagrima imaginaría.

—De todas formas, nos lo sabemos de memoria. Tuyo es. A nosotros ya no nos hace falta.
—¿Y para qué necesito un pergamino viejo? —preguntó Harry.
—¡Un pergamino viejo! —exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente—. Explícaselo, George.
—Bueno, Harry.. cuando estábamos en primero..

-¿Primero?- Canuto sonrió impresionado- muy bien duo dinámico, muy bien.
-Un honor, querido Canuto- George hizo el gesto de quitarse el sombrero.

y éramos jóvenes, despreocupados e inocentes... —Harry se rió. Dudaba que Fred y George hubieran sido inocentes alguna vez—. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora...

-¿Te acuerdas lo que se sentía la inocencia Fred?- preguntó George.
-Ni por asomo, George- respondió Fred.

 tuvimos un pequeño problema con Filch.
—Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.
—Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...
—... castigo...
—... de descuartizamiento...
—... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peli­groso».
—No me digáis... —dijo Harry sonriendo.

Muchos reían, otros (Los mas bromistas) miraban a Fred y George con orgullo, mientras que los más pequeños los miraban con admiración.
-¿Saludamos, querido Gred?
-Por supuesto querido Feorge- se levantaron e hicieron una reverencia, que logró incluso que algunos los aplaudieran entre risas.

—Bueno, ¿qué habrías hecho tú? —preguntó Fred— George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y cogí... esto.
—No fue tan malo como parece —dijo George—. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.

-Estaba en cosas peligrosas solo porque me lo sacó a mi- bufó Sirius- podría haber sido un pastel de manzana y por ser mío lo habría metido en caja fuerte.

—¿Y sabéis utilizarlo?
—Si —dijo Fred, sonriendo con complicidad—. Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.

McGonagall los miró feo.

—Me estáis tomando el pelo —dijo Harry, mirando el pergamino.
—Ah, ¿sí? ¿Te estamos tomando el pelo? —dijo George.
Sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció:
—Juro solemnemente...


-¡NI SE TE OCURRA SEGUIR LEYENDO!- gritaron los cinco merodeadores presentes al mismo tiempo, haciendo que el libro volara por los aires.  
_________________________________________________________________________________________
-¿Qué les pasa?- Lily no sabía si estar enfadada o divertida por las caras de pánico que tenían los merodeadores.
-No termines esa oración, no lo hagas, el mundo no será el mismo si lo haces- Sirius hizo un puchero de perro desahuciado.
-¿Qué se supone que tengo que hacer?- McGonagall miró con evidente desacuerdo a Dumbledore cuando él respondió.
-Supongo que un par de palabras no serán muy relevantes para la historia- esbozó una sonrisa cómplice que tranquilizó a los Merodeadores.

que mis intenciones no son buenas.
E inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:

-¿Verdes? ¿De todos los colores que pudieron escoger, eligieron verde? Pensé que odiaban Slytherin- Marlene parecía desconcertada.
-No es verde Slyhterin, es verde-ojos-de-lily- explicó James con un suspiro. Lily sonrió complacida.

Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta proveedores de artículos para magos traviesos están orgullosos de presentar EL MAPA DEL MERODEADOR

Todos miraban a los merodeadores con curiosidad, ¿sería ese el gran secreto de sus bromas?

Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos. Pero lo más extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta.

Los alumnos, los profesores, los invitados....todos miraban maravillados y admirados a los merodeadores.
-¿Cómo es posible?- Alastor se veía estupefacto ante la idea de que semejante invento fuese creado por unos jovencitos en edad escolar.
-Conocemos cada rincón de Hogwarts- respondió James con simpleza. -Los pasadizos, los escondites, los atajos... Lo hicimos por una causa noble- dijo rápidamente ante la mirada reprobativa de Minerva.
-¿Y las personas? ¿Cómo lograron eso?- Incluso Lily parecía sorprendida del talento, sabía que ellos eran poderosos e inteligentes pero tenía mucha curiosidad sobre cómo habían logrado ese mapa.
-Esas cosas no se revelan- respondió James con altanería, mientras ambos Sirius asentían conformes- luego te cuento, rojita.-Murmuró.
Remus negó con la cabeza divertido.

 Estupefacto, Harry se inclinó sobre el mapa. Una mota de la esquina superior izquierda, etiquetada con el nombre del profesor Dumbledore, lo mostraba caminando por su estudio. La gata del portero, la Señora Norris, patrullaba por la segunda planta, y Peeves se hallaba en aquel momento en la sala de los trofeos, dando tumbos. Y mientras los ojos de Harry recorrían los pasillos que conocía, se percató de otra cosa: aquel mapa mostraba una serie de pasadizos en los que él no había entrado nunca. Muchos parecían conducir...
—Exactamente a Hogsmeade —dijo Fred, recorriéndolos con el dedo.

-Ya entiendo- Arthur sonrió sin poder evitarlo, aquel mapa era el arma perfecta para un par de bromistas pero aún así la habían cedido solo para ayudar a Harry.

— Hay siete en total. Ahora bien, Filch conoce estos cuatro. —Los señaló—. Pero nosotros estamos seguros de que nadie más conoce estos otros. Olvídate de éste de detrás del espejo de la cuarta planta. Lo hemos utilizado hasta el invierno pasado, pero ahora está completamente bloqueado. Y en cuanto a éste, no creemos que nadie lo haya utilizado nunca, porque el sauce boxeador está plantado justo en la entrada.

Los alumnos se desinflaron ante esto, habían oído solo dos pasadizos y los dos eran imposibles de usar.
Lunático se tensó ante la mención del sauce y el pasadizo.

 Pero éste de aquí lleva directamente al sótano de Honeydukes. Lo hemos atravesado montones de veces. Y la entrada está al lado mismo de esta aula, como quizás hayas notado, en la joroba de la bruja tuerta.

Lily decidió que iba a omitir cualquier detalle sobre los pasadizos, ella era muy responsable y prefecta pero sabía que los merodeadores lo usaban para ayudar a Remus y sabía que su hijo no los usaba para hacer daño a nadie.

—Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta —sus­piró George, señalando la cabecera del mapa—. Les debemos tanto...

-Un honor- Canuto sonrió de lado, al menos su legado perduraría.

—Hombres nobles que trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de quebrantadores de la ley —dijo Fred solemnemente.

James y Canuto se levantaron e hicieron una reverencia que hizo sonreír a Sirius y ambos Remus.

—Bien —añadió George—. No olvides borrarlo después de haberlo utilizado.
—De lo contrario, cualquiera podría leerlo —dijo Fred en tono de advertencia.
—No tienes más que tocarlo con la varita y decir: «¡Travesura realizada!», y se quedará en blanco.

-Señorita Evans ¿por qué esta omitiendo partes de la lectura?- preguntó Minerva entrecerrando los ojos, ella quería descubrir el secreto detrás de todas las bromas.
-Lo siento profesora, pero no puedo traicionar la confianza de mi futuro marido.
James asintió abrazando a la pelirroja por la cintura.
-Esa es mi prefectita corrompible.

—Así que, joven Harry —dijo Fred, imitando a Percy admirablemente—, pórtate bien.
—Nos veremos en Honeydukes —le dijo George, guiñándole un ojo.
Salieron del aula sonriendo con satisfacción.
Harry se quedó allí, mirando el mapa milagroso. Vio que la mota de tinta que correspondía a la Señora Norris se volvía a la izquierda y se paraba a olfatear algo en el suelo. Si realmente Filch no lo conocía, él no tendría que pasar por el lado de los dementores. Pero incluso mientras permanecía allí, emocionado, recordó algo que en una ocasión había oído al señor Weasley: «No confíes en nada que piense si no ves dónde tiene el cerebro.»

Arthur asintió, de acuerdo consigo mismo y alegre de que Harry recordara sus consejos.

Aquel mapa parecía uno de aquellos peligrosos objetos mágicos contra los que el señor Weasley les advertía. «Artículos para magos traviesos...» Ahora bien, meditó Harry, él sólo quería utilizarlo para ir a Hogsmeade. No era lo mismo que robar o atacar a alguien... Y Fred y George lo habían utilizado durante años sin que ocurriera nada horrible.
Harry recorrió con el dedo el pasadizo secreto que llevaba a Honeydukes.

-La sangre tira- Remus sonrió sin poder evitarlo, Harry llevaba el instinto merodeador en las venas.

Entonces, muy rápidamente, como si obedeciera una orden, enrolló el mapa, se lo escondió en la túnica y se fue a toda prisa hacia la puerta del aula. La abrió cinco centímetros. No había nadie allí fuera. Con mucho cuidado, salió del aula y se colocó detrás de la estatua.
¿Qué tenía que hacer? Sacó de nuevo el mapa y vio con asombro que en él había aparecido una mota de tinta con el rótulo «Harry Potter».

-Espectacular- Pandora abrió los ojos sorprendida, la expresión de sorpresa la hacía parecer un calco de su hija Luna.

 Esta mota se encontraba exactamente donde estaba el verdadero Harry, hacia la mitad del corredor de la tercera planta. Harry lo miró con atención. Su otro yo de tinta parecía golpear a la bruja con la varita. Rápidamente, Harry extrajo su varita y le dio a la estatua unos golpecitos. Nada ocurrió. Volvió a mirar el mapa. Al lado de la mota había un diminuto letrero, como un bocadillo de tebeo. Decía: «Dissendio.»
—¡Dissendio! —susurró Harry, volviendo a golpear con la varita la estatua de la bruja.
Inmediatamente, la joroba de la estatua se abrió lo suficiente para que pudiera pasar por ella una persona delgada. Harry miró a ambos lados del corredor, guardó el mapa, metió la cabeza por el agujero y se impulsó hacia delante. Se deslizó por un largo trecho de lo que parecía un tobogán de piedra y aterrizó en una tierra fría y húmeda. Se puso en pie, mirando a su alrededor. Estaba totalmente oscuro. Levantó la varita, murmuró ¡Lumos!, y vio que se encontraba en un pasadizo muy estrecho, bajo y cubierto de barro. Levantó el mapa, lo golpeó con la punta de la varita y dijo: «¡Travesura realizada!» El mapa se quedó inmediatamente en blanco. Lo dobló con cuidado, se lo guardó en la túnica, y con el corazón latiéndole con fuerza, sintiéndose al mismo tiempo emocionado y temeroso, se puso en camino.

James escuchaba cada vez mas emocionado el relato, era como sentir de nuevo aquella primera aventura, cuando Sirius estaba de mal humor porque su madre lo había insultado de arriba a abajo por quedar en Gryffindor y James lo había arrastrado fuera de la cama a recorrer los pasillos oscuros. Remus, quien había intentado detenerlos en la sala común, también había sido arrastrado a la aventura.

El pasadizo se doblaba y retorcía, más parecido a la madriguera de un conejo gigante que a ninguna otra cosa. Harry corrió por él, con la varita por delante, tropezando de vez en cuando en el suelo irregular.
Tardó mucho, pero a Harry le animaba la idea de llegar a Honeydukes. Después de una hora más o menos, el camino comenzó a ascender. Jadeando, aceleró el paso. Tenía la cara caliente y los pies muy fríos.
Diez minutos después, llegó al pie de una escalera de piedra que se perdía en las alturas. Procurando no hacer ruido, comenzó a subir. Cien escalones, doscientos... perdió la cuenta mientras subía mirándose los pies...

-No hay tantos, pero se sienten como mil- reconoció Canuto con una mueca.

Luego, de improviso, su cabeza dio en algo duro. Parecía una trampilla. Aguzó el oído mientras se frotaba la cabeza. No oía nada. Muy despacio, levantó ligeramente la trampilla y miró por la rendija.
Se encontraba en un sótano lleno de cajas y cajones de madera. Salió y volvió a bajar la trampilla. Se disimulaba tan bien en el suelo cubierto de polvo que era imposible que nadie se diera cuenta de que estaba allí. Harry anduvo sigilosamente hacia la escalera de madera. Ahora oía voces, además del tañido de una campana y el chirriar de una puerta al abrirse y cerrarse.
Mientras se preguntaba qué haría, oyó abrirse otra puerta mucho más cerca de él. Alguien se dirigía hacia allí.
—Y coge otra caja de babosas de gelatina, querido. Casi se han acabado —dijo una voz femenina.

-¡ESTAS EN HONEYDUKES!- festejó Ginny aplaudiendo divertida, Harry por fin había llegado a Hogsmeade.

Un par de pies bajaba por la escalera. Harry se ocultó tras un cajón grande y aguardó a que pasaran. Oyó que el hombre movía unas cajas y las ponía contra la pared de enfrente. Tal vez no se presentara otra oportunidad...
Rápida y sigilosamente, salió del escondite y subió por la escalera. Al mirar hacia atrás vio un trasero gigantesco y una cabeza calva y brillante metida en una caja. Harry llegó a la puerta que estaba al final de la escalera, la atravesó y se encontró tras el mostrador de Honeydukes. Agachó la cabeza, salió a gatas y se volvió a incorporar.
Honeydukes estaba tan abarrotada de alumnos de Hogwarts que nadie se fijó en Harry.

-Debe ser la primera vez en tu vida que pasa desapercibido- comentó Hermione.

Pasó por detrás de ellos, mirando a su alrededor; y tuvo que contener la risa al imaginarse la cara que pondría Dudley si pudiera ver dónde se encontraba. La tienda estaba llena de estantes repletos de los dulces más apetitosos que se puedan imaginar. Cremosos trozos de turrón, cubitos de helado de coco de color rosa trémulo, gruesos caramelos de café con leche, cientos de chocolates diferentes puestos en filas. Había un barril enorme lleno de alubias de sabores y otro de Meigas Fritas, las bolas de helado levitador de las que le había hablado Ron. En otra pared había dulces de efectos especiales: el chicle droobles, que hacía los mejores globos (podía llenar una habitación de globos de color jacinto que tardaban días en explotar), la rara seda dental con sabor a menta, diablillos negros de pimienta («¡quema a tus amigos con el aliento!»); ratones de helado («¡oye a tus dientes rechinar y castañetear!»); crema de menta en forma de sapo («¡realmente saltan en el estómago!»); frágiles plumas de azúcar hilado y caramelos que estallaban.

Las expresiones de hambre se extendieron por el comedor, especialmente los niños de primero y segundo que nunca habían visitado semejante paraíso de dulces.

Harry se apretujó entre una multitud de chicos de sexto, y vio un letrero colgado en el rincón más apartado de la tienda («Sabores insólitos»). Ron y Hermione estaban debajo,

Fred y George los miraron con picardía.
-Quien diría que Ronnie tendría su primera cita tan jovencito- se mofó un gemelo pellirojo.

observando una bandeja de pirulíes con sabor a sangre. Harry se les acercó a hurtadillas por detrás.
—Uf, no, Harry no querrá de éstos. Creo que son para vampiros —decía Hermione.
—¿Y qué te parece esto? —dijo Ron acercando un tarro de cucarachas a la nariz de Hermione.
—Aún peor —dijo Harry.

-Me pegaste un susto de muerte- bufó Ron.

A Ron casi se le cayó el bote.
—¡Harry! —gritó Hermione—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo... como lo has hecho...?
—¡Ahí va! —dijo Ron muy impresionado—. ¡Has aprendido a materializarte!
—Por supuesto que no —dijo Harry. Bajó la voz para que ninguno de los de sexto pudiera oírle y les contó lo del mapa del merodeador.
—¿Por qué Fred y George no me lo han dejado nunca? ¡Son mis hermanos!

-Porque lo utilizarías para cosas estúpidas, Harry le dará mejor uso- explicó George sin tacto alguno, haciendo que Ron frunza el ceño indignado.

—¡Pero Harry no se quedará con él! —dijo Hermione, como si la idea fuera absurda—. Se lo entregará a la profesora McGonagall. ¿A que sí, Harry?

-¿QUÉ?- Sirius miró a Hermione tan dolido como si hubiese sugerido darle una patada a un cachorrito.

—¡No! —contestó Harry
—¿Estás loca? —dijo Ron, mirando a Hermione con ojos muy abiertos—. ¿Entregar algo tan estupendo?
—¡Si lo entrego tendré que explicar dónde lo conseguí! Filch se enteraría de que Fred y George se lo cogieron.
—Pero ¿y Sirius Black? —susurró Hermione—. ¡Podría estar utilizando alguno de los pasadizos del mapa para entrar en el castillo! ¡Los profesores tienen que saberlo!
—No puede entrar por un pasadizo —dijo enseguida Harry—. Hay siete pasadizos secretos en el mapa, ¿verdad? Fred y George saben que Filch conoce cuatro. Y en cuanto a los otros tres... uno está bloqueado y nadie lo puede atravesar; otro tiene plantado en la entrada el sauce boxeador; de forma que no se puede salir; y el que acabo de atravesar yo..., bien..., es realmente difícil distinguir la entrada, ahí abajo, en el sótano... Así que a menos que supiera que se encontraba allí...

-Conozco todas y cada una de esas entradas y sus salidas, también conozco uno que otro truco más.

Harry dudó. ¿Y si Black sabía que la entrada del pasadizo estaba allí? Ron, sin embargo, se aclaró la garganta y señaló un rótulo que estaba pegado en la parte interior de la puerta de la tienda:

POR ORDEN DEL MINISTERIO DE MAGIA
 Se recuerda a los clientes que hasta nuevo aviso los dementores patrullarán las calles cada noche después de la puesta de sol. Se ha tomado esta medida pensando en la seguridad de los habitantes de Hogsmeade y se levantará tras la captura de Sirius Black. Es aconsejable, por lo tanto, que los ciudadanos finalicen las compras mucho antes de que se haga de noche.
 ¡Felices Pascuas!

-Siempre supe qué harías colapsar el mundo, era obvio que pasaría tarde o temprano- intentó bromear Marlene.
Canuto la miro con cierto agradecimiento.
-Por lo menos no me olvidaran fácilmente.
-Todas dicen que eres inolvidable, Black- una caricia al inflado ego era la mejor manera de mejorar el ánimo de Sirius Black, y funcionó tanto en el mayor como en el menor.

—¿Lo veis? —dijo Ron en voz baja—. Me gustaría ver a Black tratando de entrar en Honeydukes con los dementores por todo el pueblo. De cualquier forma, los propietarios de Ho­neydukes lo oirían entrar, ¿no? Viven encima de la tienda.
—Sí, pero... —Parecía que Hermione se esforzaba por hallar nuevas objeciones—. Mira, a pesar de lo que digas, Harry no debería venir a Hogsmeade porque no tiene auto­rización. ¡Si alguien lo descubre se verá en un grave aprieto! Y todavía no ha anochecido: ¿qué ocurriría si Sirius Black apareciera hoy? ¿Si apareciera ahora?
—Pues que las pasaría moradas para localizar aquí a Harry —dijo Ron, señalando con la cabeza la nieve densa que formaba remolinos al otro lado de las ventanas con parteluz. Vamos, Hermione, es Navidad. Harry se merece un descanso.
Hermione se mordió el labio. Parecía muy preocupada.
—¿Me vas a delatar? —le preguntó Harry con una sonrisa.

Hermione sonrió, Harry no sonreía con frecuencia cuando era joven pero cuando lo hacía parecía un niño travieso intentando parecer un niño bueno.

—Claro que no, pero, la verdad...
—¿Has visto las Meigas Fritas, Harry? —preguntó Ron, cogiéndolo del brazo y llevándoselo hasta el tonel en que es­taban—. ¿Y las babosas de gelatina? ¿Y las píldoras ácidas? Fred me dio una cuando tenía siete años. Me hizo un agujero en la lengua. Recuerdo que mi madre le dio una buena tunda con la escoba. —Ron se quedó pensativo, mirando la caja de píldoras—. ¿Creéis que Fred picaría y cogería una cucaracha si le dijera que son cacahuetes?

-Nunca caería en algo tan simple como eso.

Después de pagar los dulces que habían cogido, salieron los tres a la ventisca de la calle. Hogsmeade era como una postal de Navidad. Las tiendas y casitas con techumbre de paja estaban cubiertas por una capa de nieve crujiente. En las puertas había adornos navideños y filas de velas embrujadas que colgaban de los árboles.
A Harry le dio un escalofrío. A diferencia de Ron y Her­mione, no había cogido su capa.

Molly frunció el ceño, se agarraría un buen resfriado.

Subieron por la calle, inclinando la cabeza contra el viento. Ron y Hermione gritaban con la boca tapada por la bufanda.
—Ahí está correos.
—Zonko está allí.
—Podríamos ir a la cabaña de los gritos.
—Os propongo otra cosa —dijo Ron, castañeteando los dientes—. ¿Qué tal si tomamos una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas?
A Harry le apetecía muchísimo, porque el viento era horrible y tenía las manos congeladas. Así que cruzaron la calle y a los pocos minutos entraron en el bar. Estaba calentito y lleno de gente, de bullicio y de humo. Una mujer guapa y de buena figura servía a un grupo de pendencieros en la barra.

Sirius sonrió de lado, había sido el único alumno de Hogwarts que había logrado seducir a la preciosa Madame Rosmerta.

—Ésa es la señora Rosmerta —dijo Ron—. Voy por las bebidas, ¿eh? —añadió sonrojándose un poco.

-Es inevitable- admitió Charlie- esa mujer tiene unas curvas peligrosas.

Harry y Hermione se dirigieron a la parte trasera del bar; donde quedaba libre una mesa pequeña, entre la ventana y un bonito árbol navideño, al lado de la chimenea. Ron regresó cinco minutos más tarde con tres jarras de caliente y espumosa cerveza de mantequilla.
—¡Felices Pascuas! —dijo levantando la jarra, muy contento.
Harry bebió hasta el fondo. Era lo más delicioso que había probado en la vida, y reconfortaba cada célula del cuerpo.

-Cachorro, ya conoces el quidditch y la cerveza, faltaba descubrir una sola cosa más reconfortante que eso- Sirius le guiñó el ojo a Ginny- pero dado que tienen una camadita a punto de crecer diría que a esta altura lo conoces muy bien.
Harry sonrió de lado sin poder evitarlo, a la mejor manera merodeadora.

Una repentina corriente de aire lo despeinó. Se había vuelto a abrir la puerta de Las Tres Escobas. Harry echó un vistazo por encima de la jarra y casi se atragantó.
El profesor Flitwick y la profesora McGonagall acababan de entrar en el bar con una ráfaga de copos de nieve. Los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa de rayas finas: era Cornelius Fudge, el ministro de Magia.

-Demonios.

En menos de un segundo, Ron y Hermione obligaron a Harry a agacharse y esconderse debajo de la mesa, empujándolo con las manos. Chorreando cerveza de mantequilla y en cuclillas, empuñando con fuerza la jarra vacía, Harry observó los pies de los tres adultos, que se acercaban a la barra, se detenían, se daban la vuelta y avan­zaban hacia donde él estaba.
Hermione susurró:
—¡Mobiliarbo!
El árbol de Navidad que había al lado de la mesa se elevó unos centímetros, se corrió hacia un lado y, suavemente, se volvió a posar delante de ellos, ocultándolos.

-Brillante- felicitó Gideon.

 Mirando a través de las ramas más bajas y densas, Harry vio las patas de cuatro sillas que se separaban de la mesa de al lado, y oyó a los profesores y al ministro resoplar y suspirar mientras se sentaban.
Luego vio otro par de pies con zapatos de tacón alto y de color turquesa brillante, y oyó una voz femenina:
—Una tacita de alhelí...
—Para mí —indicó la voz de la profesora McGonagall.
—Dos litros de hidromiel caliente con especias...
—Gracias, Rosmerta —dijo Hagrid.
—Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.
—¡Mmm! —dijo el profesor Flitwick, relamiéndose.
—El ron de grosella tiene que ser para usted, señor ministro.
—Gracias, Rosmerta, querida —dijo la voz de Fudge—. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...
—Muchas gracias, señor ministro.

-Creo que a Fudge también le gustan las curvas de Rosmerta- se burló Bill. -No lo culpo.
-No tienes de que quejarte, Fleur tiene lo suyo- Fred se ganó una mala mirada de su hermano mayor.

Harry vio alejarse y regresar los llamativos tacones. Sentía los latidos del corazón en la garganta. ¿Cómo no se le había ocurrido que también para los profesores era el último fin de semana del trimestre? ¿Cuánto tiempo se quedarían allí sentados? Necesitaba tiempo para volver a entrar en Honeydukes a hurtadillas si quería volver al colegio aquella noche... A la pierna de Hermione le dio un tic.
—¿Qué le trae por estos pagos, señor ministro? —dijo la voz de la señora Rosmerta.
Harry vio girarse la parte inferior del grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no había nadie cerca. Luego dijo en voz baja:
—¿Qué va a ser; querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en Halloween.

-Ya estamos de nuevo- Sirius apretó la mandíbula.

—Sí, oí un rumor —admitió la señora Rosmerta.
—¿Se lo contaste a todo el bar; Hagrid? —dijo la profesora McGonagall enfadada.

Hagrid bajó la cabeza avergonzado.

—¿Cree que Black sigue por la zona, señor ministro? —susurró la señora Rosmerta.
—Estoy seguro —dijo Fudge escuetamente.
—¿Sabe que los dementores han registrado ya dos veces este local? —dijo la señora Rosmerta—. Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.
—Rosmerta querida, a mí no me gustan más que a ti —dijo Fudge con incomodidad—. Pero son precauciones ne­cesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.

Dumbledore se mostró impasible, no iba a permitir , sin importar cuánto enfadara al ministerio, que sus alumnos fueran sometidos a la presencia de dementores.

—Menos mal —dijo la profesora McGonagall tajantemente.—¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos rondando por allí?
—Bien dicho, bien dicho —dijo el pequeño profesor Flitwick, cuyos pies colgaban a treinta centímetros del suelo.
—De todas formas —objetó Fudge—, están aquí para defendernos de algo mucho peor. Todos sabemos de lo que Black es capaz...

-Yo no mataría ni una mosca... solo hago mis inocentes bromitas- la persona que más quería contradecir aquella afirmación era Snape pero Lily siguió leyendo para ahorrar una discusión.

—¿Sabéis? Todavía me cuesta creerlo —dijo pensativa la señora Rosmerta—. De toda la gente que se pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensado... Quiero decir, lo recuerdo cuando era un raño en Hogwarts. Si me hubierais dicho entonces en qué se iba a convertir; habría creído que habíais tomado demasiado hidromiel.

-Mi querida Rosmerta- suspiró Sirius- al menos le sorprende mi supuesta culpabilidad.
-¿Tu querida Rosmerta? ¿Les dices así a todas las 'queridas' con quienes te has acostado?- bufó Dorcas, haciendo que Marlene alce una ceja.
Canuto se removió en el asiento nervioso. Tenía debilidad por las mujeres y se había metido en la mitad de las faldas del colegio...y eso le traería problemas.

—No sabes la mitad de la historia, Rosmerta —dijo Fud­ge con aspereza—. La gente desconoce lo peor.
—¿Lo peor? —dijo la señora Rosmerta con la voz impregnada de curiosidad—. ¿Peor que matar a toda esa gente?
—Desde luego, eso quiero decir —dijo Fudge.
—No puedo creerlo. ¿Qué podría ser peor?
—Dices que te acuerdas de cuando estaba en Hogwarts, Rosmerta —susurró la profesora McGonagall—. ¿Sabes quién era su mejor amigo?
—Pues claro —dijo la señora Rosmerta riendo ligera­mente—. Nunca se veía al uno sin el otro. ¡La de veces que estuvieron aquí! Siempre me hacían reír. ¡Un par de cómicos, Sirius Black y James Potter!

James sonrió.

A Harry se le cayó la jarra de la mano, produciendo un fuerte ruido de metal. Ron le dio con el pie.
—Exactamente —dijo la profesora McGonagall—. Black y Potter. Cabecillas de su pandilla. Los dos eran muy inteligentes. Excepcionalmente inteligentes. Creo que nunca hemos tenido dos alborotadores como ellos.

Fred y George la miraron ofendidos, llevándose la mano al pecho.

—No sé —dijo Hagrid, riendo entre dientes—. Fred y George Weasley podrían dejarlos atrás.
—¡Cualquiera habría dicho que Black y Potter eran hermanos! —terció el profesor Flitwick—. ¡Inseparables!

Canuto le apretó el hombro a James con cariño.

—¡Por supuesto que lo eran! —dijo Fudge—. Potter confiaba en Black más que en ningún otro amigo. Nada cambió cuando dejaron el colegio. Black fue el padrino de boda cuando James se casó con Lily. Luego fue el padrino de Harry. Harry no sabe nada, claro. Ya te puedes imaginar cuánto se impresionaría si lo supiera.

Nadie parecía sorprendido de aquello, pero entonces Lunático reparó en algo...
-Esperen, Harry cree que Sirius fue el culpable del asesinato de James y acaba de enterarse que es su padrino.
-Oh, demonios- James frunció el ceño, aquello sería un duro golpe para Harry.

—¿Por qué Black se alió con Quien Ustedes Saben? —susurró la señora Rosmerta.
—Aún peor; querida... —Fudge bajó la voz y continuó en un susurro casi inaudible—. Los Potter no ignoraban que Quien Tú Sabes iba tras ellos. Dumbledore, que luchaba incansablemente contra Quien Tú Sabes, tenía cierto número de espías. Uno le dio el soplo y Dumbledore alertó inmediatamente a James y a Lily.

Severus se removió, era obvio que él había sido quien dio la pista. Él protegería a Lily aunque le costara la última gota de su sangre.

Les aconsejó ocultarse. Bien, por supuesto que Quien Tú Sabes no era alguien de quien uno se pudiera ocultar fácilmente. Dumbledore les dijo que su mejor defensa era el encantamiento Fidelio.
—¿Cómo funciona eso? —preguntó la señora Rosmerta, muerta de curiosidad.
El profesor Flitwick carraspeó.
—Es un encantamiento tremendamente complicado —dijo con voz de pito— que supone el ocultamiento mágico de algo dentro de una sola mente. La información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián secreto. Y en lo sucesivo es imposible encontrar lo que guarda, a menos que el guardián secreto opte por divulgarlo. Mientras el guardián secreto se negara a hablar, Quien Tú Sabes podía registrar el pueblo en que estaban James y Lily sin encontrarlos nunca, aunque tuviera la nariz pegada a la ventana de la salita de estar de la pareja.
—¿Así que Black era el guardián secreto de los Potter? —susurró la señora Rosmerta.

Sirius se derrumbó, apoyó los codos en la mesa y se metió las manos entre el pelo negro, intentando no sollozar como un niño. Era su culpa, si él hubiese aceptado ser el guardián si no hubiese tenido aquella idea...James no habría muerto, era su culpa...
-Canuto...Sirius, nadie te culpa- Lily habló con suavidad- Hiciste lo posible por proteger a Harry, mira como él te quiere, te elegimos como padrino y como guardián y si eso se repite, volveremos a hacerlo tantas veces como sea necesario porque pondríamos nuestra vida en tus manos sin pensarlo.
-No sabes lo que paso, no sabes el error que cometí...
-No importa lo que paso, confiamos en ti más que en nadie- cortó James con seriedad. Canuto solo se sentía desbordado, no podía entender que había pasado, que había hecho y que culpa tenía en la muerte de James, se sentía agobiado.

—Naturalmente —dijo la profesora McGonagall—. James Potter le dijo a Dumbledore que Black daría su vida antes de revelar dónde se ocultaban, y que Black estaba pensando en ocultarse él también... Y aun así, Dumbledore seguía preocupado. Él mismo se ofreció como guardián secreto de los Potter.
—¿Sospechaba de Black? —exclamó la señora Rosmerta.
—Dumbledore estaba convencido de que alguien cercano a los Potter había informado a Quien Tú Sabes de sus movimientos —dijo la profesora McGonagall con voz misteriosa—. De hecho, llevaba algún tiempo sospechando que en nuestro bando teníamos un traidor que pasaba información a Quien Tú Sabes.

Lily lo supo, Peter había sido, lo supo por su ausencia, por sus actitudes y por sus debilidades, no sabía como pero sabía que ese traidor era Pettigrew. No se lo diría a James, él nunca aceptaría que su amigo lo traicionó, no sin pruebas... debía enterarse a su debido tiempo.

—¿Y a pesar de todo James Potter insistió en que el guardián secreto fuera Black?
—Así es —confirmó Fudge—. Y apenas una semana después de que se hubiera llevado a cabo el encantamiento Fidelio...
—¿Black los traicionó? —musitó la señora Rosmerta.
—Desde luego. Black estaba cansado de su papel de espía. Estaba dispuesto a declarar abiertamente su apoyo a Quien Tú Sabes. Y parece que tenía la intención de hacerlo en el momento en que murieran los Potter. Pero como sabemos todos, Quien Tú Sabes sucumbió ante el pequeño Harry Potter. Con sus poderes destruidos, completamente debilitado, huyó. Y esto dejó a Black en una situación incómoda. Su amo había caído en el mismo momento en que Black había descubierto su juego. No tenía otra elección que escapar...

-Maldita sea, ¡nada de eso fue así! ¡Primero muerto antes que traidor!- parecía algo desquiciado y Remus, el único que entendía su dolor le pasó el brazo por los hombros como si fuese un niño pequeño.
-Sirius, ya se sabrá la verdad, tranquilo. Respira, mira aquí los tienes sanos y salvos.

—Sucio y asqueroso traidor —dijo Hagrid, tan alto que la mitad del bar se quedó en silencio.

Hagrid miró avergonzado y arrepentido al ojigris.

—Chist —dijo la profesora McGonagall.
—¡Me lo encontré —bramó Hagrid—, seguramente fui yo el último que lo vio antes de que matara a toda aquella gente! ¡Fui yo quien rescató a Harry de la casa de Lily y James, después de su asesinato! Lo saqué de entre las ruinas, pobrecito. Tenía una herida grande en la frente y sus padres habían muerto... Y Sirius Black apareció en aquella moto voladora que solía llevar. No se me ocurrió preguntarme lo que había ido a hacer allí. No sabia que él había sido el guardián secreto de Lily y James. Pensé que se había enterado del ataque de Quien Vosotros Sabéis y ha­bía acudido para ver en qué podía ayudar. Estaba pálido y tembloroso. ¿Y sabéis lo que hice? ¡ME PUSE A CONSOLAR A AQUEL TRAIDOR ASESINO! —exclamó Hagrid.

-Yo...-Sirius se estremeció- yo lloré sobre el cadaver de James aquella noche y quise vengar su muerte- todos sintieron el peso de la guerra caer con la misma lentitud que la solitaria lágrima de los ojos grises- me capturaron y me encerraron doce años en el mismísimo infierno... Esa noche lo supe, Cornamenta el espejo...no respondiste- nadie entendió salvo James, aquellos espejos que los conectaban, así era como Sirius lo había sabido por eso llegó aquella noche y sabía lo que había pasado.

—Hagrid, por favor —dijo la profesora McGonagall—, baja la voz.
—¿Cómo iba a saber yo que su turbación no se debía a lo que les había pasado a Lily y a James? ¡Lo que le turbaba era la suerte de Quien Vosotros Sabéis! Y entonces me dijo: «Dame a Harry, Hagrid. Soy su padrino. Yo cuidaré de él...»

-¿Tú? -Marlene lo miró sorprendida- Sirius no soportas las responsabilidades.
-¡Al demonio con eso!- cortó Sirius- Yo me habría hecho cargo de criarlo y de protegerlo, habría dejado todo por los Potter y lo deje, perdí mi libertad y gran parte de mi cordura, ¡yo di mi vida por Harry y lo querido más que a nadie!- Sirius sentía su corazón latirle en las venas, él había sido el primero en cargar a Harry cuando nació, había cambiado pañales, había calentado biberones, él le había explicado lo que era el sexo, le había enseñado trucos para la vida, él había sido tan padre de ese niño como el propio James. Él, quien siempre se había jactado se no dejarse atrapar por nadie, había sido capturado por el más inocente amor que se podía brindar.

 ¡Ja! ¡Pero yo tenía órdenes de Dumbledore y le dije a Black que no! Dumbledore me había dicho que Harry tenía que ir a casa de sus tíos. Black discutió, pero al final tuvo que ceder. Me dijo que cogiera su moto para llevar a Harry hasta la casa de los Dursley. «No la necesito ya», me dijo.

-Había perdido todo, ¿de que demonios me serviría una moto?- bufó Canuto tan destrozado como Sirius.

Tendría que haberme dado cuenta de que había algo raro en todo aquello. Adoraba su moto. ¿Por qué me la daba? ¿Por qué decía que ya no la necesitaba? La verdad es que una moto deja demasiadas huellas, es muy fácil de seguir. Dumbledore sabía que él era el guardián de los Potter. Black tenía que huir aquella noche. Sabía que el Ministerio no tardaría en perseguirlo. Pero ¿y si le hubiera entregado a Harry, eh? Apuesto a que lo habría arrojado de la moto en alta mar. ¡Al hijo de su mejor amigo! Y es que cuando un mago se pasa al lado tenebroso, no hay nada ni nadie que le importe...

-Merlín santo- Alice palideció- ¡Harry está escuchando todo aquello!
Lily sintió como su respiración se agitaba, realmente deseaba que Harry no hiciera ninguna locura después de oír semejante historia.

Tras la perorata de Hagrid hubo un largo silencio. Luego, la señora Rosmerta dijo con cierta satisfacción:
—Pero no consiguió huir; ¿verdad? El Ministerio de Magia lo atrapó al día siguiente.
—¡Ah, si lo hubiéramos encontrado nosotros...! —dijo Fudge con amargura—. No fuimos nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew: otro de los amigos de Potter. Enloquecido de dolor; sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de los Black, él mismo lo persiguió.

Sirius dio un golpe en la mesa que hizo sobresaltar a los que lo rodeaban.
-¿Peter? ¿Él?- La expresión de James se ensombreció.
-¿Por qué piensas que no está aquí ahora, James?- preguntó Remus, con suavidad, insinuando lo que ya era inevitable negar.
-¿Él nos traicionó? ¿Por su culpa mataron a Lily?- la pregunta brotó de sus labios con profundo dolor. Él que había defendido a Peter de los brabucones de Slytherin, Remus que le había ayudado a hacer sus tareas, Sirius que le había conseguido citas...Ellos que siempre lo habían apoyado y defendido....¿Por qué?
-James, piénsalo bien, muy bien, ¿realmente crees que Peter es alguien de fiar? Ahora que sabes esto, ¿no notas algunas cosas extrañas en él?- inquirió Remus.
-¡Se supone que es mi amigo! ¡Se supone que era nuestro amigo! ¡Remus, él nos condenó! ¡Por su culpa asesinaron a mi Lily, enviaron a Sirius a la antesala del infierno y tú estuviste doce malditos años hundido en la depresión! ¡Arruinó nuestras vidas y dejó huérfano a mi hijo! ¿Por qué?- Lily lo tomó de la mano y lo miró.
-La vida no siempre es justa James y ser fiel a una persona no te asegura que esa persona te será fiel a ti, tu conciencia sabe, y la de Sirius también, que hicieron todo lo que pudieron, pero las traiciones son así, no las esperas- apretó su mano, dándole apoyo.

—¿Pettigrew...? ¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? —preguntó la señora Rosmerta.
—Adoraba a Black y a Potter. Eran sus héroes —dijo la profesora McGonagall—. No era tan inteligente como ellos y a menudo yo era brusca con él. Podéis imaginaros cómo me pesa ahora... —Su voz sonaba como si tuviera un resfriado repentino.

Minerva sintió un escalofrío. Hablar de una muerte era duro, pero hablar de una traición tan repugnante como aquella era casi insoportable para una mujer con sus valores morales.

—Venga, venga, Minerva —le dijo Fudge amablemen­te—. Pettigrew murió como un héroe. Los testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria...) nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black. Dicen que sollozaba: «¡A Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudiste...?» Y entonces sacó la varita. Aunque, claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew.

-Él quiso que mataran a mi hijo- murmuró James con frialdad irreconocible- ¡EL QUISO DARLE MUERTE A MI BEBÉ DE UN AÑO! ¿QUIÉN DEMONIOS PUEDE SER TAN DESPRECIABLE?
-Hay cosas que debes saber mucho después- cortó Harry con la voz ronca- Pettigrew pagó su deuda y acabó muerto.
-Harry no debemos hablar antes de tiempo...-Hermione se veía preocupada.
-No importa eso ahora, debe saberlo o no podrá seguir respirando tranquilo.
-¿Él se arrepintió alguna vez?- preguntó James- necesito saberlo.
-No estoy seguro, aunque murió por no ser capaz de matarme.
-Eres la viva imagen de James, él no sería capaz, no tendría el coraje de enfrentarse a eso, siempre ha sido un vil cobarde- Sirius escupió las palabras con desdén.

La profesora McGonagall se sonó la nariz y dijo con voz llorosa:
—¡Qué chico más alocado, qué bobo! Siempre fue muy malo en los duelos. Tenía que habérselo dejado al Ministerio...
—Os digo que si yo hubiera encontrado a Black antes que Pettigrew, no habría perdido el tiempo con varitas... Lo habría descuartizado, miembro por miembro —gruñó Hagrid.

Sirius tragó grueso. La idea de ser descuartizado por un medio gigante no era una atractiva forma de morir.

—No sabes lo que dices, Hagrid —dijo Fudge con brusquedad—. Nadie salvo los muy preparados Magos de Choque del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad contra Black, después de haberlo acorralado. En aquel entonces yo era el subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a toda aquella gente. Nunca, nunca lo olvidaré. Todavía a veces sueño con ello. Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las alcantarillas. Había cadáveres por todas partes. Muggles gritando. Y Black allí, riéndose, con los restos de Pettigrew delante... Una túnica manchada de sangre y unos... unos trozos de su cuerpo.

-Fue un verdadero caos- reconoció Sirius- Reí como un maldito psicópata, es que era tan malo que parecía malditamente estúpido que todo aquello pudiera pasar en veinticuatro horas.

La voz de Fudge se detuvo de repente. Cinco narices se sonaron.
—Bueno, ahí lo tienes, Rosmerta —dijo Fudge con la voz tomada—. A Black se lo llevaron veinte miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue investido Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban.

Muchos, especialmente quienes tenían cariño por Sirius y las chicas que suspiraban por él, dejaron correr lagrimas o maldiciones, era tan injusto que daba impotencia. El traidor condecorado y el leal condenado.

La señora Rosmerta dio un largo suspiro.
—¿Es cierto que está loco, señor ministro?
—Me gustaría poder asegurar que lo estaba —dijo Fud­ge—. Ciertamente creo que la derrota de su amo lo trastornó durante algún tiempo. El asesinato de Pettigrew y de todos aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel, inútil, sin sentido. Sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a Black. La mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos. Han perdido el juicio... Pero me quedé sorprendido de lo normal que parecía Black. Estuvo hablando conmigo con total sensatez. Fue desconcertante. Me dio la impresión de que se aburría. Me preguntó si había acabado de leer el periódico. Tan sereno como os podáis imaginar; me dijo que echaba de menos los crucigramas. Sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los dementores parecían tener sobre él.

-Cuando pierdes toda la alegría, no pueden afectarte mucho- murmuró, haciendo estremecer a algunos.

Y él era uno de los que estaban más vigilados en Azkaban, ¿sabéis? Tenía dementores ante la puerta día y noche.

Quienes conocían a Sirius estaban atónitos y con iguales expresiones de dolor, ¿como él, después de todo lo que había hecho por el bien, había terminado con succionadores de almas en la puerta de su celda?

—Pero ¿qué pretende al fugarse? —preguntó la señora Rosmerta—. ¡Dios mío, señor ministro! No intentará reunirse con Quien Usted Sabe, ¿verdad?
—Me atrevería a afirmar que es su... su... objetivo final —respondió Fudge evasivamente—. Pero esperamos atraparlo antes. Tengo que decir que Quien Tú Sabes, solo y sin amigos, es una cosa... pero con su más devoto seguidor, me estremezco al pensar lo poco que tardará en volver a alzarse...
Hubo un sonido hueco, como cuando el vidrio golpea la madera. Alguien había dejado su vaso.
—Si tiene que cenar con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al castillo.

-Eso será información difícil de procesar- comentó Percy, mirando con cautela a Harry.

Todos los pies que había ante Harry volvieron a sopor­tar el cuerpo de sus propietarios. La parte inferior de las ca­pas se balanceó y los llamativos tacones de la señora Rosmerta desaparecieron tras el mostrador. Volvió a abrirse la puerta de Las Tres Escobas, entró otra ráfaga de nieve y los profesores desaparecieron.
—¿Harry?
Las caras de Ron y Hermione se asomaron bajo la mesa. Los dos lo miraron fijamente, sin saber qué decir.

-El capitulo termino- anunció Lily con un hilo de voz, todo parecía haberse vuelto más sombrío. La guerra comenzaba a tomar forma frente a sus ojos.

-Dado que todos estamos algo...alterados, creo que lo más correcto es que vayan a descansar, mañana proseguiremos con la lectura- anunció Dumbledore pacíficamente.  Pero tardó mucho tiempo para que todos pudiesen reaccionar. 

32 comentarios:

  1. Quizás mi celu no cargue bien, pero no hay capítulo; bah... No aparece nada. Me gusto el cap anterior, muy bueno. Actualiza cuando puedas, voy a seguir entrando periódicamente para ver si actualizas. Sigue así, no decaigas, ánimo y garra que tus lectores/as te bancamos. Saludos!!

    ResponderEliminar
  2. No se lee nada es como si no lo hubieras subido

    ResponderEliminar
  3. Cada cuanto actualizas?

    ResponderEliminar
  4. Che no me sale nada, subiste un capitulo en El Mapa del Merodeador???

    ResponderEliminar
  5. Has subido algo? Porque yo tampoco leo nada

    ResponderEliminar
  6. ¿Disculpa soy la única que no puede leer el capitulo ?

    ResponderEliminar
  7. No os sale por que primero sube la entrada solo con el titulo y luego a los dias o cuando pueda sube un trozo del cap

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aaaah gracias! Aclarado eso, dejo de culpar al celu

      Eliminar
  8. OOH!!! dios el secreto de los merodeadores, creo que morire, el secreto revelado, completalo pronto esta genial, de todos los fics en los que lo merodeadores leen los libros este es el unico que va en el prisionero de azkaban, y que no esta cancelado o pausado o que ya no actualizan, espero que continúes escribiendo, me gusta mucho es genial y honestamente y desde mi punto de vista los personajes se sienten como si la misma JK Rowling lo hubiera escrito
    continua asi<3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. creo querido/a amigo/a que no as leído una historia busca a dait12 fics y veras que el anda en el 3 libro por el capitulo lunático colagusanó canuto y cornamenta y es buena además de esta historia buscala para que veas

      Eliminar
  9. porfa siguelaaaa esta genial de todas las que leo eres la mas avansada

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. nuestra amiga/o estará avanzada pero lee dait12 fics es bueno

      Eliminar
  10. Solo sale u na pequeñas parte, no actualizaras pronto?Me gusta mucho el Sirius•Marlenne

    ResponderEliminar
  11. Holaaa, me encanta tu historia, vas a tardar mucho en actualizaar?

    ResponderEliminar
  12. cuando vuelves actalizar me gusta tu historia

    ResponderEliminar
  13. IMPORTANTE:
    Mero no está muy bien de salud, está haciendo todo lo posible para regresar, pero es complicado. Con suerte vuelve pronto, pero si no lo hace solo les pido que tengan paciencia. Si quieren saber más busquen su página de Facebook (MerodeadoraSB).

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, por avisarnos, confío en que le mandes saludos y que se mejore pronto.

      Eliminar
  14. Hola me gustaría saber cuando subes capitulo :3
    Soy Nueva lectora ;)

    ResponderEliminar
  15. Por favor al menos pon una fecha o avanza con la historia en vez de subir historias independientes como el lado sexi d lily plis!

    ResponderEliminar
  16. Hola me gustaría que siguieras la historia m fascina pliss ... gracias

    ResponderEliminar
  17. Ya te echaba de menos gracias por actualizar

    ResponderEliminar
  18. Me encanta! Segui actualizando porfaaa!!

    ResponderEliminar
  19. Ste capitulo se me sta aciendo interminable!!

    ResponderEliminar
  20. sigue actualizando porfa! me he leido todas las historias que has puesto hasta la fecha aqui en esta pagina me encantan y sigues sacándome unas risas jajaja

    esperare la siguiente actualizacion

    ResponderEliminar
  21. Hola te envió un saludo y te comunico que te he nominado para un premio entre Bloggers!!
    Aquí te dejo el link http://pasadospresentesyfuturosleenloslibos.blogspot.mx/2015/10/liebster-award.html

    ResponderEliminar
  22. Hola te envió un saludo y te comunico que te he nominado para un premio entre Bloggers!!
    Aquí te dejo el link http://pasadospresentesyfuturosleenloslibos.blogspot.mx/2015/10/liebster-award.html

    ResponderEliminar