Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero disfruten, recuerden que voy subiendo las partes del capítulo en la misma entrada.
Harry Potter y el Prisionero de Azkaban
Capitulo X: "El mapa del Merodeador"
-Dame dame dame- James le arrebato el libro a Sirius, bajo
una mirada reprobatoria de la señora Prince, Hermione y Lily por tironear del
libro tan descuidadamente- El capitulo se llama...¡No! ¡No! ¡Me niego! ¡Arranquenme las venas pero esto
no!
-Y se supone que las mujeres somos las histéricas- bufó
Marlenne con una mueca.
-¿James, cariño, que pasa ahora?- preguntó Lily, intentando
mantener la paciencia- Dame ese libro.
-¡No!
-No era una pregunta James, dame el libro- repitió, sin borrar
su sonrisa pero con una mirada amenazante. James le tendió el libro a
regañadientes- ¿El mapa del merodeador?- Ambos Sirius y Remus se miraron
alarmados.
-¿Algo que comentar al respecto?- inquirió Minerva.
-NADA- era casi imposible que cinco personas dijeran la
misma palabra al mismo tiempo y con la misma desesperación, pero los
merodeadores lo lograron impecablemente.
La señora Pomfrey
insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana. El muchacho
no se quejó, pero no le permitió que tirara los restos de la Nimbus 2.000. Sabía
que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Harry no podía
evitarlo. Era como perder a uno de sus mejores amigos.
Hermione se contuvo de decir que estaba exagerando.
Lo visitó gente sin
parar; todos con la intención de infundirle ánimos. Hagrid le envió unas flores
llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada,
apareció con una tarjeta de saludo que ella misma había hecho y que cantaba con
voz estridente salvo cuando se cerraba y se metía debajo del frutero.
Ginny rió, poniendo los ojos en blanco.
-Esa es mi chica, aunque sin el enano perdió un poco el
toque.
-Lo recordaré para nuestro aniversario, un enano y una
tarjeta gritona.
El equipo de
Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que
aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto. Ron y
Hermione no se iban hasta que llegaba la noche.
Sirius sonrió, su ahijado se hacía querer.
Pero nada de cuanto dijera o hiciese nadie
podía aliviar a Harry, porque los demás sólo conocían la mitad de lo que le preocupaba.
No había dicho nada a
nadie acerca del Grim, ni siquiera a Ron y a Hermione, porque sabía que Ron se
asustaría y Hermione se burlaría.
Ron y Hermione lo miraron indignados, aunque sabían que
probablemente habría sido así.
El hecho era, sin embargo, que el Grim se le
había aparecido dos veces y en las dos ocasiones había habido accidentes casi
fatales. La primera casi lo había atropellado el autobús noctámbulo. La segunda
había caído de veinte metros de altura. ¿Iba a acosarlo el Grim hasta la
muerte? ¿Iba a pasar él el resto de su vida esperando las apariciones del
animal?
Canuto se frotó la sien, mientras Lunático lo miraba algo reprobativo.
Y luego estaban los
dementores. Harry se sentía muy humillado cada vez que pensaba en ellos. Todo
el mundo decía que los dementores eran espantosos, pero nadie se desmayaba al
verlos... Nadie más oía en su cabeza el eco de los gritos de sus padres antes
de morir.
-Es algo muy traumático, no algo vergonzoso- cortó Neville.
-Es verdad Harry, te afectan más porque tienes recuerdos
mucho más oscuros que el resto- Remus lo miró con comprensión, Harry agradeció
mentalmente a Remus, él era quien más lo había ayudado con ese asunto.
Porque Harry sabía ya
de quién era aquella voz que gritaba. En la enfermería, desvelado durante la
noche, contemplando las rayas que la luz de la luna dibujaba en el techo, oía
sus palabras una y otra vez. Cuando se le acercaban los dementores, oía los
últimos gritos de su madre, su afán por protegerlo de lord Voldemort, y las
carcajadas de lord Voldemort antes de matarla...
James se estremeció, pero Lily le tomó la mano con firmeza.
-No pienses en eso, paso lo que tenía que pasar y no lo
pensaré dos veces si tengo que hacerlo.
-No quiero que mueras.
-Es mi bebé, James, voy a protegerlo cueste lo que cueste.
Harry dormía irregularmente, sumergiéndose en
sueños plagados de manos corruptas y viscosas y de gritos de terror, y se
despertaba sobresaltado para volver a oír los gritos de su madre.
Ginny se mordió el
labio, aún hoy, aunque ya rara vez, Harry se despertaba por la noche con
pesadillas, y se aferraba a ella, aunque fuese incomodo y diera demasiado
calor, ella se dejaba rodear por los brazos y sentía la respiración de Harry en
la nuca hasta que volvía a dormirse.
Fue un alivio
regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaba obligado a pensar en
otras cosas, aunque tuviera que soportar las burlas de Draco Malfoy. Malfoy no
cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las
vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry.
-Idiota teñido- insultó Dorcas.
-Eh, te equivocas... es rubio natural- corrigió Marlene.
La mayor parte de la
siguiente clase de Pociones la pasó Malfoy imitando por toda la mazmorra a los
dementores. Llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un
corazón de cocodrilo grande y viscoso. Le dio en la cara y consiguió que Snape
le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.
-Un Malfoy recibiendo un corazón de cocodrilo en la cara
bien valen cincuenta puntos, ¡bien hecho Ronnie!- felicitó Fred.
-Si hubiésemos sabido esas cosas unos años atrás- George
frunció el ceño- estamos en el 78...¿unos años adelante? El caso es que no nos habríamos
reído tanto de ti.
-Si lo hubieran hecho.
-Si tienes razón, nos reiríamos de ti hagas lo que hagas.
—Si Snape vuelve a
dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo —explicó
Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo—. Mira a ver quién
está, Hermione.
Hermione se asomó al
aula.
—¡Estupendo!
El profesor Lupin
había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las togas de
siempre le quedaban grandes y tenía ojeras.
Todos miraron preocupados a Lunatico, ¿y si el buen (y
atractivo) Lupin había contraido alguna enfermedad?
Sin embargo, sonrió a
los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamente en
quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.
—No es justo. Sólo
estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?
—No sabemos nada
sobre los hombres lobo...
—¡... dos pergaminos!
Remus negó con la cabeza divertido, era obvio que eso
pasaría.
—¿Le dijisteis al
profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? —preguntó el profesor
Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.
-¡Claro que se lo dijeron! ¡Pero ese quejicus...!
-Sirius, la pregunta es para niños de trece años, no para
ti- Sirius entrecerró los ojos, mirando acusadoramente a Remus.
-No me trates como si fuera infantil, Lunático.
-¿Tu infantil? Que va.
-¿Eso es sarcasmo?
-No Sirius, claro que no.
Volvió a producirse
un barullo.
—Si, pero dijo que
íbamos muy atrasados...
—... no nos
escuchó...
—¡... dos pergaminos!
El profesor Lupin
sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras.
—No os preocupéis.
Hablaré con el profesor Snape. No tendréis que hacer el trabajo.
—¡Oh, no! —exclamó
Hermione, decepcionada—. ¡Yo ya lo he terminado!
-¿Por qué no me sorprende?- Bill sonrió- no entiendo como
con ese cerebrito tan dotado te casaste con Ronnie.
-¡Eh, que estoy aquí!- se defendió Ron indignado.
Tuvieron una clase
muy agradable. El profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía
un hinkypunk, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo,
enclenque y aparentemente inofensiva.
—Atrae a los viajeros
a las ciénagas —dijo el profesor Lupin mientras los alumnos tomaban apuntes—.
¿Veis el farol que le cuelga de la mano? Le sale al paso, el viajero sigue la
luz y entonces...
El hinkypunk produjo
un chirrido horrible contra el cristal.
Los profesores escuchaban sorprendidos y encantados como
todos los alumnos prestaban atención a las clases de Lupin.
-Es sin duda un gran profesor- comentó Minerva orgullosa de
su alumno.
Al sonar el timbre,
todos, Harry entre ellos, recogieron sus cosas y se dirigieron a la puerta,
pero...
—Espera un momento,
Harry —le dijo Lupin—, me gustaría hablar un momento contigo.
-Harry y su tío tomando confianza- exclamó James
alegremente- era hora, quiero a mis hermanos de no sangre acompañando a mi
hijo.
-Lo acompañamos James, todo cuanto pudimos- aseguró Sirius,
con un nudo en la garganta.
____________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________
Harry volvió sobre
sus pasos y vio al profesor cubrir la caja del hinkypunk.
—Me han contado lo
del partido —dijo Lupin, volviendo a su mesa y metiendo los libros en su maletín—.
Y lamento mucho lo de tu escoba. ¿Será posible arreglarla?
James sonrió con tristeza, era una pena que su amigo no haya
podido ver jugar a Harry por tener un asunto con su problema peludo.
—No —contestó Harry—,
el árbol la hizo trizas.
Lupin suspiró.
—Plantaron el sauce
boxeador el mismo año que llegué a Hogwarts. La gente jugaba a un juego que
consistía en aproximarse lo suficiente para tocar el tronco. Un chico llamado
Davey Gudgeon casi perdió un ojo y se nos prohibió acercarnos. Ninguna escoba
habría salido airosa.
Davey, quien estaba sentado en la mesa de Hufflepuff,
frunció el ceño con desagrado al recordar el incidente.
—¿Ha oído también lo
de los dementores? —dijo Harry, haciendo un esfuerzo.
Lupin le dirigió una
mirada rápida.
—Sí, lo oí. Creo que
nadie ha visto nunca tan enfadado al profesor Dumbledore. Están cada vez más
rabiosos porque Dumbledore se niega a dejarlos entrar en los terrenos del
colegio... Fue la razón por la que te caíste, ¿no?
—Sí —respondió Harry.
Dudó un momento y se le escapó la pregunta que le rondaba por la cabeza—. ¿Por
qué? ¿Por qué me afectan de esta manera? ¿Acaso soy...?
-Nunca- Sirius miró a Harry con seriedad- nunca insinúes que
eres cobarde Harry, eres la persona más valiente que he conocido y la más
fuerte, pero no puedes pretender ser resistente a todo, menos aún cuando
seguías siendo un niño.
Harry agradeció a su padrino, y prefirió no decirle que él
nunca había sido un niño, Harry jamás había conocido la feliz ignorancia en la
que viven los niños, él había aprendido,
desde el instante en que Petunia lo encontró en la puerta, que el mundo puede
ser injusto y muy duro.
—No tiene nada que
ver con la cobardía —dijo el profesor Lupin tajantemente, como si le hubiera
leído el pensamiento—. Los dementores te afectan más que a los demás porque en
tu pasado hay cosas horribles que los demás no tienen. —Un rayo de sol invernal
cruzó el aula, iluminando el cabello gris de Lupin y las líneas de su joven
rostro—.
-Oye Remusín no te sientas triste que yo te sigo viendo muy
bien para una noche loca de borrachera- comentó Marlenne guiñando el ojo, y
haciendo que el Remus mayor y el menor se sonrojaran.
Los dementores están
entre las criaturas más nauseabundas del mundo. Infestan los lugares más
oscuros y más sucios. Disfrutan con la desesperación y la destrucción ajenas,
se llevan la paz, la esperanza y la alegría de cuanto les rodea. Incluso los
muggles perciben su presencia, aunque no pueden verlos. Si alguien se acerca
mucho a un dementor; éste le quitará hasta el último sentimiento positivo y
hasta el último recuerdo dichoso. Si puede, el dementor se alimentará de él
hasta convertirlo en su semejante: en un ser desalmado y maligno. Le dejará sin
otra cosa que las peores experiencias de su vida.
Todos en el comedor, incluidos los profesores y los
visitantes estaban algo pálidos y
asustados, ninguna persona sería resistente a un dementor y ninguna persona
podía si quiera escuchar su descripción sin sentir miedo.
-Y el peor de tus
recuerdos, Harry, es tan horrible que derribaría a cualquiera de su escoba. No
tienes de qué avergonzarte.
—Cuando hay alguno
cerca de mí... —Harry miró la mesa de Lupin, con los músculos del cuello
tensos— oigo el momento en que Voldemort mató a mi madre.
Lupin hizo con el
brazo un movimiento repentino, como si fuera a coger a Harry por el hombro,
pero lo pensó mejor.
Lily y James miraron a Remus confundidos.
-¿Por qué no? Ambos necesitaban un consuelo al hablar de
eso- James no entendía la lejanía que Remus tenía con Harry.
-James, Harry no tenía ni idea que yo había sido tu amigo, ¿no
crees que sería de acosador que un hombre adulto de repente quisiera tener
contacto físico con un niño en una oficina? No quería que se sintiera
intimidado ni confundido.
Hubo un momento de silencio y luego...
—¿Por qué acudieron
al partido? —preguntó Harry con tristeza.
—Están hambrientos
—explicó Lupin tranquilamente, cerrando el maletín, que dio un chasquido—.
Dumbledore no los deja entrar en el colegio, de forma que su suministro de
presas humanas se ha agotado... Supongo que no pudieron resistirse a la gran
multitud que había en el estadio. Toda aquella emoción... El ambiente
caldeado... Para ellos, tenía que ser como un banquete.
—Azkaban debe de ser
horrible —masculló Harry.
Sirius apretó los puños hasta que los nudillos se veían
blancos y se mordió el labio hasta que salió sangre. Azkaban era un escalón mas
abajo que el infierno.
Lupin asintió con
melancolía.
—La fortaleza está en
una pequeña isla, perdida en el mar. Pero no hacen falta muros ni agua para
tener a los presos encerrados, porque todos están atrapados dentro de su propia
cabeza, incapaces de tener un pensamiento alegre. La mayoría enloquece al cabo
de unas semanas.
—Pero Sirius Black
escapó —dijo Harry despacio—. Escapó...
El maletín de Lupin
cayó de la mesa. Tuvo que inclinarse para recogerlo:
—Sí —dijo incorporándose—.
Black debe de haber descubierto la manera de hacerles frente. Yo no lo habría
creído posible... En teoría, los dementores quitan al brujo todos sus poderes
si están con él el tiempo suficiente.
Canuto miró con rencor a Remus.
-¿Como pudiste creerme capaz? ¿CÓMO PUDISTE CREERME CAPAZ
DESPUÉS DE LO QUE YO HE HECHO POR TI, MALDITA SEA? ¿CÓMO?- Sirius miró a su
pequeño yo y suspiró.
-La guerra nos destrozó a todos, después de la muerte de
Marlenne, de Dorcas, de los gemelos Prewett, de Edgar, todos estabamos
destrozados y no confiabamos ni en nuestra sombra, Remus empezó a hacer
misiones por separado y yo creí...yo creí que él era el traidor, después él
pensó lo mismo de mi, pero a esta altura eso ya esta perdonado- Remus asintió,
en apoyo a Sirius.
-¿Como pudieron?-James se veía herido- No hay mayor deshonra
que desconfiar de un amigo.
-James, mejor precavido que muerto- murmuró Sirius con
mirada sombría.
—Usted ahuyentó en el
tren a aquel dementor —dijo Harry de repente.
—Hay algunas defensas
que uno puede utilizar —explicó Lupin—. Pero en el tren sólo había un dementor.
Cuantos más hay, más difícil resulta defenderse.
—¿Qué defensas?
—preguntó Harry inmediatamente—. ¿Puede enseñarme?
—No soy ningún experto
en la lucha contra los dementores, Harry. Más bien lo contrario...
—Pero si los
dementores acuden a otro partido de quidditch, tengo que tener algún arma
contra ellos.
-Por mucha ayuda que quiera darle, ningún niñato de trece
años hace un patronus- interrumpió Alastor.
Lupin vio a Harry tan
decidido que dudó un momento y luego dijo:
—Bueno, de acuerdo.
Intentaré ayudarte. Pero me temo que no podrá ser hasta el próximo trimestre.
Tengo mucho que hacer antes de las vacaciones. Elegí un momento muy inoportuno
para caer enfermo.
Los merodeadores miraron con tristeza a Remus.
_
Con la promesa de que
Lupin le daría clases antidementores, la esperanza de que tal vez no tuviera
que volver a oír la muerte de su madre, y la derrota que Ravenclaw infligió a
Hufflepuff en el partido de quidditch de finales de noviembre, el estado de
ánimo de Harry mejoró mucho.
Lily sonrió, le alegraba saber que Harry no estaba triste.
Gryffindor no había
perdido todas las posibilidades de ganar la copa, aunque tampoco podían
permitirse otra derrota. Wood recuperó su energía obsesiva y entrenó al equipo
con la dureza de costumbre bajo la fría llovizna que persistió durante todo el
mes de diciembre. Harry no vio la menor señal de los dementores dentro del
recinto del colegio. La ira de Dumbledore parecía mantenerlos en sus puestos,
en las entradas.
La verdad, dementores o no, nadie quiere a Dumbledore
enojado- comentó Fabian.
Dos semanas antes de
que terminara el trimestre, el cielo se aclaró de repente, volviéndose de un
deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana
cubiertos de escarcha. Dentro del castillo había ambiente navideño.
Todos sonrieron con alegría, ansiedad o nostalgia, las navidades en Hogwarts eran, porque no
había palabra que las describiera mejor, mágicas.
El profesor Flitwick,
que daba Encantamientos, ya había decorado su aula con luces brillantes que
resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban. Los alumnos comentaban
entusiasmados sus planes para las vacaciones. Ron y Hermione habían decidido
quedarse en Hogwarts,
Molly suspiró con cierta tristeza, su navidad perfecta era
donde todos sus polluelos estuviesen sentados a la mesa.
y aunque Ron dijo que era porque no podía
aguantar a Percy durante dos semanas, y Hermione alegó que necesitaba utilizar
la biblioteca, no consiguieron engañar a Harry: se quedaban para hacerle compañía
y él se sintió muy agradecido.
Harry sonrió, había cosas que eran impagables. Sirius
también sonrió con nostalgia, él tampoco volvía a su casa en Navidad y no hubo
una sola festividad en la que James o Remus no se quedaran con él.
Para satisfacción de
todos menos de Harry, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último
fin de semana del trimestre.
—¡Podemos hacer allí
todas las compras de Navidad! —dijo Hermione—. ¡A mis padres les encantaría el
hilo dental mentolado de Honeydukes!
Resignado a ser el
único de tercero que no iría, Harry le pidió prestado a Wood su ejemplar de El
mundo de la escoba, y decidió pasar el día informándose sobre los diferentes
modelos. En los entrenamientos había montado en una de las escobas del colegio,
una antigua Estrella Fugaz muy lenta que volaba a trompicones; estaba claro que
necesitaba una escoba propia.
Sirius y Harry se miraron con una complicidad que James no
pasó por alto.
La mañana del sábado
de la excursión, se despidió de Ron y de Hermione, envueltos en capas y
bufandas, y subió solo la escalera de mármol que conducía a la torre de
Gryffindor. Habla empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y
silencioso.
—¡Pss, Harry!
Se dio la vuelta a mitad
del corredor del tercer piso y vio a Fred y a George que lo miraban desde
detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.
-¿Por qué tengo la leve sensación de que harán que Harry
haga algo en contra de las reglas?- insinuó Bill con una sonrisita.
-¿Nosotros?- dijeron a coro llevandose la mano al pecho en
señal de indignación- seríamos incapaces.
—¿Qué hacéis? —preguntó
Harry con curiosidad—. ¿Cómo es que no estáis camino de Hogsmeade?
—Hemos venido a darte
un poco de alegría antes de irnos —le dijo Fred guiñándole el ojo
misteriosamente—. Entra aquí...
Le señaló con la
cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Harry
entró detrás de Fred y George. George cerró la puerta sigilosamente y se
volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.
—Un regalo navideño
por adelantado, Harry —dijo.
Molly, aunque sabía que harían hago que probablemente la
haría enojar posteriormente, se sintió orgullosa de que sus hijos no
abandonaran a Harry, puede que Fred y George fueran los mas descarriados pero
también eran valientes, leales y muy buenas personas, y nada la hacía sentir
mas orgullosa que eso.
Fred sacó algo de
debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán
rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada
escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bromas de Fred y George, lo
miró con detenimiento.
—¿Qué es?
James, que ya sospechaba que sentía, sintió como su corazón
latía acelerado. Eran cosas del destino que tantos años después ese mapa fuera
a parar a manos de su hijo.
—Esto, Harry, es el
secreto de nuestro éxito —dijo George, acariciando el pergamino.
—Nos cuesta desprendernos
de él —dijo Fred—. Pero anoche llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas
más que nosotros.
Harry miró con una sonrisa a los gemelos, hoy con el paso de
los años, comprendía la muestra de afecto que había sido por parte de los
gemelos que pensaran en el hecho de que él se quedara solo y como podrían
solucionarlo.
-Oh cuñadito, nos emocionas- Fred se secó una lagrima
imaginaría.
—De todas formas, nos
lo sabemos de memoria. Tuyo es. A nosotros ya no nos hace falta.
—¿Y para qué necesito
un pergamino viejo? —preguntó Harry.
—¡Un pergamino viejo!
—exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry
lo hubiera ofendido gravemente—. Explícaselo, George.
—Bueno, Harry.. cuando
estábamos en primero..
-¿Primero?- Canuto sonrió impresionado- muy bien duo
dinámico, muy bien.
-Un honor, querido Canuto- George hizo el gesto de quitarse
el sombrero.
y éramos jóvenes,
despreocupados e inocentes... —Harry se rió. Dudaba que Fred y George hubieran
sido inocentes alguna vez—. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora...
-¿Te acuerdas lo que se sentía la inocencia Fred?- preguntó
George.
-Ni por asomo, George- respondió Fred.
tuvimos un pequeño problema con Filch.
—Tiramos una bomba
fétida en el pasillo y se molestó.
—Así que nos llevó a
su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...
—... castigo...
—... de
descuartizamiento...
—... y fue inevitable
que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y
altamente peligroso».
—No me digáis...
—dijo Harry sonriendo.
Muchos reían, otros (Los mas bromistas) miraban a Fred y
George con orgullo, mientras que los más pequeños los miraban con admiración.
-¿Saludamos, querido Gred?
-Por supuesto querido Feorge- se levantaron e hicieron una
reverencia, que logró incluso que algunos los aplaudieran entre risas.
—Bueno, ¿qué habrías
hecho tú? —preguntó Fred— George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba
fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y cogí... esto.
—No fue tan malo como
parece —dijo George—. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente
sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.
-Estaba en cosas peligrosas solo porque me lo sacó a mi-
bufó Sirius- podría haber sido un pastel de manzana y por ser mío lo habría
metido en caja fuerte.
—¿Y sabéis
utilizarlo?
—Si —dijo Fred, sonriendo
con complicidad—. Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los
profesores del colegio.
McGonagall los miró feo.
—Me estáis tomando el
pelo —dijo Harry, mirando el pergamino.
—Ah, ¿sí? ¿Te estamos
tomando el pelo? —dijo George.
Sacó la varita, tocó
con ella el pergamino y pronunció:
—Juro solemnemente...
-¡NI SE TE OCURRA SEGUIR LEYENDO!- gritaron los cinco
merodeadores presentes al mismo tiempo, haciendo que el libro volara por los
aires.
_________________________________________________________________________________________
que mis
intenciones no son buenas.
_________________________________________________________________________________________
-¿Qué les pasa?- Lily no sabía si estar enfadada o divertida
por las caras de pánico que tenían los merodeadores.
-No termines esa oración, no lo hagas, el mundo no será el
mismo si lo haces- Sirius hizo un puchero de perro desahuciado.
-¿Qué se supone que tengo que hacer?- McGonagall miró con
evidente desacuerdo a Dumbledore cuando él respondió.
-Supongo que un par de palabras no serán muy relevantes para
la historia- esbozó una sonrisa cómplice que tranquilizó a los Merodeadores.
E inmediatamente, a
partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer
unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con
otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del
pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras
en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban:
-¿Verdes? ¿De todos los colores que pudieron escoger,
eligieron verde? Pensé que odiaban Slytherin- Marlene parecía desconcertada.
-No es verde Slyhterin, es verde-ojos-de-lily- explicó James
con un suspiro. Lily sonrió complacida.
Los señores Lunático,
Colagusano, Canuto y Cornamenta proveedores de artículos para magos traviesos están
orgullosos de presentar EL MAPA DEL MERODEADOR
Todos miraban a los merodeadores con curiosidad, ¿sería ese
el gran secreto de sus bromas?
Era un mapa que
mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos. Pero lo más
extraordinario eran las pequeñas motas de tinta que se movían por él, cada una
etiquetada con un nombre escrito con letra diminuta.
Los alumnos, los profesores, los invitados....todos miraban
maravillados y admirados a los merodeadores.
-¿Cómo es posible?- Alastor se veía estupefacto ante la idea
de que semejante invento fuese creado por unos jovencitos en edad escolar.
-Conocemos cada rincón de Hogwarts- respondió James con
simpleza. -Los pasadizos, los escondites, los atajos... Lo hicimos por una
causa noble- dijo rápidamente ante la mirada reprobativa de Minerva.
-¿Y las personas? ¿Cómo lograron eso?- Incluso Lily parecía
sorprendida del talento, sabía que ellos eran poderosos e inteligentes pero
tenía mucha curiosidad sobre cómo habían logrado ese mapa.
-Esas cosas no se revelan- respondió James con altanería,
mientras ambos Sirius asentían conformes- luego
te cuento, rojita.-Murmuró.
Remus negó con la cabeza divertido.
Estupefacto, Harry se inclinó sobre el mapa.
Una mota de la esquina superior izquierda, etiquetada con el nombre del
profesor Dumbledore, lo mostraba caminando por su estudio. La gata del portero,
la Señora Norris, patrullaba por la segunda planta, y Peeves se hallaba en
aquel momento en la sala de los trofeos, dando tumbos. Y mientras los ojos de
Harry recorrían los pasillos que conocía, se percató de otra cosa: aquel mapa
mostraba una serie de pasadizos en los que él no había entrado nunca. Muchos
parecían conducir...
—Exactamente a Hogsmeade
—dijo Fred, recorriéndolos con el dedo.
-Ya entiendo- Arthur sonrió sin poder evitarlo, aquel mapa
era el arma perfecta para un par de bromistas pero aún así la habían cedido
solo para ayudar a Harry.
— Hay siete en total.
Ahora bien, Filch conoce estos cuatro. —Los señaló—. Pero nosotros estamos
seguros de que nadie más conoce estos otros. Olvídate de éste de detrás del
espejo de la cuarta planta. Lo hemos utilizado hasta el invierno pasado, pero
ahora está completamente bloqueado. Y en cuanto a éste, no creemos que nadie lo
haya utilizado nunca, porque el sauce boxeador está plantado justo en la
entrada.
Los alumnos se desinflaron ante esto, habían oído solo dos
pasadizos y los dos eran imposibles de usar.
Lunático se tensó ante la mención del sauce y el pasadizo.
Pero éste de aquí lleva directamente al sótano
de Honeydukes. Lo hemos atravesado montones de veces. Y la entrada está al lado
mismo de esta aula, como quizás hayas notado, en la joroba de la bruja
tuerta.
Lily decidió que iba a omitir cualquier detalle sobre los
pasadizos, ella era muy responsable y prefecta pero sabía que los merodeadores
lo usaban para ayudar a Remus y sabía que su hijo no los usaba para hacer daño
a nadie.
—Lunático,
Colagusano, Canuto y Cornamenta —suspiró George, señalando la cabecera del
mapa—. Les debemos tanto...
-Un honor- Canuto sonrió de lado, al menos su legado
perduraría.
—Hombres nobles que
trabajaron sin descanso para ayudar a una nueva generación de quebrantadores de
la ley —dijo Fred solemnemente.
James y Canuto se levantaron e hicieron una reverencia que
hizo sonreír a Sirius y ambos Remus.
—Bien —añadió
George—. No olvides borrarlo después de haberlo utilizado.
—De lo contrario,
cualquiera podría leerlo —dijo Fred en tono de advertencia.
—No tienes más que
tocarlo con la varita y decir: «¡Travesura realizada!», y se quedará en
blanco.
-Señorita Evans ¿por qué esta omitiendo partes de la
lectura?- preguntó Minerva entrecerrando los ojos, ella quería descubrir el
secreto detrás de todas las bromas.
-Lo siento profesora, pero no puedo traicionar la confianza
de mi futuro marido.
James asintió abrazando a la pelirroja por la cintura.
-Esa es mi prefectita corrompible.
—Así que, joven Harry
—dijo Fred, imitando a Percy admirablemente—, pórtate bien.
—Nos veremos en Honeydukes
—le dijo George, guiñándole un ojo.
Salieron del aula
sonriendo con satisfacción.
Harry se quedó allí,
mirando el mapa milagroso. Vio que la mota de tinta que correspondía a la
Señora Norris se volvía a la izquierda y se paraba a olfatear algo en el suelo.
Si realmente Filch no lo conocía, él no tendría que pasar por el lado de los
dementores. Pero incluso mientras permanecía allí, emocionado, recordó algo que
en una ocasión había oído al señor Weasley: «No confíes en nada que piense si
no ves dónde tiene el cerebro.»
Arthur asintió, de acuerdo consigo mismo y alegre de que
Harry recordara sus consejos.
Aquel mapa parecía
uno de aquellos peligrosos objetos mágicos contra los que el señor Weasley les
advertía. «Artículos para magos traviesos...» Ahora bien, meditó Harry, él sólo
quería utilizarlo para ir a Hogsmeade. No era lo mismo que robar o atacar a
alguien... Y Fred y George lo habían utilizado durante años sin que ocurriera
nada horrible.
Harry recorrió con el
dedo el pasadizo secreto que llevaba a Honeydukes.
-La sangre tira- Remus sonrió sin poder evitarlo, Harry
llevaba el instinto merodeador en las venas.
Entonces, muy
rápidamente, como si obedeciera una orden, enrolló el mapa, se lo escondió en
la túnica y se fue a toda prisa hacia la puerta del aula. La abrió cinco
centímetros. No había nadie allí fuera. Con mucho cuidado, salió del aula y se
colocó detrás de la estatua.
¿Qué tenía que hacer?
Sacó de nuevo el mapa y vio con asombro que en él había aparecido una mota de
tinta con el rótulo «Harry Potter».
-Espectacular- Pandora abrió los ojos sorprendida, la
expresión de sorpresa la hacía parecer un calco de su hija Luna.
Esta mota se encontraba exactamente donde
estaba el verdadero Harry, hacia la mitad del corredor de la tercera planta.
Harry lo miró con atención. Su otro yo de tinta parecía golpear a la bruja con
la varita. Rápidamente, Harry extrajo su varita y le dio a la estatua unos
golpecitos. Nada ocurrió. Volvió a mirar el mapa. Al lado de la mota había un
diminuto letrero, como un bocadillo de tebeo. Decía: «Dissendio.»
—¡Dissendio! —susurró
Harry, volviendo a golpear con la varita la estatua de la bruja.
Inmediatamente, la
joroba de la estatua se abrió lo suficiente para que pudiera pasar por ella una
persona delgada. Harry miró a ambos lados del corredor, guardó el mapa, metió
la cabeza por el agujero y se impulsó hacia delante. Se deslizó por un largo
trecho de lo que parecía un tobogán de piedra y aterrizó en una tierra fría y
húmeda. Se puso en pie, mirando a su alrededor. Estaba totalmente oscuro.
Levantó la varita, murmuró ¡Lumos!, y vio que se encontraba en un pasadizo muy
estrecho, bajo y cubierto de barro. Levantó el mapa, lo golpeó con la punta de
la varita y dijo: «¡Travesura realizada!» El mapa se quedó
inmediatamente en blanco. Lo dobló con cuidado, se lo guardó en la túnica, y
con el corazón latiéndole con fuerza, sintiéndose al mismo tiempo emocionado y
temeroso, se puso en camino.
James escuchaba cada vez mas emocionado el relato, era como
sentir de nuevo aquella primera aventura, cuando Sirius estaba de mal humor
porque su madre lo había insultado de arriba a abajo por quedar en Gryffindor y
James lo había arrastrado fuera de la cama a recorrer los pasillos oscuros.
Remus, quien había intentado detenerlos en la sala común, también había sido
arrastrado a la aventura.
El pasadizo se
doblaba y retorcía, más parecido a la madriguera de un conejo gigante que a
ninguna otra cosa. Harry corrió por él, con la varita por delante, tropezando
de vez en cuando en el suelo irregular.
Tardó mucho, pero a
Harry le animaba la idea de llegar a Honeydukes. Después de una hora más o
menos, el camino comenzó a ascender. Jadeando, aceleró el paso. Tenía la cara
caliente y los pies muy fríos.
Diez minutos después,
llegó al pie de una escalera de piedra que se perdía en las alturas. Procurando
no hacer ruido, comenzó a subir. Cien escalones, doscientos... perdió la cuenta
mientras subía mirándose los pies...
-No hay tantos, pero se sienten como mil- reconoció Canuto
con una mueca.
Luego, de improviso,
su cabeza dio en algo duro. Parecía una trampilla. Aguzó el oído mientras se
frotaba la cabeza. No oía nada. Muy despacio, levantó ligeramente la trampilla
y miró por la rendija.
Se encontraba en un
sótano lleno de cajas y cajones de madera. Salió y volvió a bajar la trampilla.
Se disimulaba tan bien en el suelo cubierto de polvo que era imposible que
nadie se diera cuenta de que estaba allí. Harry anduvo sigilosamente hacia la
escalera de madera. Ahora oía voces, además del tañido de una campana y el
chirriar de una puerta al abrirse y cerrarse.
Mientras se
preguntaba qué haría, oyó abrirse otra puerta mucho más cerca de él. Alguien se
dirigía hacia allí.
—Y coge otra caja de
babosas de gelatina, querido. Casi se han acabado —dijo una voz femenina.
-¡ESTAS EN HONEYDUKES!- festejó Ginny aplaudiendo divertida,
Harry por fin había llegado a Hogsmeade.
Un par de pies bajaba
por la escalera. Harry se ocultó tras un cajón grande y aguardó a que pasaran.
Oyó que el hombre movía unas cajas y las ponía contra la pared de enfrente. Tal
vez no se presentara otra oportunidad...
Rápida y
sigilosamente, salió del escondite y subió por la escalera. Al mirar hacia
atrás vio un trasero gigantesco y una cabeza calva y brillante metida en una
caja. Harry llegó a la puerta que estaba al final de la escalera, la atravesó y
se encontró tras el mostrador de Honeydukes. Agachó la cabeza, salió a gatas y
se volvió a incorporar.
Honeydukes estaba tan
abarrotada de alumnos de Hogwarts que nadie se fijó en Harry.
-Debe ser la primera vez en tu vida que pasa desapercibido-
comentó Hermione.
Pasó por detrás de
ellos, mirando a su alrededor; y tuvo que contener la risa al imaginarse la
cara que pondría Dudley si pudiera ver dónde se encontraba. La tienda estaba
llena de estantes repletos de los dulces más apetitosos que se puedan imaginar.
Cremosos trozos de turrón, cubitos de helado de coco de color rosa trémulo,
gruesos caramelos de café con leche, cientos de chocolates diferentes puestos
en filas. Había un barril enorme lleno de alubias de sabores y otro de Meigas
Fritas, las bolas de helado levitador de las que le había hablado Ron. En otra
pared había dulces de efectos especiales: el chicle droobles, que hacía los
mejores globos (podía llenar una habitación de globos de color jacinto que
tardaban días en explotar), la rara seda dental con sabor a menta, diablillos
negros de pimienta («¡quema a tus amigos con el aliento!»); ratones de helado
(«¡oye a tus dientes rechinar y castañetear!»); crema de menta en forma de sapo
(«¡realmente saltan en el estómago!»); frágiles plumas de azúcar hilado y
caramelos que estallaban.
Las expresiones de hambre se extendieron por el comedor,
especialmente los niños de primero y segundo que nunca habían visitado
semejante paraíso de dulces.
Harry se apretujó
entre una multitud de chicos de sexto, y vio un letrero colgado en el rincón
más apartado de la tienda («Sabores insólitos»). Ron y Hermione estaban debajo,
Fred y George los miraron con picardía.
-Quien diría que Ronnie tendría su primera cita tan
jovencito- se mofó un gemelo pellirojo.
observando una
bandeja de pirulíes con sabor a sangre. Harry se les acercó a hurtadillas por
detrás.
—Uf, no, Harry no
querrá de éstos. Creo que son para vampiros —decía Hermione.
—¿Y qué te parece
esto? —dijo Ron acercando un tarro de cucarachas a la nariz de Hermione.
—Aún peor —dijo
Harry.
-Me pegaste un susto de muerte- bufó Ron.
A Ron casi se le cayó
el bote.
—¡Harry! —gritó Hermione—.
¿Qué haces aquí? ¿Cómo... como lo has hecho...?
—¡Ahí va! —dijo Ron
muy impresionado—. ¡Has aprendido a materializarte!
—Por supuesto que no
—dijo Harry. Bajó la voz para que ninguno de los de sexto pudiera oírle y les
contó lo del mapa del merodeador.
—¿Por qué Fred y
George no me lo han dejado nunca? ¡Son mis hermanos!
-Porque lo utilizarías para cosas estúpidas, Harry le dará
mejor uso- explicó George sin tacto alguno, haciendo que Ron frunza el ceño
indignado.
—¡Pero Harry no se
quedará con él! —dijo Hermione, como si la idea fuera absurda—. Se lo entregará
a la profesora McGonagall. ¿A que sí, Harry?
-¿QUÉ?- Sirius miró a Hermione tan dolido como si hubiese
sugerido darle una patada a un cachorrito.
—¡No! —contestó Harry
—¿Estás loca? —dijo
Ron, mirando a Hermione con ojos muy abiertos—. ¿Entregar algo tan estupendo?
—¡Si lo entrego
tendré que explicar dónde lo conseguí! Filch se enteraría de que Fred y George
se lo cogieron.
—Pero ¿y Sirius
Black? —susurró Hermione—. ¡Podría estar utilizando alguno de los pasadizos del
mapa para entrar en el castillo! ¡Los profesores tienen que saberlo!
—No puede entrar por
un pasadizo —dijo enseguida Harry—. Hay siete pasadizos secretos en el mapa,
¿verdad? Fred y George saben que Filch conoce cuatro. Y en cuanto a los otros
tres... uno está bloqueado y nadie lo puede atravesar; otro tiene plantado en
la entrada el sauce boxeador; de forma que no se puede salir; y el que acabo de
atravesar yo..., bien..., es realmente difícil distinguir la entrada, ahí
abajo, en el sótano... Así que a menos que supiera que se encontraba allí...
-Conozco todas y cada una de esas entradas y sus salidas,
también conozco uno que otro truco más.
Harry dudó. ¿Y si
Black sabía que la entrada del pasadizo estaba allí? Ron, sin embargo, se
aclaró la garganta y señaló un rótulo que estaba pegado en la parte interior de
la puerta de la tienda:
POR ORDEN DEL
MINISTERIO DE MAGIA
Se recuerda a los clientes que hasta nuevo
aviso los dementores patrullarán las calles cada noche después de la puesta de
sol. Se ha tomado esta medida pensando en la seguridad de los habitantes de
Hogsmeade y se levantará tras la captura de Sirius Black. Es aconsejable, por
lo tanto, que los ciudadanos finalicen las compras mucho antes de que se haga
de noche.
¡Felices Pascuas!
-Siempre supe qué harías colapsar el mundo, era obvio que
pasaría tarde o temprano- intentó bromear Marlene.
Canuto la miro con cierto agradecimiento.
-Por lo menos no me olvidaran fácilmente.
-Todas dicen que eres inolvidable, Black- una caricia al
inflado ego era la mejor manera de mejorar el ánimo de Sirius Black, y funcionó
tanto en el mayor como en el menor.
—¿Lo veis? —dijo Ron
en voz baja—. Me gustaría ver a Black tratando de entrar en Honeydukes con los
dementores por todo el pueblo. De cualquier forma, los propietarios de
Honeydukes lo oirían entrar, ¿no? Viven encima de la tienda.
—Sí, pero... —Parecía
que Hermione se esforzaba por hallar nuevas objeciones—. Mira, a pesar de lo
que digas, Harry no debería venir a Hogsmeade porque no tiene autorización.
¡Si alguien lo descubre se verá en un grave aprieto! Y todavía no ha
anochecido: ¿qué ocurriría si Sirius Black apareciera hoy? ¿Si apareciera
ahora?
—Pues que las pasaría
moradas para localizar aquí a Harry —dijo Ron, señalando con la cabeza la nieve
densa que formaba remolinos al otro lado de las ventanas con parteluz. Vamos,
Hermione, es Navidad. Harry se merece un descanso.
Hermione se mordió el
labio. Parecía muy preocupada.
—¿Me vas a delatar?
—le preguntó Harry con una sonrisa.
Hermione sonrió, Harry no sonreía con frecuencia cuando era
joven pero cuando lo hacía parecía un niño travieso intentando parecer un niño
bueno.
—Claro que no, pero,
la verdad...
—¿Has visto las
Meigas Fritas, Harry? —preguntó Ron, cogiéndolo del brazo y llevándoselo hasta
el tonel en que estaban—. ¿Y las babosas de gelatina? ¿Y las píldoras ácidas?
Fred me dio una cuando tenía siete años. Me hizo un agujero en la lengua.
Recuerdo que mi madre le dio una buena tunda con la escoba. —Ron se quedó
pensativo, mirando la caja de píldoras—. ¿Creéis que Fred picaría y cogería una
cucaracha si le dijera que son cacahuetes?
-Nunca caería en algo tan simple como eso.
Después de pagar los
dulces que habían cogido, salieron los tres a la ventisca de la calle. Hogsmeade
era como una postal de Navidad. Las tiendas y casitas con techumbre de paja
estaban cubiertas por una capa de nieve crujiente. En las puertas había adornos
navideños y filas de velas embrujadas que colgaban de los árboles.
A Harry le dio un
escalofrío. A diferencia de Ron y Hermione, no había cogido su capa.
Molly frunció el ceño, se agarraría un buen resfriado.
Subieron por la
calle, inclinando la cabeza contra el viento. Ron y Hermione gritaban con la
boca tapada por la bufanda.
—Ahí está correos.
—Zonko está allí.
—Podríamos ir a la
cabaña de los gritos.
—Os propongo otra
cosa —dijo Ron, castañeteando los dientes—. ¿Qué tal si tomamos una cerveza de
mantequilla en Las Tres Escobas?
A Harry le apetecía
muchísimo, porque el viento era horrible y tenía las manos congeladas. Así que
cruzaron la calle y a los pocos minutos entraron en el bar. Estaba calentito y
lleno de gente, de bullicio y de humo. Una mujer guapa y de buena figura servía
a un grupo de pendencieros en la barra.
Sirius sonrió de lado, había sido el único alumno de
Hogwarts que había logrado seducir a la preciosa Madame Rosmerta.
—Ésa es la señora
Rosmerta —dijo Ron—. Voy por las bebidas, ¿eh? —añadió sonrojándose un poco.
-Es inevitable- admitió Charlie- esa mujer tiene unas curvas
peligrosas.
Harry y Hermione se
dirigieron a la parte trasera del bar; donde quedaba libre una mesa pequeña,
entre la ventana y un bonito árbol navideño, al lado de la chimenea. Ron
regresó cinco minutos más tarde con tres jarras de caliente y espumosa cerveza
de mantequilla.
—¡Felices Pascuas!
—dijo levantando la jarra, muy contento.
Harry bebió hasta el
fondo. Era lo más delicioso que había probado en la vida, y reconfortaba cada
célula del cuerpo.
-Cachorro, ya conoces el quidditch y la cerveza, faltaba
descubrir una sola cosa más reconfortante que eso- Sirius le guiñó el ojo a
Ginny- pero dado que tienen una camadita a punto de crecer diría que a esta
altura lo conoces muy bien.
Harry sonrió de lado sin poder evitarlo, a la mejor manera
merodeadora.
Una repentina
corriente de aire lo despeinó. Se había vuelto a abrir la puerta de Las Tres
Escobas. Harry echó un vistazo por encima de la jarra y casi se atragantó.
El profesor Flitwick
y la profesora McGonagall acababan de entrar en el bar con una ráfaga de copos
de nieve. Los seguía Hagrid muy de cerca, inmerso en una conversación con un
hombre corpulento que llevaba un sombrero hongo de color verde lima y una capa
de rayas finas: era Cornelius Fudge, el ministro de Magia.
-Demonios.
En menos de un
segundo, Ron y Hermione obligaron a Harry a agacharse y esconderse debajo de la
mesa, empujándolo con las manos. Chorreando cerveza de mantequilla y en
cuclillas, empuñando con fuerza la jarra vacía, Harry observó los pies de los
tres adultos, que se acercaban a la barra, se detenían, se daban la vuelta y
avanzaban hacia donde él estaba.
Hermione susurró:
—¡Mobiliarbo!
El árbol de Navidad
que había al lado de la mesa se elevó unos centímetros, se corrió hacia un lado
y, suavemente, se volvió a posar delante de ellos, ocultándolos.
-Brillante- felicitó Gideon.
Mirando a través de las ramas más bajas y
densas, Harry vio las patas de cuatro sillas que se separaban de la mesa de al
lado, y oyó a los profesores y al ministro resoplar y suspirar mientras se
sentaban.
Luego vio otro par de
pies con zapatos de tacón alto y de color turquesa brillante, y oyó una voz
femenina:
—Una tacita de
alhelí...
—Para mí —indicó la
voz de la profesora McGonagall.
—Dos litros de
hidromiel caliente con especias...
—Gracias, Rosmerta
—dijo Hagrid.
—Un jarabe de cereza
y gaseosa con hielo y sombrilla.
—¡Mmm! —dijo el
profesor Flitwick, relamiéndose.
—El ron de grosella
tiene que ser para usted, señor ministro.
—Gracias, Rosmerta,
querida —dijo la voz de Fudge—. Estoy encantado de volver a verte. Tómate tú
otro, ¿quieres? Ven y únete a nosotros...
—Muchas gracias,
señor ministro.
-Creo que a Fudge también le gustan las curvas de Rosmerta-
se burló Bill. -No lo culpo.
-No tienes de que quejarte, Fleur tiene lo suyo- Fred se
ganó una mala mirada de su hermano mayor.
Harry vio alejarse y
regresar los llamativos tacones. Sentía los latidos del corazón en la garganta.
¿Cómo no se le había ocurrido que también para los profesores era el último fin
de semana del trimestre? ¿Cuánto tiempo se quedarían allí sentados? Necesitaba
tiempo para volver a entrar en Honeydukes a hurtadillas si quería volver al
colegio aquella noche... A la pierna de Hermione le dio un tic.
—¿Qué le trae por
estos pagos, señor ministro? —dijo la voz de la señora Rosmerta.
Harry vio girarse la
parte inferior del grueso cuerpo de Fudge, como si estuviera comprobando que no
había nadie cerca. Luego dijo en voz baja:
—¿Qué va a ser;
querida? Sirius Black. Me imagino que sabes lo que ocurrió en el colegio en
Halloween.
-Ya estamos de nuevo- Sirius apretó la mandíbula.
—Sí, oí un rumor
—admitió la señora Rosmerta.
—¿Se lo contaste a
todo el bar; Hagrid? —dijo la profesora McGonagall enfadada.
Hagrid bajó la cabeza avergonzado.
—¿Cree que Black
sigue por la zona, señor ministro? —susurró la señora Rosmerta.
—Estoy seguro —dijo
Fudge escuetamente.
—¿Sabe que los
dementores han registrado ya dos veces este local? —dijo la señora Rosmerta—.
Me espantaron a toda la clientela. Es fatal para el negocio, señor ministro.
—Rosmerta querida, a
mí no me gustan más que a ti —dijo Fudge con incomodidad—. Pero son precauciones
necesarias... Son un mal necesario. Acabo de tropezarme con algunos: están
furiosos con Dumbledore porque no los deja entrar en los terrenos del castillo.
Dumbledore se mostró impasible, no iba a permitir , sin
importar cuánto enfadara al ministerio, que sus alumnos fueran sometidos a la
presencia de dementores.
—Menos mal —dijo la
profesora McGonagall tajantemente.—¿Cómo íbamos a dar clase con esos monstruos
rondando por allí?
—Bien dicho, bien
dicho —dijo el pequeño profesor Flitwick, cuyos pies colgaban a treinta
centímetros del suelo.
—De todas formas
—objetó Fudge—, están aquí para defendernos de algo mucho peor. Todos sabemos
de lo que Black es capaz...
-Yo no mataría ni una mosca... solo hago mis inocentes
bromitas- la persona que más quería contradecir aquella afirmación era Snape
pero Lily siguió leyendo para ahorrar una discusión.
—¿Sabéis? Todavía me
cuesta creerlo —dijo pensativa la señora Rosmerta—. De toda la gente que se
pasó al lado Tenebroso, Sirius Black era el último del que hubiera pensado...
Quiero decir, lo recuerdo cuando era un raño en Hogwarts. Si me hubierais dicho
entonces en qué se iba a convertir; habría creído que habíais tomado demasiado
hidromiel.
-Mi querida Rosmerta- suspiró Sirius- al menos le sorprende
mi supuesta culpabilidad.
-¿Tu querida Rosmerta? ¿Les dices así a todas las 'queridas'
con quienes te has acostado?- bufó Dorcas, haciendo que Marlene alce una ceja.
Canuto se removió en el asiento nervioso. Tenía debilidad
por las mujeres y se había metido en la mitad de las faldas del colegio...y eso
le traería problemas.
—No sabes la mitad de
la historia, Rosmerta —dijo Fudge con aspereza—. La gente desconoce lo peor.
—¿Lo peor? —dijo la
señora Rosmerta con la voz impregnada de curiosidad—. ¿Peor que matar a toda
esa gente?
—Desde luego, eso
quiero decir —dijo Fudge.
—No puedo creerlo.
¿Qué podría ser peor?
—Dices que te
acuerdas de cuando estaba en Hogwarts, Rosmerta —susurró la profesora
McGonagall—. ¿Sabes quién era su mejor amigo?
—Pues claro —dijo la
señora Rosmerta riendo ligeramente—. Nunca se veía al uno sin el otro. ¡La de
veces que estuvieron aquí! Siempre me hacían reír. ¡Un par de cómicos, Sirius
Black y James Potter!
James sonrió.
A Harry se le cayó la
jarra de la mano, produciendo un fuerte ruido de metal. Ron le dio con el pie.
—Exactamente —dijo la
profesora McGonagall—. Black y Potter. Cabecillas de su pandilla. Los dos eran
muy inteligentes. Excepcionalmente inteligentes. Creo que nunca hemos tenido
dos alborotadores como ellos.
Fred y George la miraron ofendidos, llevándose la mano al
pecho.
—No sé —dijo Hagrid,
riendo entre dientes—. Fred y George Weasley podrían dejarlos atrás.
—¡Cualquiera habría
dicho que Black y Potter eran hermanos! —terció el profesor Flitwick—.
¡Inseparables!
Canuto le apretó el hombro a James con cariño.
—¡Por supuesto que lo
eran! —dijo Fudge—. Potter confiaba en Black más que en ningún otro amigo. Nada
cambió cuando dejaron el colegio. Black fue el padrino de boda cuando James se
casó con Lily. Luego fue el padrino de Harry. Harry no sabe nada, claro. Ya te
puedes imaginar cuánto se impresionaría si lo supiera.
Nadie parecía sorprendido de aquello, pero entonces Lunático
reparó en algo...
-Esperen, Harry cree que Sirius fue el culpable del
asesinato de James y acaba de enterarse que es su padrino.
-Oh, demonios- James frunció el ceño, aquello sería un duro
golpe para Harry.
—¿Por qué Black se
alió con Quien Ustedes Saben? —susurró la señora Rosmerta.
—Aún peor; querida...
—Fudge bajó la voz y continuó en un susurro casi inaudible—. Los Potter no
ignoraban que Quien Tú Sabes iba tras ellos. Dumbledore, que luchaba incansablemente
contra Quien Tú Sabes, tenía cierto número de espías. Uno le dio el soplo y
Dumbledore alertó inmediatamente a James y a Lily.
Severus se removió, era obvio que él había sido quien dio la
pista. Él protegería a Lily aunque le costara la última gota de su sangre.
Les aconsejó
ocultarse. Bien, por supuesto que Quien Tú Sabes no era alguien de quien uno se
pudiera ocultar fácilmente. Dumbledore les dijo que su mejor defensa era el
encantamiento Fidelio.
—¿Cómo funciona eso?
—preguntó la señora Rosmerta, muerta de curiosidad.
El profesor Flitwick
carraspeó.
—Es un encantamiento
tremendamente complicado —dijo con voz de pito— que supone el ocultamiento
mágico de algo dentro de una sola mente. La información se oculta dentro de la
persona elegida, que es el guardián secreto. Y en lo sucesivo es imposible
encontrar lo que guarda, a menos que el guardián secreto opte por divulgarlo. Mientras
el guardián secreto se negara a hablar, Quien Tú Sabes podía registrar el
pueblo en que estaban James y Lily sin encontrarlos nunca, aunque tuviera la
nariz pegada a la ventana de la salita de estar de la pareja.
—¿Así que Black era
el guardián secreto de los Potter? —susurró la señora Rosmerta.
Sirius se derrumbó, apoyó los codos en la mesa y se metió
las manos entre el pelo negro, intentando no sollozar como un niño. Era su
culpa, si él hubiese aceptado ser el guardián si no hubiese tenido aquella
idea...James no habría muerto, era su culpa...
-Canuto...Sirius, nadie te culpa- Lily habló con suavidad-
Hiciste lo posible por proteger a Harry, mira como él te quiere, te elegimos
como padrino y como guardián y si eso se repite, volveremos a hacerlo tantas
veces como sea necesario porque pondríamos nuestra vida en tus manos sin
pensarlo.
-No sabes lo que paso, no sabes el error que cometí...
-No importa lo que paso, confiamos en ti más que en nadie-
cortó James con seriedad. Canuto solo se sentía desbordado, no podía entender
que había pasado, que había hecho y que culpa tenía en la muerte de James, se
sentía agobiado.
—Naturalmente —dijo
la profesora McGonagall—. James Potter le dijo a Dumbledore que Black daría su
vida antes de revelar dónde se ocultaban, y que Black estaba pensando en
ocultarse él también... Y aun así, Dumbledore seguía preocupado. Él mismo se
ofreció como guardián secreto de los Potter.
—¿Sospechaba de
Black? —exclamó la señora Rosmerta.
—Dumbledore estaba
convencido de que alguien cercano a los Potter había informado a Quien Tú Sabes
de sus movimientos —dijo la profesora McGonagall con voz misteriosa—. De hecho,
llevaba algún tiempo sospechando que en nuestro bando teníamos un traidor que
pasaba información a Quien Tú Sabes.
Lily lo supo, Peter había sido, lo supo por su ausencia, por
sus actitudes y por sus debilidades, no sabía como pero sabía que ese traidor
era Pettigrew. No se lo diría a James, él nunca aceptaría que su amigo lo
traicionó, no sin pruebas... debía enterarse a su debido tiempo.
—¿Y a pesar de todo
James Potter insistió en que el guardián secreto fuera Black?
—Así es —confirmó
Fudge—. Y apenas una semana después de que se hubiera llevado a cabo el
encantamiento Fidelio...
—¿Black los
traicionó? —musitó la señora Rosmerta.
—Desde luego. Black
estaba cansado de su papel de espía. Estaba dispuesto a declarar abiertamente
su apoyo a Quien Tú Sabes. Y parece que tenía la intención de hacerlo en el
momento en que murieran los Potter. Pero como sabemos todos, Quien Tú Sabes
sucumbió ante el pequeño Harry Potter. Con sus poderes destruidos,
completamente debilitado, huyó. Y esto dejó a Black en una situación incómoda.
Su amo había caído en el mismo momento en que Black había descubierto su juego.
No tenía otra elección que escapar...
-Maldita sea, ¡nada de eso fue así! ¡Primero muerto antes
que traidor!- parecía algo desquiciado y Remus, el único que entendía su dolor
le pasó el brazo por los hombros como si fuese un niño pequeño.
-Sirius, ya se sabrá la verdad, tranquilo. Respira, mira
aquí los tienes sanos y salvos.
—Sucio y asqueroso
traidor —dijo Hagrid, tan alto que la mitad del bar se quedó en silencio.
Hagrid miró avergonzado y arrepentido al ojigris.
—Chist —dijo la
profesora McGonagall.
—¡Me lo encontré
—bramó Hagrid—, seguramente fui yo el último que lo vio antes de que matara a
toda aquella gente! ¡Fui yo quien rescató a Harry de la casa de Lily y James,
después de su asesinato! Lo saqué de entre las ruinas, pobrecito. Tenía una
herida grande en la frente y sus padres habían muerto... Y Sirius Black
apareció en aquella moto voladora que solía llevar. No se me ocurrió preguntarme
lo que había ido a hacer allí. No sabia que él había sido el guardián secreto
de Lily y James. Pensé que se había enterado del ataque de Quien Vosotros
Sabéis y había acudido para ver en qué podía ayudar. Estaba pálido y
tembloroso. ¿Y sabéis lo que hice? ¡ME PUSE A CONSOLAR A AQUEL TRAIDOR ASESINO!
—exclamó Hagrid.
-Yo...-Sirius se estremeció- yo lloré sobre el cadaver de
James aquella noche y quise vengar su muerte- todos sintieron el peso de la
guerra caer con la misma lentitud que la solitaria lágrima de los ojos grises-
me capturaron y me encerraron doce años en el mismísimo infierno... Esa noche
lo supe, Cornamenta el espejo...no respondiste- nadie entendió salvo James,
aquellos espejos que los conectaban, así era como Sirius lo había sabido por
eso llegó aquella noche y sabía lo que había pasado.
—Hagrid, por favor
—dijo la profesora McGonagall—, baja la voz.
—¿Cómo iba a saber yo
que su turbación no se debía a lo que les había pasado a Lily y a James? ¡Lo
que le turbaba era la suerte de Quien Vosotros Sabéis! Y entonces me dijo:
«Dame a Harry, Hagrid. Soy su padrino. Yo cuidaré de él...»
-¿Tú? -Marlene lo miró sorprendida- Sirius no soportas las
responsabilidades.
-¡Al demonio con eso!- cortó Sirius- Yo me habría hecho
cargo de criarlo y de protegerlo, habría dejado todo por los Potter y lo deje,
perdí mi libertad y gran parte de mi cordura, ¡yo di mi vida por Harry y lo
querido más que a nadie!- Sirius sentía su corazón latirle en las venas, él
había sido el primero en cargar a Harry cuando nació, había cambiado pañales,
había calentado biberones, él le había explicado lo que era el sexo, le había
enseñado trucos para la vida, él había sido tan padre de ese niño como el
propio James. Él, quien siempre se había jactado se no dejarse atrapar por
nadie, había sido capturado por el más inocente amor que se podía brindar.
¡Ja! ¡Pero yo tenía órdenes de Dumbledore y le
dije a Black que no! Dumbledore me había dicho que Harry tenía que ir a casa de
sus tíos. Black discutió, pero al final tuvo que ceder. Me dijo que cogiera su
moto para llevar a Harry hasta la casa de los Dursley. «No la necesito ya», me
dijo.
-Había perdido todo, ¿de que demonios me serviría una moto?-
bufó Canuto tan destrozado como Sirius.
Tendría que haberme
dado cuenta de que había algo raro en todo aquello. Adoraba su moto. ¿Por qué
me la daba? ¿Por qué decía que ya no la necesitaba? La verdad es que una moto
deja demasiadas huellas, es muy fácil de seguir. Dumbledore sabía que él era el
guardián de los Potter. Black tenía que huir aquella noche. Sabía que el
Ministerio no tardaría en perseguirlo. Pero ¿y si le hubiera entregado a Harry,
eh? Apuesto a que lo habría arrojado de la moto en alta mar. ¡Al hijo de su
mejor amigo! Y es que cuando un mago se pasa al lado tenebroso, no hay nada ni
nadie que le importe...
-Merlín santo- Alice palideció- ¡Harry está escuchando todo
aquello!
Lily sintió como su respiración se agitaba, realmente
deseaba que Harry no hiciera ninguna locura después de oír semejante historia.
Tras la perorata de
Hagrid hubo un largo silencio. Luego, la señora Rosmerta dijo con cierta
satisfacción:
—Pero no consiguió
huir; ¿verdad? El Ministerio de Magia lo atrapó al día siguiente.
—¡Ah, si lo
hubiéramos encontrado nosotros...! —dijo Fudge con amargura—. No fuimos
nosotros, fue el pequeño Peter Pettigrew: otro de los amigos de Potter.
Enloquecido de dolor; sin duda, y sabiendo que Black era el guardián secreto de
los Black, él mismo lo persiguió.
Sirius dio un golpe en la mesa que hizo sobresaltar a los
que lo rodeaban.
-¿Peter? ¿Él?- La expresión de James se ensombreció.
-¿Por qué piensas que no está aquí ahora, James?- preguntó
Remus, con suavidad, insinuando lo que ya era inevitable negar.
-¿Él nos traicionó? ¿Por su culpa mataron a Lily?- la
pregunta brotó de sus labios con profundo dolor. Él que había defendido a Peter
de los brabucones de Slytherin, Remus que le había ayudado a hacer sus tareas,
Sirius que le había conseguido citas...Ellos que siempre lo habían apoyado y
defendido....¿Por qué?
-James, piénsalo bien, muy bien, ¿realmente crees que Peter
es alguien de fiar? Ahora que sabes esto, ¿no notas algunas cosas extrañas en
él?- inquirió Remus.
-¡Se supone que es mi amigo! ¡Se supone que era nuestro amigo!
¡Remus, él nos condenó! ¡Por su culpa asesinaron a mi Lily, enviaron a Sirius a
la antesala del infierno y tú estuviste doce malditos años hundido en la
depresión! ¡Arruinó nuestras vidas y dejó huérfano a mi hijo! ¿Por qué?- Lily
lo tomó de la mano y lo miró.
-La vida no siempre es justa James y ser fiel a una persona
no te asegura que esa persona te será fiel a ti, tu conciencia sabe, y la de
Sirius también, que hicieron todo lo que pudieron, pero las traiciones son así,
no las esperas- apretó su mano, dándole apoyo.
—¿Pettigrew...?
¿Aquel gordito que lo seguía a todas partes? —preguntó la señora Rosmerta.
—Adoraba a Black y a
Potter. Eran sus héroes —dijo la profesora McGonagall—. No era tan inteligente
como ellos y a menudo yo era brusca con él. Podéis imaginaros cómo me pesa
ahora... —Su voz sonaba como si tuviera un resfriado repentino.
Minerva sintió un escalofrío. Hablar de una muerte era duro,
pero hablar de una traición tan repugnante como aquella era casi insoportable
para una mujer con sus valores morales.
—Venga, venga,
Minerva —le dijo Fudge amablemente—. Pettigrew murió como un héroe. Los
testigos oculares (muggles, por supuesto, tuvimos que borrarles la memoria...)
nos contaron que Pettigrew había arrinconado a Black. Dicen que sollozaba: «¡A
Lily y a James, Sirius! ¿Cómo pudiste...?» Y entonces sacó la varita. Aunque,
claro, Black fue más rápido. Hizo polvo a Pettigrew.
-Él quiso que mataran a mi hijo- murmuró James con frialdad
irreconocible- ¡EL QUISO DARLE MUERTE A MI BEBÉ DE UN AÑO! ¿QUIÉN DEMONIOS
PUEDE SER TAN DESPRECIABLE?
-Hay cosas que debes saber mucho después- cortó Harry con la
voz ronca- Pettigrew pagó su deuda y acabó muerto.
-Harry no debemos hablar antes de tiempo...-Hermione se veía
preocupada.
-No importa eso ahora, debe saberlo o no podrá seguir
respirando tranquilo.
-¿Él se arrepintió alguna vez?- preguntó James- necesito
saberlo.
-No estoy seguro, aunque murió por no ser capaz de matarme.
-Eres la viva imagen de James, él no sería capaz, no tendría
el coraje de enfrentarse a eso, siempre ha sido un vil cobarde- Sirius escupió
las palabras con desdén.
La profesora
McGonagall se sonó la nariz y dijo con voz llorosa:
—¡Qué chico más
alocado, qué bobo! Siempre fue muy malo en los duelos. Tenía que habérselo
dejado al Ministerio...
—Os digo que si yo
hubiera encontrado a Black antes que Pettigrew, no habría perdido el tiempo con
varitas... Lo habría descuartizado, miembro por miembro —gruñó Hagrid.
Sirius tragó grueso. La idea de ser descuartizado por un
medio gigante no era una atractiva forma de morir.
—No sabes lo que dices,
Hagrid —dijo Fudge con brusquedad—. Nadie salvo los muy preparados Magos de Choque
del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales habría tenido una oportunidad
contra Black, después de haberlo acorralado. En aquel entonces yo era el
subsecretario del Departamento de Catástrofes en el Mundo de la Magia, y fui
uno de los primeros en personarse en el lugar de los hechos cuando Black mató a
toda aquella gente. Nunca, nunca lo olvidaré. Todavía a veces sueño con ello.
Un cráter en el centro de la calle, tan profundo que había reventado las
alcantarillas. Había cadáveres por todas partes. Muggles gritando. Y Black
allí, riéndose, con los restos de Pettigrew delante... Una túnica manchada de
sangre y unos... unos trozos de su cuerpo.
-Fue un verdadero caos- reconoció Sirius- Reí como un maldito
psicópata, es que era tan malo que parecía malditamente estúpido que todo
aquello pudiera pasar en veinticuatro horas.
La voz de Fudge se
detuvo de repente. Cinco narices se sonaron.
—Bueno, ahí lo
tienes, Rosmerta —dijo Fudge con la voz tomada—. A Black se lo llevaron veinte
miembros del Grupo de Operaciones Mágicas Especiales, y Pettigrew fue investido
Caballero de primera clase de la Orden de Merlín, que creo que fue de algún
consuelo para su pobre madre. Black ha estado desde entonces en Azkaban.
Muchos, especialmente quienes tenían cariño por Sirius y las
chicas que suspiraban por él, dejaron correr lagrimas o maldiciones, era tan
injusto que daba impotencia. El traidor condecorado y el leal condenado.
La señora Rosmerta
dio un largo suspiro.
—¿Es cierto que está
loco, señor ministro?
—Me gustaría poder
asegurar que lo estaba —dijo Fudge—. Ciertamente creo que la derrota de su amo
lo trastornó durante algún tiempo. El asesinato de Pettigrew y de todos
aquellos muggles fue la acción de un hombre acorralado y desesperado: cruel,
inútil, sin sentido. Sin embargo, en mi última inspección de Azkaban pude ver a
Black. La mayoría de los presos que hay allí hablan en la oscuridad consigo mismos.
Han perdido el juicio... Pero me quedé sorprendido de lo normal que parecía
Black. Estuvo hablando conmigo con total sensatez. Fue desconcertante. Me dio
la impresión de que se aburría. Me preguntó si había acabado de leer el
periódico. Tan sereno como os podáis imaginar; me dijo que echaba de menos los
crucigramas. Sí, me quedé estupefacto al comprobar el escaso efecto que los
dementores parecían tener sobre él.
-Cuando pierdes toda la alegría, no pueden afectarte mucho-
murmuró, haciendo estremecer a algunos.
Y él era uno de los
que estaban más vigilados en Azkaban, ¿sabéis? Tenía dementores ante la puerta
día y noche.
Quienes conocían a Sirius estaban atónitos y con iguales
expresiones de dolor, ¿como él, después de todo lo que había hecho por el bien,
había terminado con succionadores de almas en la puerta de su celda?
—Pero ¿qué pretende
al fugarse? —preguntó la señora Rosmerta—. ¡Dios mío, señor ministro! No
intentará reunirse con Quien Usted Sabe, ¿verdad?
—Me atrevería a
afirmar que es su... su... objetivo final —respondió Fudge evasivamente—. Pero
esperamos atraparlo antes. Tengo que decir que Quien Tú Sabes, solo y sin
amigos, es una cosa... pero con su más devoto seguidor, me estremezco al pensar
lo poco que tardará en volver a alzarse...
Hubo un sonido hueco,
como cuando el vidrio golpea la madera. Alguien había dejado su vaso.
—Si tiene que cenar
con el director, Cornelius, lo mejor será que nos vayamos acercando al
castillo.
-Eso será información difícil de procesar- comentó Percy,
mirando con cautela a Harry.
Todos los pies que
había ante Harry volvieron a soportar el cuerpo de sus propietarios. La parte
inferior de las capas se balanceó y los llamativos tacones de la señora Rosmerta
desaparecieron tras el mostrador. Volvió a abrirse la puerta de Las Tres
Escobas, entró otra ráfaga de nieve y los profesores desaparecieron.
—¿Harry?
Las caras de Ron y
Hermione se asomaron bajo la mesa. Los dos lo miraron fijamente, sin saber qué
decir.
-El capitulo termino- anunció Lily con un hilo de voz, todo
parecía haberse vuelto más sombrío. La guerra comenzaba a tomar forma frente a
sus ojos.
-Dado que todos estamos algo...alterados, creo que lo más
correcto es que vayan a descansar, mañana proseguiremos con la lectura- anunció
Dumbledore pacíficamente. Pero tardó
mucho tiempo para que todos pudiesen reaccionar.
Quizás mi celu no cargue bien, pero no hay capítulo; bah... No aparece nada. Me gusto el cap anterior, muy bueno. Actualiza cuando puedas, voy a seguir entrando periódicamente para ver si actualizas. Sigue así, no decaigas, ánimo y garra que tus lectores/as te bancamos. Saludos!!
ResponderEliminarNo se lee nada es como si no lo hubieras subido
ResponderEliminarCada cuanto actualizas?
ResponderEliminarChe no me sale nada, subiste un capitulo en El Mapa del Merodeador???
ResponderEliminarHas subido algo? Porque yo tampoco leo nada
ResponderEliminar¿Disculpa soy la única que no puede leer el capitulo ?
ResponderEliminarNo os sale por que primero sube la entrada solo con el titulo y luego a los dias o cuando pueda sube un trozo del cap
ResponderEliminarAaaah gracias! Aclarado eso, dejo de culpar al celu
EliminarLIKE!
ResponderEliminarOOH!!! dios el secreto de los merodeadores, creo que morire, el secreto revelado, completalo pronto esta genial, de todos los fics en los que lo merodeadores leen los libros este es el unico que va en el prisionero de azkaban, y que no esta cancelado o pausado o que ya no actualizan, espero que continúes escribiendo, me gusta mucho es genial y honestamente y desde mi punto de vista los personajes se sienten como si la misma JK Rowling lo hubiera escrito
ResponderEliminarcontinua asi<3
creo querido/a amigo/a que no as leído una historia busca a dait12 fics y veras que el anda en el 3 libro por el capitulo lunático colagusanó canuto y cornamenta y es buena además de esta historia buscala para que veas
EliminarGeniaaal como siempre :D
ResponderEliminarporfa siguelaaaa esta genial de todas las que leo eres la mas avansada
ResponderEliminarnuestra amiga/o estará avanzada pero lee dait12 fics es bueno
EliminarCada cuanto subes ?
ResponderEliminarSolo sale u na pequeñas parte, no actualizaras pronto?Me gusta mucho el Sirius•Marlenne
ResponderEliminarHolaaa, me encanta tu historia, vas a tardar mucho en actualizaar?
ResponderEliminarcuando vuelves actalizar me gusta tu historia
ResponderEliminarIMPORTANTE:
ResponderEliminarMero no está muy bien de salud, está haciendo todo lo posible para regresar, pero es complicado. Con suerte vuelve pronto, pero si no lo hace solo les pido que tengan paciencia. Si quieren saber más busquen su página de Facebook (MerodeadoraSB).
Gracias, por avisarnos, confío en que le mandes saludos y que se mejore pronto.
EliminarActualiza pronto te extraño
ResponderEliminarHola me gustaría saber cuando subes capitulo :3
ResponderEliminarSoy Nueva lectora ;)
Por favor al menos pon una fecha o avanza con la historia en vez de subir historias independientes como el lado sexi d lily plis!
ResponderEliminarHola me gustaría que siguieras la historia m fascina pliss ... gracias
ResponderEliminarYa te echaba de menos gracias por actualizar
ResponderEliminarMe encanta! Segui actualizando porfaaa!!
ResponderEliminarSte capitulo se me sta aciendo interminable!!
ResponderEliminarsigue actualizando porfa! me he leido todas las historias que has puesto hasta la fecha aqui en esta pagina me encantan y sigues sacándome unas risas jajaja
ResponderEliminaresperare la siguiente actualizacion
Actualiza pronto :(
ResponderEliminarsigueee con la novela pliss
ResponderEliminarHola te envió un saludo y te comunico que te he nominado para un premio entre Bloggers!!
ResponderEliminarAquí te dejo el link http://pasadospresentesyfuturosleenloslibos.blogspot.mx/2015/10/liebster-award.html
Hola te envió un saludo y te comunico que te he nominado para un premio entre Bloggers!!
ResponderEliminarAquí te dejo el link http://pasadospresentesyfuturosleenloslibos.blogspot.mx/2015/10/liebster-award.html