Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero disfruten, recuerden que voy subiendo las partes del capítulo en la misma entrada.
Harry Potter y el Prisionero de Azkaban
Capitulo VI: "Posos de té y garras de hipogrifo"
James tomó el libro.
-El capituló se llama posos
de té y garras de hipogrifo.
Cuando Harry, Ron y
Hermione entraron en el Gran Comedor para desayunar al día siguiente, lo
primero que vieron fue a Draco Malfoy, que entretenía a un grupo de gente de
Slytherin con una historia muy divertida. Al pasar por su lado, Malfoy hizo una
parodia de desmayo, coreado por una carcajada general.
-Imbécil- murmuró Marlene.
—No le hagas caso —le
dijo Hermione, que iba detrás de Harry—. Tú, ni el menor caso. No merece la
pena...
—¡Eh, Potter! —gritó
Pansy Parkinson, una chica de Slytherin que tenía la cara como un dogo—.
¡Potter! ¡Que vienen los dementores, Potter! ¡Uuuuuuuuuh!
-Detesto a esa niña.
-Es una versión idiota de Bellatrix- bufó Sirius.
-¿Admites que Bellatrix no es idiota?- repitió Andromeda
sorprendida.
-Desquiciada, transtornada e insoportable si, idiota no.
Harry se dejó caer
sobre un asiento de la mesa de Gryffindor; junto a George Weasley.
—Los nuevos horarios
de tercero —anunció George, pasándolos—. ¿Qué te ocurre, Harry?
—Malfoy —contestó
Ron, sentándose al otro lado de George y echando una mirada desafiante a la
mesa de Slytherin.
-No se burlaran de él, ¿verdad?- cuestionó Charlie.
-Nos decepciona la imagen que tienes de nosotros- protestó
Fred, levemente ofendido.
George alzó la vista
y vio que en aquel momento Malfoy volvía a repetir su pantomima.
—Ese imbécil —dijo
sin alterarse— no estaba tan gallito ayer por la noche, cuando los dementores
se acercaron a la parte del tren en que estábamos. Vino corriendo a nuestro
compartimento, ¿verdad, Fred?
—Casi se moja encima
—dijo Fred, mirando con desprecio a Malfoy.
Todos rieron, haciendo que un casi invisible rubor cubriera
las mejillas pálidas de Draco.
—Yo tampoco estaba
muy contento —reconoció George—. Son horribles esos dementores...
—Se le hiela a uno la
sangre, ¿verdad? —dijo Fred.
—Pero no os
desmayasteis, ¿a que no? —dijo Harry en voz baja.
—No le des más
vueltas, Harry —dijo George—. Mi padre tuvo que ir una vez a Azkaban, ¿verdad,
Ron?, y dijo que era el lugar más horrible en que había estado. Regresó débil y
tembloroso... Los dementores absorben la alegría del lugar en que están. La
mayoría de los presos se vuelven locos allí.
Molly miró orgullosa a sus hijos, se notaba que con el paso
del tiempo los gemelos crecían, nunca
madurarían del todo quizás, pero si se volvían buenos hombres.
—De cualquier modo,
veremos lo contento que se pone Malfoy después del primer partido de quidditch
—dijo Fred—. Gryffindor contra Slytherin, primer partido de la temporada, ¿os
acordáis?
Los Gryffindor sonrieron, especialmente James y Sirius que
observaron al cachorro orgullosos.
La única ocasión en
que Harry y Malfoy se habían enfrentado en un partido de quidditch, Malfoy
había llevado las de perder. Un poco más contento, Harry se sirvió salchichas
y tomate frito.
Hermione se aprendía
su nuevo horario:
—Bien, hoy comenzamos
asignaturas nuevas —dijo alegremente.
—Hermione —dijo Ron
frunciendo el entrecejo y mirando detrás de ella—, se han confundido con tu
horario. Mira, te han apuntado para unas diez asignaturas al día. No hay tiempo
suficiente.
Hermione se sintió un poco cohibida por todas las miradas atónitas
que recibia.
-A mí me gusta aprender, pero creo que eso es excesivo-
comentó Lily.
—Ya me apañaré. Lo he
concertado con la profesora McGonagall.
—Pero mira —dijo Ron
riendo—, ¿ves la mañana de hoy? A las nueve Adivinación y Estudios Muggles y...
—Ron se acercó más al horario, sin podérselo creer—, mira, Aritmancia, todo a
las nueve. Sé que eres muy buena estudiante, Hermione, pero no hay nadie capaz
de tanto. ¿Cómo vas a estar en tres clases a la vez?
-Eso es imposible y aunque fuese malditamente posible, ¿Por
qué alguien querría hacerlo?- cuestionó Sirius.
-Sirius el lenguaje- reprendió Molly, pero el ojigris solo
chasqueo la lengua como si eso no fuese nada para reprender.
—No seas tonto —dijo
Hermione bruscamente—, por supuesto que no voy a estar en tres clases a la vez.
—Bueno, entonces...
—Pásame la mermelada
—le pidió Hermione.
—Pero...
—¿Y a ti qué te
importa si mi horario está un poco apretado, Ron? —dijo Hermione—. Ya te he
dicho que lo he arreglado todo con la profesora McGonagall.
-Eso Ronnie, ¿Por qué te importaba tanto?- se burló Fabian.
-No molesten, es mi esposa después de todo.
-Trece años y ya perseguía a su esposa, te salió precoz el
niño- comentó George a Molly.
-Más respeto que soy tu madre.
En ese momento entró
Hagrid en el Gran Comedor. Llevaba puesto su abrigo largo de ratina y de una de
sus enormes manos colgaba un turón muerto, que se balanceaba.
—¿Va todo bien? —dijo
con entusiasmo, deteniéndose camino de la mesa de los profesores—. ¡Estáis en
mi primera clase! ¡Inmediatamente después del almuerzo! Me he levantado a las
cinco para prepararlo todo. Espero que esté bien... Yo, profesor...,
francamente...
Algunos, especialmente los Ravenclaw tenían serias dudas
sobre la capacidad de enseñanza del semi gigante, pero la gran mayoría de los
estudiantes estaban sonriendo.
Les dirigió una
amplia sonrisa y se fue hacia la mesa de los profesores, balanceando el turón.
—Me pregunto qué
habrá preparado —dijo Ron con curiosidad.
El Gran Comedor se
vaciaba a medida que la gente se marchaba a la primera clase. Ron comprobó el
horario.
—Lo mejor será que
vayamos ya. Mirad, el aula de Adivinación está en el último piso de la torre
norte. Tardaremos unos diez minutos en llegar...
-Nunca me ha gustado adivinación- lamentó Lily.
-Oh vamos, es la mejor clase, inventas cualquier cosa y no
pueden reprobarte porque no saben que ve tu adivinador interno- se burló Canuto.
Terminaron aprisa el
desayuno, se despidieron de Fred y de George, y volvieron a atravesar el Gran
Comedor. Al pasar al lado de la mesa de Slytherin, Malfoy volvió a repetir la
pantomima. Las estruendosas carcajadas acompañaron a Harry hasta el vestíbulo.
Astoria suspiró, no podía evitar enfadarse con el Draco del
libro a pesar de que el rubio junto a ella era mucho mas maduro que ese.
El trayecto hasta la
torre norte era largo. Los dos años que llevaban en Hogwarts no habían bastado
para conocer todo el castillo, y ni siquiera habían estado nunca en el interior
de la torre norte.
James hizo una mueca, debía enseñarle a su hijo a no seguir
las reglas del colegio.
—Tiene... que...
haber... un atajo —dijo Ron jadeando, mientras ascendían la séptima larga
escalera y salían a un rellano que veían por primera vez y donde lo único que
había era un cuadro grande que representaba únicamente un campo de hierba.
—Me parece que es por
aquí —dijo Hermione, echando un vistazo al corredor desierto que había a la
derecha.
—Imposible —dijo
Ron—. Eso es el sur. Mira: por la ventana puedes ver una parte del lago...
Sirius jugueteó con el cabello de Tonks aburrido, no era
paciente y quería que sucediera algo interesante o divertido.
Harry observó el
cuadro. Un grueso caballo tordo acababa de entrar en el campo y pacía
despreocupadamente. Harry estaba acostumbrado a que los cuadros de Hogwarts
tuvieran movimiento y a que los personajes se salieran del marco para ir a
visitarse unos a otros, pero siempre se había divertido viéndolos. Un momento
después, haciendo un ruido metálico, entró en el cuadro un caballero rechoncho
y bajito, vestido con armadura, persiguiendo al caballo. A juzgar por las
manchas de hierba que había en sus rodilleras de hierro, acababa de caerse.
-Oh mierda- Fabian rodó los ojos, sabía que cuadro era y
sería un completo dolor de cabeza.
—¡Pardiez! —gritó,
viendo a Harry, Ron y Hermione—. ¿Quiénes son estos villanos que osan
internarse en mis dominios? ¿Acaso os mofáis de mi caída? ¡Desenvainad, bellacos!
Se asombraron al ver
que el pequeño caballero sacaba la espada de la vaina y la blandía con
violencia, saltando furiosamente arriba y abajo. Pero la espada era demasiado
larga para él. Un movimiento demasiado violento le hizo perder el equilibrio y
cayó de bruces en la hierba.
—¿Se encuentra usted
bien? —le preguntó Harry, acercándose al cuadro.
—¡Atrás, vil bellaco!
¡Atrás, malandrín!
Hermione se pellizcó el puente de la nariz, exasperada.
El caballero volvió a
empuñar la espada y la utilizó para incorporarse, pero la hoja se hundió
profundamente en el suelo, y aunque tiró de ella con todas sus fuerzas, no pudo
sacarla. Finalmente, se dejó caer en la hierba y se levantó la visera del
casco para limpiarse la cara empapada en sudor.
—Disculpe —dijo
Harry, aprovechando que el caballero estaba exhausto—, estamos buscando la
torre norte. ¿Por casualidad conoce usted el camino?
—¡Una empresa! —La
ira del caballero desapareció al instante. Se puso de pie haciendo un ruido
metálico y exclamó—: ¡Vamos, seguidme, queridos amigos, y hallaremos lo que
buscamos o pereceremos en el empeño! —Volvió a tirar de la espada sin ningún
resultado, intentó pero no pudo montar en el caballo, y exclamó—: ¡A pie, pues,
bravos caballeros y gentil señora! ¡Vamos!
-¿Gentil señora?- repitió Ginny con una risita.
Y corrió por el lado
izquierdo del marco, haciendo un fuerte ruido metálico.
Corrieron tras él por
el pasillo, siguiendo el sonido de su armadura. De vez en cuando lo localizaban
delante de ellos, cruzando un cuadro.
—¡Endureced vuestros
corazones, lo peor está aún por llegar! —gritó el caballero, y lo volvieron a
ver enfrente de un grupo alarmado de mujeres con miriñaque, cuyo cuadro colgaba
en el muro de una estrecha escalera de caracol.
Jadeando, Harry, Ron
y Hermione ascendieron los escalones mareándose cada vez más, hasta que oyeron
un murmullo de voces por encima de ellos y se dieron cuenta de que habían
llegado al aula.
-Los cuadros son realmente útiles, al menos los amables-
comentó Alice.
-Y más cuando no somos precisamente una brújula- admitió
Frank.
—¡Adiós! —gritó el
caballero asomando la cabeza por el cuadro de unos monjes de aspecto
siniestro—. ¡Adiós, compañeros de armas! ¡Si en alguna ocasión necesitáis un
corazón noble y un temple de acero, llamad a sir Cadogan!
—Sí, lo haremos
—murmuró Ron cuando desapareció el caballero—, si alguna vez necesitamos a un
chiflado.
-Ron, él te ayudo, por muy extrañó que sea- reprendió Molly.
Subieron los
escalones que quedaban y salieron a un rellano diminuto en el que ya aguardaba
la mayoría de la clase. No había ninguna puerta en el rellano; Ron golpeó a
Harry con el codo y señaló al techo, donde había una trampilla circular con
una placa de bronce.
—Sybill Trelawney,
profesora de Adivinación —leyó Harry—. ¿Cómo vamos a subir ahí?
-¿Trelawney? Estaba en mi curso, estaba desquiciada- se
sorprendió Andromeda.
-Cada vez dudo mas de que Dumbledore este en sus cabales a
la hora de contratar- Remus sonrió tristemente ante el comentario de Sirius-
Oh, no lo decía por ti… que susceptible eres.
Como en respuesta a
su pregunta, la trampilla se abrió de repente y una escalera plateada descendió
hasta los pies de Harry. Todos se quedaron en silencio.
—Tú primero —dijo Ron
con una sonrisa, y Harry subió por la escalera delante de los demás.
-Que caballero, Ron- rió Harry.
-Si alguien hacía el ridículo no quería ser yo.
-Muchas gracias, lo aprecio mucho.
Fue a dar al aula de
aspecto más extraño que había visto en su vida. No se parecía en nada a un
aula; era algo a medio camino entre un ático y un viejo salón de té. Al menos
veinte mesas circulares, redondas y pequeñas, se apretujaban dentro del aula,
todas rodeadas de sillones tapizados con tela de colores y de cojines pequeños
y redondos. Todo estaba iluminado con una luz tenue y roja. Había cortinas en
todas las ventanas y las numerosas lámparas estaban tapadas con pañoletas
rojas. Hacía un calor agobiante, y el fuego que ardía en la chimenea, bajo una
repisa abarrotada de cosas, calentaba una tetera grande de cobre y emanaba una
especie de perfume denso. Las estanterías de las paredes circulares estaban
llenas de plumas polvorientas, cabos de vela, muchas barajas viejas, infinitas
bolas de cristal y una gran cantidad de tazas de té.
Todos entre sí sorprendidos, no se parecía a nada a algo que
ellos hubiesen conocido. Su aula de adivinación era una aula común y corriente,
no aquella sala sacada de una fería.
Ron fue a su lado
mientras la clase se iba congregando alrededor; entre murmullos.
—¿Dónde está la
profesora? —preguntó Ron.
De repente salió de
las sombras una voz suave:
—Bienvenidos —dijo—.
Es un placer veros por fin en el mundo físico.
-¿Por qué me suena a una fraude de
te-leo-la-mano-por-dos-centavos?- murmuró Lily.
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La inmediata
impresión de Harry fue que se trataba de un insecto grande y brillante. La
profesora Trelawney se acercó a la chimenea y vieron que era sumamente delgada.
Sus grandes gafas aumentaban varias veces el tamaño de sus ojos y llevaba
puesto un chal de gasa con lentejuelas. De su cuello largo y delgado colgaban
innumerables collares de cuentas, y tenía las manos llenas de anillos y los
brazos de pulseras.
Canuto hizo una mueca, el era de los hombres que creían que
ninguna mujer era fea, que para gustos los colores, por mas que él fuese muy
selectivo con sus conquistas… pero una mantis religiosa con lentejuelas no
sonaba realmente atractivo para nadie.
—Sentaos, niños míos,
sentaos —dijo, y todos se encaramaron torpemente a los sillones o se hundieron
en los cojines. Harry, Ron y Hermione se sentaron a la misma mesa redonda.
-Predecible.
—Bienvenidos a la
clase de Adivinación —dijo la profesora Trelawney, que se había sentado en un
sillón de orejas, delante del fuego—. Soy la profesora Trelawney. Seguramente
es la primera vez que me veis. Noto que descender muy a menudo al bullicio del
colegio principal nubla mi ojo interior.
Todos estaban con expresiones de desconcierto ante tan
excéntrica persona.
Nadie dijo nada ante
esta extraordinaria declaración. Con movimientos delicados, la profesora
Trelawney se puso bien el chal y continuó hablando:
—Así que habéis
decidido estudiar Adivinación, la más difícil de todas las artes mágicas.
Minerva frunció el ceño en desacuerdo.
Debo advertiros desde
el principio de que si no poseéis la Vista, no podré enseñaros prácticamente
nada. Los libros tampoco os ayudarán mucho en este terreno... —Al oír estas
palabras, Harry y Ron miraron con una sonrisa burlona a Hermione, que parecía
asustada al oír que los libros no iban a ser de mucha utilidad en aquella
asignatura.
La castaña los miró con reproche, haciendo que sonrieran
divertidos.
— Hay numerosos magos
y brujas que, aun teniendo una gran habilidad en lo que se refiere a transformaciones,
olores y desapariciones súbitas, son incapaces de penetrar en los velados
misterios del futuro —continuó la profesora Trelawney, recorriendo las caras
nerviosas con sus ojos enormes y brillantes—. Es un don reservado a unos pocos.
-¿Esta demente?- cuestionó James.
-Dumbledore habrá tenido alguna razón para contratarla-
respondió Lily, con dudoso convencimiento.
—Dime, muchacho —dijo
de repente a Neville, que casi se cayó del cojín—, ¿se encuentra bien tu
abuela?
—Creo que sí —dijo
Neville tembloroso.
—Yo en tu lugar no
estaría tan seguro, querido —dijo la profesora Trelawney. El fuego de la
chimenea se reflejaba en sus largos pendientes de color esmeralda. Neville
tragó saliva.
Frank hizo una mueca de preocupación.
-Son puros desvaríos- tranquilizo Alice.
La profesora
Trelawney prosiguió plácidamente—. Durante este curso estudiaremos los métodos
básicos de adivinación. Dedicaremos el primer trimestre a la lectura de las
hojas de té. El segundo nos ocuparemos en quiromancia. A propósito, querida mía
—le soltó de pronto a Parvati Patil—, ten cuidado con cierto pelirrojo.
Fabian sonrió pícaramente y Gideon carraspeó.
-Es irónico que le haya dicho eso, porque tu fuiste al baile
con su hermana- comentó Hermione.
-No es que lo haya pasado muy bien- gruñó Ron.
-Supera el asunto de Victor, Ronald- bufó Ginny.
Parvati miró con un
sobresalto a Ron, que estaba inmediatamente detrás de ella, y alejó de él su
sillón.
—Durante el último
trimestre —continuó la profesora Trelawney—, pasaremos a la bola de cristal si
la interpretación de las llamas nos deja tiempo. Por desgracia, un
desagradable brote de gripe interrumpirá las clases en febrero. Yo misma
perderé la voz. Y en torno a Semana Santa, uno de vosotros nos abandonará para
siempre.
-¿Cómo se le ocurre decirles esas cosas?- cuestionó Flitwick
escandalizado.
Un silencio muy tenso
siguió a este comentario, pero la profesora Trelawney no pareció notarlo—.
Querida —añadió dirigiéndose a Lavender Brown, que era quien estaba más cerca
de ella y que se hundió contra el respaldo del sillón—, ¿me podrías pasar la
tetera grande de plata? Lavender dio un suspiro de alivio, se levantó, cogió
una enorme tetera de la estantería y la puso sobre la mesa, ante la profesora
Trelawney.
—Gracias, querida. A
propósito, eso que temes sucederá el viernes 16 de octubre. —Lavender tembló.
-No se si es deprimente o delirante-comentó Marlenne.
-Ambas cosas, creo.
-Esta mal querer asustar a niños de trece años- reprobó
Remus.
-Niégame que es un poquito divertido, ya sabes, espantarlos
y…No, no es divertido- se corrigió Canuto ante la mala mirada de Lily, Hermione
y Molly.
—Ahora quiero que os
pongáis por parejas. Coged una taza de la estantería, venid a mí y os la
llenaré. Luego sentaos y bebed hasta que sólo queden los posos. Removed
entonces los posos agitando la taza tres veces con la mano izquierda y poned
luego la taza boca abajo en el plato. Esperad a que haya caído la última gota
de té y pasad la taza a vuestro compañero, para que la lea. Interpretaréis los
dibujos dejados por los posos utilizando las páginas 5 y 6 de Disipar las
nieblas del futuro. Yo pasaré a ayudaros y a daros instrucciones. ¡Ah!,
querido... —asió a Neville por el brazo cuando el muchacho iba a levantarse—
cuando rompas la primera taza, ¿serás tan amable de coger una de las azules?
Las de color rosa me gustan mucho.
-Eso no es ninguna predicción, solo lo puso nervioso y por
eso rompió la taza- explicó Hermione con escepticismo.
Como es natural, en
cuanto Neville hubo alcanzado la balda de las tazas, se oyó el tintineo de la
porcelana rota. La profesora Trelawney se dirigió a él rápidamente con una
escoba y un recogedor; y le dijo:
—Una de las azules,
querido, si eres tan amable. Gracias...
Cuando Harry y Ron
llenaron las tazas de té, volvieron a su mesa y se tomaron rápidamente la
ardiente infusión. Removieron los posos
como les había indicado la profesora Trelawney, y después secaron las tazas y
las intercambiaron.
-Esto será divertido- suspiró James con una sonrisa, él
siempre inventaba las mejores historias en adivinación.
—Bien —dijo Ron,
después de abrir los libros por las páginas 5 y 6—. ¿Qué ves en la mía?
—Una masa marrón y
empapada —respondió Harry. El humo fuertemente perfumado de la habitación lo
adormecía y atontaba.
-No hay gran ojo interno, ¿eh, Harry?- se burló Dorcas.
—¡Ensanchad la mente,
queridos, y que vuestros ojos vean más allá de lo terrenal! —exclamó la
profesora Trelawney sumida en la penumbra.
Harry intentó
recobrarse:
—Bueno, hay una
especie de cruz torcida... —dijo consultando Disipar las nieblas del futuro—.
Eso significa que vas a pasar penalidades y sufrimientos... Lo siento... Pero
hay algo que podría ser el sol. Espera, eso significa mucha felicidad... Así
que vas a sufrir; pero vas a ser muy feliz...
—Si te interesa mi
opinión, tendrían que revisarte el ojo interior —dijo Ron, y tuvieron que
contener la risa cuando la profesora Trelawney los miró.
-Creo que eres miope del interno también, cariño- dijo la
pelirroja divertida.
—Ahora me toca a
mí... —Ron miró con detenimiento la taza de Harry, arrugando la frente a causa
del esfuerzo. Hay una mancha en forma de sombrero hongo —dijo—. A lo mejor vas
a trabajar para el Ministerio de Magia... —Volvió la taza—. Pero por este lado
parece más bien como una bellota... ¿Qué es eso? —Cotejó su ejemplar de
Disipar las nieblas del futuro—. Oro inesperado, como caído del cielo. Estupendo,
me podrás prestar. Y aquí hay algo —volvió a girar la taza— que parece un
animal. Sí, si esto es su cabeza... parece un hipo..., no, una oveja...
Nadie contuvo su risa ante las predicciones de Ron. Algunos reían a carcajadas y otros contenían la
risa.
-Oye Ron- Hermione le quito el libro a James y releyó lo que
Ron predijo- Harry si trabaja en el ministerio, si gano oro inesperado con lo
torneo y tuvimos la clase con el hipogrifo poco después- el pelirrojo y el
ojiverde abrieron la boca sorprendidos, al igual que el resto.
-¿Eso quiere decir que si funciona el ojos interior?
-Es eso o tienes una sorprendente suerte para las
coincidencias- respondió Bill.
La profesora
Trelawney dio media vuelta al oír la carcajada de Harry.
-Disimular nunca ha sido de tus mejores cualidades.
—Déjame ver eso,
querido —le dijo a Ron, en tono recriminatorio, y le quitó la taza de Harry
Todos se quedaron en silencio, expectantes. La profesora Trelawney miraba
fijamente la taza de té, girándola en sentido contrario a las agujas del reloj.
—El halcón...
querido, tienes un enemigo mortal.
—Eso lo sabe todo el
mundo —dijo Hermione en un susurro alto. La profesora Trelawney la miró
fijamente—. Todo el mundo sabe lo de Harry y Quien Usted Sabe.
-tema ideal para una clase con niños de trece años- comento
Charlie con sarcasmo.
Harry y Ron la
miraron con una mezcla de asombro y admiración.
-¿A la loca?
-No, a Hermione.
Nunca la habían visto
hablar así a un profesor. La profesora Trelawney prefirió no contestar. Volvió
a bajar sus grandes ojos hacia la taza de Harry y continuó girándola.
—La porra... un
ataque. Vaya, vaya... no es una taza muy alegre...
—Creí que era un
sombrero hongo —reconoció Ron con vergüenza.
—La calavera...
peligro en tu camino...
Toda la clase
escuchaba con atención, sin moverse. La profesora Trelawney dio una última
vuelta a la taza, se quedó boquiabierta y gritó.
Oyeron romperse otra
taza; Neville había vuelto a hacer añicos la suya. La profesora Trelawney se
dejó caer en un sillón vacío, con la mano en el corazón y los ojos cerrados.
Minerva puso los ojos en blanco, aquella mujer le parecía
por demás exagerada.
—Mi querido chico...
mi pobre niño... no... es mejor no decir... no... no me preguntes...
—¿Qué es, profesora?
—dijo inmediatamente Dean Thomas. Todos se habían puesto de pie y rodearon la
mesa de Ron, acercándose mucho al sillón de la profesora Trelawney para poder
ver la taza de Harry.
-Oh genial, como si Harry no atrajera suficiente atención
por si solo.
—Querido mío —abrió
completamente sus grandes ojos—, tienes el Grim.
-¿El grinch?- pregunto Tonks con una mueca- ¿Por qué no te
gusta la navidad, idiota?- recriminó al ojiverde.
-¡Nymphadora, no le digas idiota!
-¡Pero es un idiota, mira que para no gustarle la navidad!
-Pero si me gusta la navidad- se defendió Harry.
-¿Y porque tienes el Grinch, eh?
-¡Porque no era el grinch!
-¿Qué demonios es el grinch? ¿y porque una niña de siete
años te llama idiota?- preguntó Ginny.
-Es un cuento muggle- explicó Andromeda con un suspiro,
tendría que hablar con Ted sobre los cuentos y el fanatismo de la niña.
—¿El qué? —preguntó
Harry.
Estaba claro que
había otros que tampoco comprendían; Dean Thomas lo miró encogiéndose de
hombros, y Lavender Brown estaba anonadada, pero casi todos se llevaron la mano
a la boca, horrorizados.
-Estupida-murmuró Hermione.
—¡El Grim, querido,
el Grim! —exclamó la profesora Trelawney, que parecía extrañada de que Harry no
hubiera comprendido—. ¡El perro gigante y espectral que ronda por los
cementerios! Mi querido chico, se trata de un augurio, el peor de los augurios...
el augurio de la muerte.
-No creo que sea el Grim lo que la profesora vio- comentó enigmáticamente
Remus, dándole una mirada a Sirius.
El estómago le dio un
vuelco a Harry. Aquel perro de la cubierta del libro Augurios de muerte, en
Flourish y Blotts, el perro entre las sombras de la calle Magnolia... Ahora también
Lavender Brown se llevó las manos a la boca. Todos miraron a Harry; todos
excepto Hermione, que se había levantado y se había acercado al respaldo del
sillón de la profesora Trelawney.
—No creo que se
parezca a un Grim —dijo Hermione rotundamente.
-Ese momento en que Hermione Granger contradice a un
profesor- comentó Sirius con una sonrisa- eres irritante a veces cariño, pero
me agradas cuando quieres.
-Gracias Sirius, aprecio tu cariño- ironizó.
La profesora
Trelawney examinó a Hermione con creciente desagrado.
—Perdona que te lo
diga, querida, pero percibo muy poca aura a tu alrededor. Muy poca receptividad
a las resonancias del futuro.
Seamus Finnigan movía
la cabeza de un lado a otro.
—Parece un Grim si
miras así —decía con los ojos casi cerrados—, pero así parece un burro —añadió
inclinándose a la izquierda.
-Es imposible saberlo, adivinación es demasiado inexacto y
si se me permite, creo que es pura habladuría- cortó Minerva, sorprendiendo a
varios por desestimar de esa manera una materia.
—¡Cuando hayáis
terminado de decidir si voy a morir o no...! —dijo Harry, sorprendiéndose
incluso a sí mismo. Nadie quería mirarlo.
-Es impresionante como haces que todos estén pendientes de
ti y te ignoren al mismo tiempo.
—Creo que hemos
concluido por hoy —dijo la profesora Trelawney con su voz más leve—. Sí... por
favor; recoged vuestras cosas...
Silenciosamente, los
alumnos entregaron las tazas de té a la profesora Trelawney, recogieron los
libros y cerraron las mochilas. Incluso Ron evitó los ojos de Harry.
—Hasta que nos veamos
de nuevo —dijo débilmente la profesora Trelawney—, que la buena suerte os
acompañe. Ah, querido... —señaló a Neville—, llegarás tarde a la próxima
clase, así que tendrás que trabajar un poco más para recuperar el tiempo
perdido.
-No tiene mucha gracia pronosticar algo que todos sabemos
iba a pasar- dijo Neville, encogiéndose de hombros.
Harry, Ron y Hermione
bajaron en silencio la escalera de mano del aula y luego la escalera de
caracol, y luego se dirigieron a la clase de Transformaciones de la profesora
McGonagall. Tardaron tanto en encontrar el aula que, aunque habían salido de
la clase de Adivinación antes de la hora, llegaron con el tiempo justo.
Harry eligió un
asiento que estaba al final del aula, sintiéndose el centro de atención: el
resto de la clase no dejaba de dirigirle miradas furtivas, como si estuviera a
punto de caerse muerto.
Lily frunció el seño, aquella maestra loca le estaba
haciendo pasar un mal rato a su niño.
Apenas oía lo que la
profesora McGonagall les decía sobre los animagos (brujos que pueden transformarse
a voluntad en animales),
Los merodeadores sonrieron sin poder evitarlo.
y no prestaba la menor atención cuando ella
se transformó ante los ojos de todos en una gata atigrada con marcas de gafas
alrededor de los ojos.
—¿Qué os pasa hoy?
—preguntó la profesora McGonagall, recuperando la normalidad con un pequeño
estallido y mirándolos—. No es que tenga importancia, pero es la primera vez
que mi transformación no consigue arrancar un aplauso de la clase.
-El ego de Minnie a quedado herido, pobre Minnie- canturreo
Canuto.
Todos se volvieron
hacia Harry, pero nadie dijo nada. Hermione levantó la mano.
—Por favor;
profesora. Acabamos de salir de nuestra primera clase de Adivinación y...
hemos estado leyendo las hojas de té y..
—¡Ah, claro! —exclamó
la profesora McGonagall, frunciendo el entrecejo de repente—. No tiene que
decir nada más, señorita Granger. Decidme, ¿quién de vosotros morirá este año?
Todos la miraron
fijamente.
-Esto se pondrá bueno- James se frotó las manos, Minerva era
de los mas severos profesores, pero cuando quería era muy sarcástica y
graciosa.
—Yo —respondió por
fin Harry
—Ya veo —dijo la
profesora McGonagall, clavando en Harry sus ojos brillantes y redondos como
canicas—. Pues tendrías que saber, Potter, que Sybill Trelawney, desde que
llegó a este colegio, predice la muerte de un alumno cada año. Ninguno ha
muerto todavía.
-Un verdadero alivio- susurró Molly.
Ver augurios de
muerte es su forma favorita de dar la bienvenida a una nueva promoción de
alumnos. Si no fuera porque nunca hablo mal de mis colegas... —La profesora
McGonagall se detuvo en mitad de la frase y los alumnos vieron que su nariz se
había puesto blanca. Prosiguió con más calma—: La adivinación es una de las
ramas más imprecisas de la magia. No os ocultaré que la adivinación me hace
perder la paciencia. Los verdaderos videntes son muy escasos, y la profesora
Trelawney...
-Tengo un pequeño presentimiento de que no le agrada mucho
la loca- comento con ironía Marlenne.
Volvió a detenerse y
añadió en tono práctico—: Me parece que tienes una salud estupenda, Potter;
así que me disculparás que no te perdone hoy los deberes de mañana. Te aseguro
que si te mueres no necesitarás entregarlos.
Todos rompieron en carcajadas, incluso Dumbledore no pudo
evitar soltar una risita.
Hermione se echó a
reír. Harry se sintió un poco mejor. Lejos del aula tenuemente iluminada por
una luz roja y del perfume agobiante, era más difícil aterrorizarse por unas
cuantas hojas de té.
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-La adivinación es una tontería, no digo que no sea cierto
que se puede adivinar el futuro- aclaró Hermione, pensando en la profecía-
¿pero algo tan inexacto como hojas es de té? Donde tu viste un perro, Ron puede
ver un caballo y un yo un elefante, da igual porque solo son formas.
Sin embargo, no todo
el mundo estaba convencido. Ron seguía preocupado y Lavender susurró:
—Pero ¿y la taza de
Neville?
Hermione puso los ojos en blanco.
Cuando terminó la
clase de Transformaciones, se unieron a la multitud que se dirigía
bulliciosamente al Gran Comedor; para el almuerzo.
—Animo, Ron —dijo
Hermione, empujando hacia él una bandeja de estofado—. Ya has oído a la
profesora McGonagall.
Ron se sirvió
estofado con una cuchara y cogió su tenedor; pero no empezó a comer.
-¿Ron no come? Vaya que se quedo afectado el niño- murmuró
Sirius.
—Harry —dijo en voz
baja y grave—, tú no has visto en ningún sitio un perro negro y grande,
¿verdad?
—Sí, lo he visto
—dijo Harry—. Lo vi la noche que abandoné la casa de los Dursley.
James no pudo evitar soltar una risita, junto con Canuto.
Negando con la cabeza divertido.
Ron dejó caer el
tenedor; que hizo mucho ruido.
—Probablemente, un
perro callejero —dijo Hermione muy tranquila.
Ron miró a Hermione
como si se hubiera vuelto loca.
—Hermione, si Harry
ha visto un Grim, eso es... eso es terrible —aseguró—. Mi tío Bilius vio uno
y.. ¡murió veinticuatro horas más tarde!
-Pobre Bilius, era genial en las fiestas- se lamentó Bill.
—Casualidad —arguyó
Hermione sin darle importancia, sirviéndose zumo de calabaza.
—¡No sabes lo que
dices! —dijo Ron empezando a enfadarse—. Los Grims ponen los pelos de punta a
la mayoría de los brujos.
—Ahí tienes la prueba
—dijo Hermione en tono de superioridad—. Ven al Grim y se mueren de miedo. El
Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte! Y Harry todavía está con
nosotros porque no es lo bastante tonto para ver uno y pensar: «¡Me marcho al
otro barrio!»
Algunos rieron sin
poder evitarlo mientras que otros, los mas supersticiosos, aun tenían
una mueca de preocupación.
Ron movió los labios
sin pronunciar nada, para que Hermione comprendiera sin que Harry se enterase.
Hermione abrió la mochila, sacó su libro de Aritmancia y lo apoyó abierto en la
jarra de zumo.
—Creo que la
adivinación es algo muy impreciso —dijo buscando una página—; si quieres saber
mi opinión, creo que hay que hacer muchas conjeturas.
—No había nada de
impreciso en el Grim que se dibujó en la taza —dijo Ron acalorado.
-¿Querías que se muera o qué?- protestó Ginny- Querías
dejarme viuda desde antes de que este idiota se fijara que existo.
-¿Qué tiene que ver eso…?- preguntó Ron confundido.
-Está embarazada, déjala, lo siento- Harry la abrazó y le
beso el hombro. Dos cosas que hacer para llevarte bien con tu mujer embarazada,
dale la razón y pide perdón todo el tiempo y si puedes halagarla y decirle que
esta delgada, mejor. Eso o dejar que te
arroje con algo, pero la primera opción era menos dolorosa.
—No estabas tan
seguro de eso cuando le decías a Harry que se trataba de una oveja —repuso
Hermione con serenidad.
—¡La profesora
Trelawney dijo que no tenías un aura adecuada para la adivinación! Lo que pasa
es que no te gusta no ser la primera de la clase.
-Eres un idiota Ronald- bufó Hermione.
-¿Y ahora a ti que te pasa?- pero la castaña habría cruzado
sus brazos y Ginny alzó una ceja. El humor de Hermione era cada vez más
cambiante y había notado que su amiga se mareaba al levantarse en un par de
ocasiones…
Acababa de poner el
dedo en la llaga. Hermione golpeó la mesa con el libro con tanta fuerza que
salpicó carne y zanahoria por todos lados.
—Si ser buena en
Adivinación significa que tengo que hacer como que veo augurios de muerte en
los posos del té, no estoy segura de que vaya a seguir estudiando mucho tiempo
esa asignatura. Esa clase fue una porquería comparada con la de Aritmancia.
El profesor de adivinación hizo una exclamación de
indignación.
Cogió la mochila y se
fue sin despedirse. Ron la siguió con la vista, frunciendo el entrecejo.
—Pero ¿de qué habla?
¡Todavía no ha asistido a ninguna clase de Aritmancia!
-Hermione, ¿soy yo o estas haciendo algo raro con las
clases?- interrogó Marlenne.
-Todo esta en el libro.
A Harry le encantó salir del castillo después
del almuerzo. La lluvia del día anterior había terminado; el cielo era de un
gris pálido, y la hierba estaba mullida y húmeda bajo sus pies cuando se
pusieron en camino hacia su primera clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.
Hagrid se removió en su asiento ancioso.
Ron y Hermione no se
dirigían la palabra. Harry caminaba a su lado, en silencio, mientras
descendían por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque
prohibido.
-Pasas mucho tiempo en silencio, para ser que tu padre es la
persona mas habladora que conozco- comentó Lily.
-¡ey!- James la miró ofendido.
-Nunca dije que fuera algo malo, eres entretenido.
-Genial, salvo que es un adjetivo bueno para decirle a un
perro no a tu novio… sin ofender a los presentes- aclaró mirando a ambos Sirius
que se encogieron de hombros de igual manera.
Sólo cuando vio
delante tres espaldas que le resultaban muy familiares, se dio cuenta de que
debían de compartir aquellas clases con los de Slytherin. Malfoy decía algo animadamente
a Crabbe y Goyle, que se reían a carcajadas. Harry creía saber de qué hablaban.
Astoria puso los ojos en blanco. Sabía que durante la
lectura volvería a ver ante sus ojos al Draco cruel y mezquino que recordaba de
sus primeros años en Hogwarts.
Hagrid aguardaba a
sus alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar; cubierto
con su abrigo de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.
—¡Vamos, daos prisa!
—gritó a medida que se aproximaban sus alumnos—. ¡Hoy tengo algo especial para
vosotros! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, seguidme!
Durante un
desagradable instante, Harry temió que Hagrid los condujera al bosque; Harry
había vivido en aquel lugar experiencias tan desagradables que nunca podría
olvidarlas. Sin embargo, Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco
minutos después se hallaron ante un prado donde no había nada.
Molly, Lily y el resto de personas prudentes de la sala
miraron con nerviosismo al libro. No es que dudaran de que Hagrid no fuese
seguro para los niños, dudaban de la capacidad de Hagrid para elegir a las
criaturas que eran seguras.
—¡Acercaos todos a la
cerca! —gritó—. Aseguraos de que tenéis buena visión. Lo primero que tenéis que
hacer es abrir los libros...
—¿De qué modo? —dijo
la voz fría y arrastrada de Draco Malfoy.
—¿Qué? —dijo Hagrid.
—¿De qué modo abrimos
los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los
monstruos, que había atado con una cuerda.
-Bueno al menos no has sido maleducado- felicitó Astoria de
manera poco convincente.
-Es demasiado rápido para que me halagues, Tory.
Otros lo imitaron.
Unos, como Harry, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido
muy apretado en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.
—¿Nadie ha sido capaz
de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado.
La clase entera negó
con la cabeza.
—Tenéis que
acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Mirad...
Cogió el ejemplar de
Hermione y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó
morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se
estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.
-¿Un libro que se acaricia para que no te muerda?- repitió
Minerva con escepticismo.
—¡Qué tontos hemos
sido todos! —dijo Malfoy despectivamente—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no
se nos ocurrió?
—Yo... yo pensé que
os haría gracia —le dijo Hagrid a Hermione, dubitativo.
—¡Ah, qué gracia nos
hace...! —dijo Malfoy—. ¡Realmente ingenioso, hacernos comprar libros que
quieren comernos las manos!
—Cierra la boca,
Malfoy —le dijo Harry en voz baja.
-¿Es que tienen que buscar todas las situaciones para
discutir? ¡Son iguales a tu padre y Sev…Snape!- regañó Lily.
-¡Pero fue su culpa!-Harry parecía más niño pequeño que
padre de familia.
-No importa de quien es la culpa, porque tu también estabas
esperando que él haga algo estúpido para meterte con él. Niégamelo.
Harry murmuró algo, pero no contesto.
Hagrid se había
quedado algo triste y Harry quería que su primera clase fuera un éxito.
—Bien, pues —dijo Hagrid,
que parecía haber perdido el hilo—. Así que... ya tenéis los libros y... y...
ahora os hacen falta las criaturas mágicas. Sí, así que iré a por ellas. Esperad
un momento...
Se alejó de ellos,
penetró en el bosque y se perdió de vista.
—Dios mío, este lugar
está en decadencia —dijo Malfoy en voz alta—. Estas clases idiotas... A mi
padre le dará un patatús cuando se lo cuente.
—Cierra la boca,
Malfoy —repitió Harry.
El semi gigante no pudo evitar mirar con una sonrisa
agradecida al ojiverde. Solo Dumbledore lo había defendido tan fervientemente
como ese muchachito.
—Cuidado, Potter; hay
un dementor detrás de ti.
—¡Uuuuuh! —gritó
Lavender Brown, señalando hacia la otra parte del prado.
Trotando en dirección
a ellos se acercaba una docena de criaturas, las más extrañas que Harry había
visto en su vida. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo,
pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era
del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Las garras de las patas
delanteras eran de quince centímetros cada una y parecían armas mortales. Cada
bestia llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una
larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las
cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.
-¿Hipogrifos?- preguntó Charlie emocionado. -¡eres el
malditamente mejor profesor de la historia!
-¿No es algo peligroso?- cuestionó Molly.
-Son criaturas muy tiernas y fieles, si no eres un idiota
nunca te harían daño- defendió Sirius.
-Tienen trece años, siempre habrá un idiota-comentó
Lunático, mirando al Malfoy menor de reojo.
—¡Id para allá! —les
gritaba, sacudiendo las cadenas y forzando a las bestias a ir hacia la cerca,
donde estaban los alumnos. Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Hagrid
llegó donde estaban ellos y ató los animales a la cerca.
—¡Hipogrifos! —gritó
Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano—. ¿A que son
hermosos?
Harry pudo comprender que Hagrid los llamara
hermosos. En cuanto uno se recuperaba del susto que producía ver algo que era
mitad pájaro y mitad caballo, podía empezar a apreciar el brillo externo del
animal, que cambiaba paulatinamente de la pluma al pelo. Todos tenían colores
diferentes: gris fuerte, bronce, ruano rosáceo, castaño brillante y negro
tinta.
Harry sonrió anchamente al pensar en Buckbeak, era sin duda
una criatura hermosa. Sirius tenía la misma expresión. Le debían mucho al
hipogrifo.
—Venga —dijo Hagrid
frotándose las manos y sonriéndoles—, si queréis acercaros un poco...
Nadie parecía querer
acercarse. Harry, Ron y Hermione, sin embargo, se aproximaron con cautela a la
cerca.
—Lo primero que
tenéis que saber de los hipogrifos es que son orgullosos —dijo Hagrid—. Se
molestan con mucha facilidad. Nunca ofendáis a ninguno, porque podría ser lo último
que hicierais.
-No era lo mejor que podías decir, la verdad- corrigió
Dorcas.
Malfoy, Crabbe y
Goyle no escuchaban; hablaban en voz baja y Harry tuvo la desagradable sensación
de que estaban tramando la mejor manera de incordiar.
—Tenéis que esperar
siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento —continuó Hagrid—. Es
educado, ¿os dais cuenta? Vais hacia él, os inclináis y esperáis. Si él responde
con una inclinación, querrá decir que os permite tocarlo. Si no hace la
inclinación, entonces es mejor que os alejéis de él enseguida, porque puede
hacer mucho daño con sus garras. Bien, ¿quién quiere ser el primero?
Los profesores estaban algo nerviosos por como resultaría
aquel experimento, salvo Dumbledore que confiaba en la capacidad de Harry.
Lo mismo pasaba con los alumnos que se debatían entre la
curiosidad por aquella criatura o el miedo por enfrentarse con algo salvaje.
Como respuesta, la
mayoría de la clase se alejó aún más. Incluso Harry, Ron y Hermione recelaban.
Los hipogrifos sacudían sus feroces cabezas y desplegaban sus poderosas alas;
parecía que no les gustaba estar atados.
—¿Nadie? —preguntó
Hagrid con voz suplicante.
—Yo —se ofreció
Harry.
-¿Por qué no me sorprende?- James no podía evitar estar
orgulloso de su cachorro, siempre tan fiel y valiente.
Detrás de él se oyó
un jadeo, y Lavender y Parvati susurraron:
—¡No, Harry,
acuérdate de las hojas de té!
Harry no hizo caso y
saltó la cerca.
—¡Buen chico, Harry!
—gritó Hagrid—. Veamos cómo te llevas con Buckbeak.
Sirius sonrió, cosa que tranquilizó a Lily.
Soltó la cadena,
separó al hipogrifo gris de sus compañeros y le desprendió el collar de cuero.
Los alumnos, al otro lado de la cerca, contenían la respiración. Malfoy
entornaba los ojos con malicia.
—Tranquilo ahora,
Harry —dijo Hagrid en voz baja—. Primero mírale a los ojos. Procura no
parpadear. Los hipogrifos no confían en ti si parpadeas demasiado...
A Harry empezaron a
irritársele los ojos, pero no los cerró. Buckbeak había vuelto la cabeza
grande y afilada, y miraba a Harry fijamente con un ojo terrible de color
naranja.
Todos alternaban la mirada del libro a Harry, pero la
tranquilidad del ojiverde pareció aliviar su preocupación.
—Eso es —dijo
Hagrid—. Eso es, Harry. Ahora inclina la cabeza...
A Harry no le hacía
gracia presentarle la nuca a Buckbeak, pero hizo lo que Hagrid le decía. Se
inclinó brevemente y levantó la mirada. El hipogrifo seguía mirándolo fijamente
y con altivez. No se movió.
—Ah —dijo Hagrid,
preocupado—. Bien, vete hacia atrás, tranquilo, despacio...
Pero entonces, ante
la sorpresa de Harry, el hipogrifo dobló las arrugadas rodillas delanteras y
se inclinó profundamente.
Los amantes de las criaturas, como Charlie, escuchaban
maravillados.
—¡Bien hecho, Harry!
—dijo Hagrid, eufórico—. ¡Bien, puedes tocarlo! Dale unas palmadas en el pico,
vamos.
Pensando que habría
preferido como premio poder irse, Harry se acercó al hipogrifo lentamente y
alargó el brazo. Le dio unas palmadas en el pico y el hipogrifo cerró los ojos
para dar a entender que le gustaba.
Harry dejo escapar una sonrisa, que compartió con su
padrino.
La clase rompió en
aplausos. Todos excepto Malfoy, Crabbe y Goyle, que parecían muy decepcionados.
-¿A poco querías que lo matara?- murmuró Astoria
desconcertada, Draco se encogió de hombros. La chica suspiró.
—Bien, Harry —dijo
Hagrid—. ¡Creo que el hipogrifo dejaría que lo montaras!
Aquello era más de lo
que Harry había esperado. Estaba acostumbrado a la escoba; pero no estaba
seguro de que un hipogrifo se le pareciera.
—Súbete ahí, detrás
del nacimiento del ala —dijo Hagrid—. Y procura no arrancarle ninguna pluma,
porque no le gustaría...
-¿Sabes Hagrid? Te recomendaría que tus instrucciones no
sonaran como advertencias de “si no lo haces así morirás”- comentó Marlenne,
con una sonrisa de lado.
Harry puso el pie
sobre el ala de Buckbeak y se subió en el lomo. Buckbeak se levantó. Harry no
sabía dónde debía agarrarse: delante de él todo estaba cubierto de plumas.
—¡Vamos! —gritó
Hagrid, dándole una palmada al hipogrifo en los cuartos traseros.
A cada lado de Harry,
sin previo aviso, se abrieron unas alas de más de tres metros de longitud.
-¿Realmente volaras sobre el hipogrifo?- murmuró Charlie
asombrado.
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Apenas le dio tiempo
a agarrarse del cuello del hipogrifo antes de remontar el vuelo. No tenía
ningún parecido con una escoba y Harry tuvo muy claro cuál prefería. Muy
incómodamente para él, las alas del hipogrifo batían debajo de sus piernas.
-Increíble- James sonrió.
-Podría pasarle algo- murmuró Lily.
-¿Qué va a pasarle? Buckbeak no le haría daño al cachorro-
defendió Sirius, tranquilamente.
Sus dedos resbalaban
en las brillantes plumas y no se atrevía a asirse con más fuerza. En vez del movimiento
suave de su Nimbus 2.000, sentía el zarandeo hacia atrás y hacia delante,
porque los cuartos traseros del hipogrifo se movían con las alas.
-Es maravilloso-
suspiró Sirius. Volar en Buckbeak había sido la primer sensación de real
libertad después de Azkaban.
Buckbeak sobrevoló el
prado y descendió. Era lo que Harry había temido. Se echó hacia atrás conforme
el hipogrifo se inclinaba hacia abajo. Le dio la impresión de que iba a
resbalar por el pico. Luego sintió un fuerte golpe al aterrizar el animal con
sus cuatro patas revueltas, y se las arregló para sujetarse y volver a
incorporarse.
Molly y Lily no pudieron contener un suspiro de alivio, al
saber que Harry estaba en tierra firme.
—¡Muy bien, Harry!
—gritó Hagrid, mientras lo vitoreaban todos menos Malfoy, Crabbe y Goyle—.
¡Bueno!, ¿quién más quiere probar?
Envalentonados por el
éxito de Harry, los demás saltaron al prado con cautela. Hagrid desató uno por
uno los hipogrifos y, al cabo de poco rato, los alumnos hacían timoratas
reverencias por todo el prado.
Hagrid sonrió emocionado por el éxito de su clase.
Neville retrocedió corriendo en varias
ocasiones porque su hipogrifo no parecía querer doblar las rodillas. Ron y
Hermione practicaban con el de color castaño, mientras Harry observaba.
-¿No te apetecía subirte a otro, eh?- Harry negó con la
cabeza divertido.
Malfoy, Crabbe y
Goyle habían escogido a Buckbeak. Había inclinado la cabeza ante Malfoy, que le
daba palmaditas en el pico con expresión desdeñosa.
—Esto es muy fácil
—dijo Malfoy, arrastrando las sílabas y con voz lo bastante alta para que
Harry lo oyera—. Tenía que ser fácil, si Potter fue capaz... ¿A que no eres
peligroso? —le dijo al hipogrifo—. ¿Lo eres, bestia asquerosa?
-¿Cómo se puede ser tan idiota?- cuestionó Marlene.
-Tiene a quien salir- dijo por lo bajo, con una mala mirada
a la mesa de Slytherin, Andromeda.
Sucedió en un
destello de garras de acero. Malfoy emitió un grito agudísimo y un instante
después Hagrid se esforzaba por volver a ponerle el collar a Buckbeak, que
quería alcanzar a un Malfoy que yacía encogido en la hierba y con sangre en la
ropa.
—¡Me muero! —gritó
Malfoy, mientras cundía el pánico—. ¡Me muero, mirad! ¡Me ha matado!
-Oh Merlín- Narcissa miró a su hijo preocupada. Mientras
Lucius apretaba la mandibula, un maldito bicho no iba a atacar a un Malfoy y
salirse con la suya.
-Exagerado- bufó Seamus.
—No te estás muriendo
—le dijo Hagrid, que se había puesto muy pálido—. Que alguien me ayude, tengo
que sacarlo de aquí...
Hermione se apresuró
a abrir la puerta de la cerca mientras Hagrid levantaba con facilidad a Malfoy.
Mientras desfilaban, Harry vio que en el brazo de Malfoy había una herida larga
y profunda; la sangre salpicaba la hierba y Hagrid corría con él por la
pendiente, hacia el castillo.
Draco puso los ojos en blanco ante la preocupación de su
madre.
Los demás alumnos los
seguían temblorosos y más despacio. Todos los de Slytherin echaban la culpa a
Hagrid.
—¡Deberían despedirlo
inmediatamente! —exclamó Pansy Parkinson, con lágrimas en los ojos.
-Estupida zorra- bufó Astoria. Draco alzó una ceja divertido
ante los celos de la ojiverde.
—¡La culpa fue de
Malfoy! —lo defendió Dean Thomas.
Crabbe y Goyle
flexionaron los músculos amenazadoramente.
-¿Es que no saben hacer otra cosa? Matones sin cerebro.
Subieron los
escalones de piedra hasta el desierto vestíbulo.
—¡Voy a ver si se
encuentra bien! —dijo Pansy.
Astoria no disimuló su gruñido.
Y la vieron subir
corriendo por la escalera de mármol. Los de Slytherin se alejaron hacia su sala
común subterránea, sin dejar de murmurar contra Hagrid; Harry, Ron y Hermione
continuaron subiendo escaleras hasta la torre de Gryffindor.
—¿Creéis que se
pondrá bien? —dijo Hermione asustada.
-¿Qué te importa?- preguntó Ron frunciendo el ceño.
-Me importaba que Lucius Malfoy no haga despedir a Hagrid.
—Por supuesto que sí.
La señora Pomfrey puede curar heridas en menos de un segundo —dijo Harry, que
había sufrido heridas mucho peores y la enfermera se las había curado con
magia.
—Es lamentable que
esto haya pasado en la primera clase de Hagrid, ¿no os parece? —comentó Ron
preocupado—. Es muy típico de Malfoy eso de complicar las cosas...
Fueron de los
primeros en llegar al Gran Comedor para la cena. Esperaban encontrar allí a
Hagrid, pero no estaba.
La gran mayoría, especialmente los Gryffindor, estaban
preocupados por el futuro del semi gigante.
—No lo habrán
despedido, ¿verdad? —preguntó Hermione con preocupación, sin probar su pastel
de filete y riñones.
—Más vale que no —le
respondió Ron, que tampoco probaba bocado.
-Vaya que estabas preocupado- murmuró Fred, sin demasiada
diversión.
Harry observaba la
mesa de Slytherin. Un grupo prieto y numeroso, en el que figuraban Crabbe y
Goyle, estaba sumido en una conversación secreta. Harry estaba seguro de que
preparaban su propia versión del percance sufrido por Malfoy.
-Idiotas sangre pura- maldijo Canuto por lo bajo.
—Bueno, no puedes
decir que el primer día de clase no haya sido interesante—dijo Ron con
tristeza.
Tras la cena subieron
a la sala común de Gryffindor, que estaba llena de gente, y trataron de hacer
los deberes que les había mandado la profesora McGonagall, pero se interrumpían
cada tanto para mirar por la ventana de la torre.
—Hay luz en la
ventana de Hagrid —dijo Harry de repente.
-No debían hacer eso- reprendió Molly preocupada.
-Es cierto- secundó Remus-¡Hay dementores ahí afuera y un
supuesto asesino serial suelto!
-Aunque yo no les haré daño, los dementores son un problema grave-
agregó Sirius.
Ron miró el reloj.
—Si nos diéramos
prisa, podríamos bajar a verlo. Todavía es temprano...
—No sé —respondió
Hermione despacio, y Harry vio que lo miraba a él.
—Tengo permiso para
pasear por los terrenos del colegio —aclaró—. Sirius Black no habrá podido
burlar a los dementores, ¿verdad?
Ambos Sirius miraron, intentando no parecer heridos, a su
ahijado.
Recogieron sus cosas
y salieron por el agujero del cuadro, contentos de no encontrar a nadie en el
camino hacia la puerta principal, porque no estaban muy seguros de que pudieran
salir.
La hierba estaba
todavía húmeda y parecía casi negra en aquellos momentos en que el sol se
ponía. Al llegar a la cabaña de Hagrid llamaron a la puerta y una voz les
contestó:
—Adelante, entrad.
-Bueno, al menos sigue ahí- el optimismo de Gideon no sonaba
nada convincente.
Hagrid estaba sentado
en mangas de camisa, ante la mesa de madera limpia; Fang, su perro jabalinero,
tenía la cabeza en el regazo de Hagrid. Les bastó echar un vistazo para darse
cuenta de que Hagrid había estado bebiendo. Delante de él tenía una jarra de
peltre casi tan grande como un caldero y parecía que le costaba trabajo
enfocar bien las cosas.
Varias mujeres miraron desaprobativamente a Hagrid.
—Supongo que es un
récord —dijo apesadumbrado al reconocerlos—. Me imagino que soy el primer
profesor que ha durado sólo un día.
—¡No te habrán
despedido, Hagrid! —exclamó Hermione.
—Todavía no
—respondió Hagrid con tristeza, tomando un trago largo del contenido de la
jarra—. Pero es sólo cuestión de tiempo, ¿verdad? Después de lo de Malfoy...
—¿Cómo se encuentra
Malfoy? —preguntó Ron cuando se sentaron—. No habrá sido nada serio, supongo.
-Fue solo un razguño- cortó exasperado Neville.
—La señora Pomfrey lo
ha curado lo mejor que ha podido —dijo Hagrid con abatimiento—, pero él sigue
diciendo que le hace un daño terrible. Está cubierto de vendas... Gime...
—Todo es cuento —dijo
Harry—. La señora Pomfrey es capaz de curar cualquier cosa. El año pasado hizo
que me volviera a crecer la mitad del esqueleto. Es propio de Malfoy sacar todo
el provecho posible.
Varios miraron feo a Malfoy, pero él solo los ignoraba,
después de todo ¿Qué podría decir para justificar sus acciones?
—El Consejo Escolar
está informado, por supuesto —dijo Hagrid—. Piensan que empecé muy fuerte.
Debería haber dejado los hipogrifos para más tarde... Tenía que haber empezado
con los gusarajos o con los summat... Creía que sería un buen comienzo... Ha
sido culpa mía...
-No lo fue, llevaste la clase con total responsabilidad y
diste instrucciones precisas- defendió Lily- no hay ninguna criatura mágina que
no pueda causar caos si ignoras todas las instrucciones ¿o se olvidan de los
duendecillos de Lockhart? Hicieron un desastre por un incompetente, ahora
tienes un desastre por un irresponsable.
—¡Toda la culpa es de
Malfoy, Hagrid! —dijo Hermione con seriedad.
—Somos testigos —dijo
Harry—. Dijiste que los hipogrifos atacan al que los ofende. Si Malfoy no
prestó atención, el problema es suyo. Le diremos a Dumbledore lo que de verdad
sucedió.
—Sí, Hagrid, no te
preocupes te apoyaremos —confirmó Ron.
De los arrugados
rabillos de los ojos de Hagrid, negros como cucarachas, se escaparon unas lagrimas.
Atrajo a Ron y a Harry hacia sí y los estrechó en un abrazo tan fuerte que pudo
haberles roto algún hueso.
Hagrid miró con agradecimiento al trío y a Lily.
—Creo que ya has
bebido bastante, Hagrid —dijo Hermione con firmeza. Cogió la jarra de la mesa
y salió a vaciarla.
—Sí, puede que tengas
razón —dijo Hagrid, soltando a Harry y a Ron, que se separaron de él frotándose
las costillas. Hagrid se levantó de la silla y siguió a Hermione al exterior;
con paso inseguro.
Oyeron una ruidosa
salpicadura.
—¿Qué ha hecho? —dijo
Harry, asustado, cuando Hermione volvió a entrar con la jarra vacía.
—Meter la cabeza en
el barril de agua —dijo Hermione, guardando la jarra.
-Efectivo- comentó Sirius- un poco de agua fría es efectiva
cuando no estás borracho del todo.
Hagrid regresó con la
barba y los largos pelos chorreando, y secándose los ojos.
—Mejor así —dijo,
sacudiendo la cabeza como un perro y salpicándolos a todos—. Habéis sido muy
amables por venir a verme. Yo, la verdad...
Hagrid se paró en
seco mirando a Harry; como si acabara de darse cuenta de que estaba allí:
—¿QUÉ CREES QUE HACES
AQUÍ? —bramó, y tan de repente que dieron un salto en el aire—. ¡NO PUEDES
SALIR DESPUÉS DE ANOCHECIDO, HARRY! ¡Y VOSOTROS DOS LO DEJÁIS!
-Se le bajó el alcohol- suspiró George.
-Hasta que se da cuenta de la situación- Minerva negó con la
cabeza.
Hagrid se acercó a
Harry con paso firme, lo cogió del brazo y lo llevó hasta la puerta.
—¡Vamos! —dijo Hagrid
enfadado—. Os voy a acompañar a los tres al colegio. ¡Y que no os vuelva a
pillar viniendo a verme a estas horas! ¡No valgo la pena!
-¿Tanto daño creen que puedo hacerle?- Murmuró Sirius con
tristeza.
-No es solo por ti, Canuto- intentó tranquilizar James-recuerda
los dementores.
-Si claro…- la ironía estaba cargada de resignación.
-¿Por qué no seguimos leyendo?- cortó Alice para detener la
incomodidad que comenzaba a formarse.
Actualiza :(
ResponderEliminarNo puedo esperar!, hermoso lo que haces ;)
ResponderEliminaractualiza plsss!!!!
ResponderEliminarMe encanta tu fic. Esperando con ganas la actualización.
ResponderEliminar:-)
me encanta este libro pero me gusta mas tu versión
ResponderEliminarHola es el.mejor fanfic que he leído espero con ansias tu actualización ...
ResponderEliminarSiguela me gutaa mucho el mejor fanfic que he leido actualizala porfis!!! *0* ^^
ResponderEliminarMe encanto simplemente me cautiva como se va desarrollando la historia cada vez mas, amo que no abandones la historia esperaré aquí a tu próxima actualización.
ResponderEliminarGracias por darnos a conocer tus dotes de escritora.
Besos hasta la próxima.
Me encanto lo del grich creo que al alguien le leen muchos cuentos muggles. Leí en facebook de que estas escribiendo una novela propia espero pronto tener el gusto de leerla y que tengas mucha suerte como escritora porque no puedo dejar de leer tus historias la que mas leo es la de 19 años espero que pronto puedas actualizarla
ResponderEliminarBesos :)
Por Merlín! Odio que mi celular no me deje comentar casi nunca pero amo tu novela y me encanta como te adentras a la historia y sigues escribiendo, estoy ansiosa por tu proxima actualización, eres la mejor. Besos :)
ResponderEliminarJo a esperar se ha dicho
ResponderEliminaractualiza ya pliiiiiiisss
ResponderEliminarContinua con esto no puedo esperar para saber cómo harás con los próximos capítulos
ResponderEliminaractusliza pronto porfa tengo ganas de saber la reaccion de james al conocer el patronus de harry
ResponderEliminarExcelente!!!!
ResponderEliminarnunca nos defraudas, gracias mero, espero el otro capitulo
Me encanto gracias por actualizar!
ResponderEliminarMe fascina tu historia pero por favooor pon algo mas nose siempre son libro libro y mas libro nose puedes pober un descanso que hablen entre ellos en las comidas nose algo porque se esta haciendo algo monotono si es entretenido pero no lo suficiente podrias nose hacerlo de noche que cenen y vayan a la sala comun y que Harry y en un futuro Neville (cuando se sepa que paso con los padres) le pregunten cosas porque dudo que teniendo alli a los padres a los cuales no conoce no quiera saber algo mas de ellos
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