Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero disfruten, recuerden que voy subiendo las partes del capítulo en la misma entrada.
Harry Potter y el Prisionero de Azkaban
Capitulo V: "El Dementor"
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-¡Hoy tenemos un nuevo visitante!- Sirius se removió en el
asiento, ya sabía quien vendría hoy. La puerta se abrió y dio paso a un hombre
castaño con ojos mieles y profundas cicatrices.
-Oh por… - murmuró Lunatico con la boca abierta.
-Creo que todos han notado quien soy, Remus Lupin.
James alterno su mirada entre ambos Sirius y ambos Remus:
-Mi cerebro se está haciendo puré.
Nymphadora miró confundida al Remus adulto que le devolvió
la mirada algo sorprendido. Remus sin duda era un joven atractivo, pero el
adulto se veía extremadamente triste.
-Comprendo que esto es algo confuso- Remus se sentó junto a
Sirius- pero es momento de continuar la lectura.
Remus tomó el libro y leyó: -El dementor.
Sirius se estremeció al recordar vívidamente a esas
horrendas criaturas.
A la mañana
siguiente, Tom despertó a Harry, sonriendo como de costumbre con su boca
desdentada y llevándole una taza de té. Harry se vistió, y trataba de convencer
a Hedwig de que volviera a la jaula cuando Ron abrió de golpe la puerta y
entró enfadado, poniéndose la camisa.
-Siempre tan sexy, Ronnie- se burló Fred.
—Cuanto antes subamos
al tren, mejor —dijo—. Por lo menos en Hogwarts puedo alejarme de Percy. Ahora
me acusa de haber manchado de té su foto de Penelope Clearwater. —Ron hizo una
mueca—. Ya sabes, su novia. Ha ocultado la cara bajo el marco porque su nariz
ha quedado manchada...
Nadie pudo evitar reir, mientras Percy esbozaba su mejor
mueca de indignación.
—Tengo algo que
contarte —comenzó Harry, pero lo interrumpieron Fred y George, que se asomaron
a la habitación para felicitar a Ron por haber vuelto a enfadar a Percy.
Molly miró desaprovatimente a los gemelos.
Bajaron a desayunar y
encontraron al señor Weasley, que leía la primera página de El Profeta con el
entrecejo fruncido, y a la señora Weasley, que hablaba a Ginny y a Hermione
de un filtro amoroso que había hecho de joven. Las tres se reían con risa
floja.
Arthur miró interrogante a Molly, igual que sus seis hijos
varones. Pero ella esquivó la mirada abochornada.
—¿Qué me ibas a
contar? —preguntó Ron a Harry cuando se sentaron.
—Más tarde —murmuró
Harry, al mismo tiempo que Percy irrumpía en el comedor.
-Oh maldita sea, ¿alguien mas que quiera interrumpir?- cortó
Canuto con molestia.
Con el ajetreo de la partida, Harry tampoco
tuvo tiempo de hablar con Ron. Todos estaban muy ocupados bajando los baúles
por la estrecha escalera del Caldero Chorreante y apilándolos en la puerta, con
Hedwig y Hermes, la lechuza de Percy, encaramadas en sus jaulas. Al lado de los
baúles había un pequeño cesto de mimbre que bufaba ruidosamente.
Ron frunció el ceño.
—Vale, Crookshanks
—susurró Hermione a través del mimbre—, te dejaré salir en el tren.
—No lo harás —dijo
Ron terminantemente—. ¿Y la pobre Scabbers?
Se señaló el bolsillo
del pecho, donde un bulto revelaba que Scabbers estaba allí acurrucada.
-¿Todo el año será así?- bufó Gideon aburrido por la misma discusión.
-Claro que no- se defendieron Hermione y Ron.
-Claro que sí- suspiró Harry con pesadez.
El señor Weasley, que
había aguardado fuera a los coches del Ministerio, se asomó al interior.
—Aquí están
—anunció—. Vamos, Harry.
El señor Weasley
condujo a Harry a través del corto trecho de acera hasta el primero de los dos
coches antiguos de color verde oscuro, los dos conducidos por brujos de mirada
furtiva con uniforme de terciopelo verde esmeralda.
-Me juego la cabeza a que eran Aurores encubiertos- comentó
con voz ronca Ojoloco.
—Sube, Harry —dijo el
señor Weasley, mirando a ambos lados de la calle llena de gente. Harry subió a
la parte trasera del coche, y enseguida se reunieron con él Hermione y Ron, y
para disgusto de Ron, también Percy.
Percy miró ofendido a su hermano.
-¿Qué? Eras un maldito dolor de cabeza.
El viaje hasta King’s
Cross fue muy tranquilo, comparado con el que Harry había hecho en el autobús
noctámbulo. Los coches del Ministerio de Magia parecían bastante normales,
aunque Harry vio que podían deslizarse por huecos que no podría haber
traspasado el coche nuevo de la empresa de tío Vernon.
-Que bueno que hayan arreglado eso.
Llegaron a King’s
Cross con veinte minutos de adelanto; los conductores del Ministerio les
consiguieron carritos, descargaron los baúles, saludaron al señor Weasley y se
alejaron, poniéndose, sin que se supiera cómo, en cabeza de una hilera de
coches parados en el semáforo.
-Eso es injusto- Lily frunció el ceño- tendrían que esperar
su lugar como todos.
El señor Weasley se
mantuvo muy pegado a Harry durante todo el camino de la estación.
-No es necesario que lo sobreprotegan- Sirius puso los ojos
en blanco.
-Un supuesto asesino serial servidor de Voldemort quiere
asesinarlo, si hay que sobreprotegerlo- contradijo Lily.
-Pero yo nunca le haría daño.
-Pero ellos no lo saben.
—Bien, pues —propuso
mirándolos a todos—. Como somos muchos, vamos a entrar de dos en dos. Yo
pasaré primero con Harry.
-Gracias por cuidarlo tanto, Arthur- agradeció James.
El señor Weasley fue
hacia la barrera que había entre los andenes nueve y diez, empujando el carrito
de Harry y, según parecía, muy interesado por el Intercity 125 que acababa de
entrar por la vía 9. Dirigiéndole a Harry una elocuente mirada, se apoyó
contra la barrera como sin querer. Harry lo imitó.
Bill rió por lo bajo sin poder evitarlo, no había forma en
este mundo de que su padre fuera discreto por mucho que lo intentara.
Un instante después,
cayeron de lado a través del metal sólido y se encontraron en el andén nueve y
tres cuartos. Levantaron la mirada y vieron el expreso de Hogwarts, un tren de
vapor de color rojo que echaba humo sobre un andén repleto de magos y brujas
que acompañaban al tren a sus hijos. De repente, detrás de Harry aparecieron
Percy y Ginny. Jadeaban y parecía que habían atravesado la barrera corriendo.
-Me hizo correr- reprochó Ginny- todo por ver a su
noviecita.
—¡Ah, ahí está
Penelope! —dijo Percy, alisándose el pelo y sonrojándose.
Ginny miró a Harry, y
ambos se volvieron para ocultar la risa en el momento en que Percy se acercó
sacando pecho (para que ella no pudiera dejar de notar la insignia reluciente)
a una chica de pelo largo y rizado.
-Tan tiernos la parejita- Ginny se mordió el labio ignorando
el comentario de su tio Fabian, ella en aquellos años valoraba como oro cada
pequeño segundo que Harry le dedicaba su atención.
Después de que
Hermione y el resto de los Weasley se reunieran con ellos, Harry y el señor
Weasley se abrieron paso hasta el final del tren, pasaron ante compartimentos
repletos de gente y llegaron finalmente a un vagón que estaba casi vacío.
Subieron los baúles, pusieron a Hedwig y a Crookshanks en la rejilla
portaequipajes, y volvieron a salir para despedirse de los padres de Ron.
-Por fin una vez en que no llegamos tarde- suspiró Percy.
-Eramos un batallón ¿Cómo podríamos haber llegado a tiempo?-
cuestionó Ginny
La señora Weasley
besó a todos sus hijos, luego a Hermione y por último a Harry. Éste se sintió
embarazado pero muy agradecido cuando ella le dio un abrazo de más.
Molly y Harry se sonrieron tal y como harían una madre y un
hijo, cosa que estrujo un poco el corazón de Lily.
—Cuídate, Harry ¿Lo
harás? —dijo separándose de él, con los ojos especialmente brillantes. Luego
abrió su enorme bolso y dijo—: He preparado bocadillos para todos. Aquí los
tenéis, Ron... no, no son de conserva de buey.. Fred... ¿dónde está Fred? ¡Ah,
estás ahí, cariño...!
-Típico de mamá.
—Harry —le dijo en
voz baja el señor Weasley—, ven aquí un momento.
Señaló una columna
con la cabeza y Harry lo siguió hasta ella. Se pusieron detrás, dejando a los
otros con la señora Weasley
—Tengo que decirte
una cosa antes de que te vayas —dijo el señor Weasley con voz tensa.
—No es necesario,
señor Weasley. Ya lo sé.
-A que no se esperaba eso- comentó Marlene.
—¿Que lo sabes? ¿Cómo
has podido saberlo?
—Yo... eh... les oí
anoche a usted y a su mujer. No pude evitarlo. Lo siento...
—No quería que te
enteraras de esa forma —dijo el señor Weasley, nervioso.
—No... Ha sido la
mejor manera. Así me he podido enterar y usted no ha faltado a la palabra que
le dio a Fudge.
—Harry, debes de
estar muy asustado...
-Cualquiera en su situación lo estaría- murmuró Alice
comprensiva.
—No lo estoy
—contestó Harry con sinceridad—. De verdad —añadió, porque el señor Weasley lo
miraba incrédulo—. No trato de parecer un héroe, pero Sirius Black no puede
ser peor que Voldemort, ¿verdad?
Harry miró con disculpa a Sirius, mientras todos lo miraban
con admiración e incredulidad a él.
El señor Weasley se
estremeció al oír aquel nombre, pero no comentó nada.
—Harry, sabía que
estabas hecho..., bueno, de una pasta más dura de lo que Fudge cree. Me alegra
que no tengas miedo, pero...
—¡Arthur! —gritó la
señora Weasley, que ya hacía subir a los demás al tren—. ¡Arthur!, ¿qué haces?
¡Está a punto de irse!
-En Hogwarts nada te hará daño, no es que piense que Canuto
te dañaría- aclaró James ante la mirada herida de ambos Sirius- pero algo
extraño esta pasando y con Dumbledore estará a salvo.
—Ya vamos, Molly
—dijo el señor Weasley Pero se volvió a Harry y siguió hablando, más bajo y
más aprisa—. Escucha, quiero que me des tu palabra...
—¿De que seré un buen
chico y me quedaré en el castillo? —preguntó Harry con tristeza.
—No exactamente
—respondió el señor Weasley, más serio que nunca—. Harry, prométeme que no irás
en busca de Black.
-¿Porqué iría en busca de un supuesto asesino?- cuestionó
Dorcas desconcertada.
-Porque hay ciertas cosas que Harry, siendo la persona que
es, no podría saberlas sin querer buscarlo- respondió Remus sombrío.
-Mentiras- agregó Sirius.
-Nunca he dicho que sean verdades.
Harry lo miró
fijamente.
—¿Qué?
Se oyó un potente
silbido y pasaron unos guardias cerrando todas las puertas del tren.
—Prométeme, Harry
—dijo el señor Weasley hablando aún más aprisa—, que ocurra lo que ocurra...
—¿Por qué iba a ir yo
detrás de alguien que sé que quiere matarme? —preguntó Harry, sin comprender.
-Ja, me dan ganas de golpearte- Ginny frunció el ceño- Es
tan irónico que justamente tú digas eso.
-Era la situación…
-No pongas excusas Potter.
-A alguien lo tienen cortito- canturreó Sirius por lo bajo.______________________________________________________________________________________
—Prométeme que, oigas
lo que oigas...
—¡Arthur; aprisa!
—gritó la señora Weasley.
Salía vapor del tren.
Éste había comenzado a moverse. Harry corrió hacia la puerta del vagón, y Ron
la abrió y se echó atrás para dejarle paso. Se asomaron por la ventanilla y
dijeron adiós con la mano a los padres de los Weasley hasta que el tren dobló
una curva y se perdieron de vista.
Muchos sonrieron o suspiraron, subirse al tren siempre traía
la misma emoción de ansiedad por llegar.
—Tengo que hablaros a
solas —dijo entre dientes a Ron y Hermione en cuanto el tren cogió velocidad.
—Vete, Ginny —dijo
Ron.
—¡Qué agradable eres!
—respondió Ginny de mal humor; y se marchó muy ofendida.
-Eran tan malos conmigo- se quejó.
-Tu rechazaste muchas veces mi compañía en sexto- reprochó
Harry.
-Porque salía con Dean…
-Eso no ayuda a tu situación.
-Porque tú te habías agarrado a Cho.
-Lo siento.
-¿Cómo es que siempre ellas terminan teniendo la razón?-
murmuró Sirius, Remus se encogió de hombros.
Harry, Ron y Hermione
fueron por el pasillo en busca de un compartimento vacío, pero todos estaban
llenos salvo uno que se encontraba justo al final.
En éste sólo había un
ocupante: un hombre que estaba sentado al lado de la ventana y profundamente
dormido. Harry, Ron y Hermione se detuvieron ante la puerta. El expreso de
Hogwarts estaba reservado para estudiantes y nunca habían visto a un adulto en
él, salvo la bruja que llevaba el carrito de la comida.
-¿El ultimo vagón?- comentó James con una sonrisa- creo que
el buen lunático hará aparición.
-¿Cómo lo sabes?- preguntó Hermione.
-Siempre íbamos en ese vagón.
-Sirius y James siempre me hacían llegar tarde- aclaró
Remus, ganándose una mirada ofendida de ambos Sirius y James.
El extraño llevaba
una túnica de mago muy raída y remendada. Parecía enfermo y exhausto. Aunque
joven, su pelo castaño claro estaba veteado de gris.
El joven Remus suspiró, imaginándose como seria aquella
terrible vida sin James ni Sirius.
—¿Quién será?
—susurró Ron en el momento en que se sentaban y cerraban la puerta, eligiendo
los asientos más alejados de la ventana.
—Es el profesor R. J.
Lupin —susurró Hermione de inmediato.
-¿Cómo lo sabes?- cuestionó Fabian desconcertado.
—¿Cómo lo sabes?
Fabian sonrió por la coincidencia con su sobrino.
—Lo pone en su maleta
—respondió Hermione señalando el portaequipajes que había encima del hombre
dormido, donde había una maleta pequeña y vieja atada con una gran cantidad de
nudos. El nombre, «Profesor R. J. Lupin», aparecía en una de las esquinas, en
letras medio desprendidas.
Ambos Remus se sonrojaron ante esa descripción de sus pobres
cosas. El mayor, tampoco pudo omitir el sentimiento de vergüenza al pensar en
lo que los demás veían de él y en lo poco que podía ofrecerle a cierta pelirosa.
—Me pregunto qué
enseñará —dijo Ron frunciendo el entrecejo y mirando el pálido perfil del
profesor Lupin.
—Está claro —susurró
Hermione—. Sólo hay una vacante, ¿no es así? Defensa Contra las Artes Oscuras.
-¡Serás el mejor profesor de Defensa que Hogwarts haya
tenido!- comentó Lily con alegría, siendo secundada por todos los que la
oyeron.
Harry, Ron y Hermione
ya habían tenido dos profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras, que habían
durado sólo un año cada uno. Se decía que el puesto estaba gafado.
—Bueno, espero que no
sea como los anteriores —dijo Ron no muy convencido—. No parece capaz de
sobrevivir a un maleficio hecho como Dios manda.
Ron miró con disculpa al profesor que solo esbozó la amable
expresión que tenía por naturaleza.
-Pero bueno, ¿qué nos
ibas a contar?
Harry explicó la
conversación entre los padres de Ron y las advertencias que el señor Weasley
acababa de hacerle. Cuando terminó, Ron parecía atónito y Hermione se tapaba la
boca con las manos. Las apartó para decir:
—¿Sirius Black escapó
para ir detrás de ti?
-No es lo mismo buscarlo que ir tras él- corrigió Sirius- solo quería ver a mi cachorro.
-¡Ah, Harry, tendrás
que tener muchísimo cuidado! No vayas en busca de problemas...
-No le pidas peras al olmo, cariño- cortó Lily, lanzando una
mirada reprochante a James, que solo se cruzo de brazos.
-¡Lo dices como si todo fuese apropósito, mujer! Las cosas
me suceden quiera o no.
—Yo no busco
problemas —respondió Harry, molesto—. Los problemas normalmente me encuentran a
mí.
-La historia de mi vida en una frase- suspiró James
teatralmente.
—¡Qué tonto tendría
que ser Harry para ir detrás de un chalado que quiere matarlo! —exclamó Ron,
temblando.
-Eh, chalado serás tu- se defendió Canuto indignado.
Se tomaban la noticia
peor de lo que Harry había esperado. Tanto Ron como Hermione parecían tenerle
a Black más miedo que él.
-Una cosa es ser valiente y otra muy distinta es ser
incauto- reprochó Molly.
—Nadie sabe cómo se
ha escapado de Azkaban —dijo Ron, incómodo—. Es el primero. Y estaba en régimen
de alta seguridad.
—Pero lo atraparán,
¿a que sí? —dijo Hermione convencida—. Bueno, están buscándolo también todos
los muggles...
—¿Qué es ese ruido?
—preguntó de repente Ron.
-¿Ruido?- Dorcas, al igual que todos, estaba confundida por
el abrupto corte en la conversación.
De algún lugar
llegaba un leve silbido. Miraron por el compartimento.
—Viene de tu baúl,
Harry —dijo Ron poniéndose en pie y alcanzando el portaequipajes.
Un momento después,
había sacado el chivatoscopio de bolsillo de entre la túnica de Harry. Daba
vueltas muy aprisa sobre la palma de la mano de Ron, brillando muy intensamente.
Alastor frunció el ceño, no creía demasiado en esos
chibatejos, pero era extraño que hicieran tanto escándalo solo porque sí.
—¿Eso es un
chivatoscopio? —preguntó Hermione con interés, levantándose para verlo mejor.
—Sí... Pero claro, es
de los más baratos —dijo Ron—. Se puso como loco cuando lo até a la pata de
Errol para enviárselo a Harry.
—¿No hacías nada malo
en ese momento? —preguntó Hermione con perspicacia.
—¡No! Bueno..., no
debía utilizar a Errol. Ya sabes que no está preparado para viajes largos...
Pero ¿de qué otra manera hubiera podido hacerle llegar a Harry el regalo?
Arthur negó con la cabeza con cierta diversión, todos sus
hijos eran un caso.
—Vuélvelo a meter en
el baúl —le aconsejó Harry, porque su silbido les perforaba los oídos— o le
despertará.
Señaló al profesor
Lupin con la cabeza. Ron metió el chivatoscopio en un calcetín especialmente
horroroso de tío Vernon, que ahogó el silbido, y luego cerró el baúl.
-¿Cómo es posible que te preocupes por todo el mundo todo el
tiempo?- Percy lo miraba, después de tantos años conociendo a Harry, ese rasgo de
su personalidad no dejaba de asombrarlo.
-Tiene a quien salir- comentó Lunático, mirando con cariño y
agradecimiento a James y Lily.
—Podríamos llevarlo a
que lo revisen en Hogsmeade —dijo Ron, volviendo a sentarse. Fred y George me
han dicho que en Dervish y Banges, una tienda de instrumentos mágicos, venden
cosas de este tipo.
—¿Sabes más cosas de
Hogsmeade? —dijo Hermione con entusiasmo—. He leído que es la única población
enteramente no muggle de Gran Bretaña...
—Sí, eso creo
—respondió Ron de modo brusco—. Pero no es por eso por lo que quiero ir. ¡Sólo
quiero entrar en Honeydukes!
Los amantes de las golosinas no pudieron evitar relamerse al
pensar en la tienda.
—¿Qué es eso? —preguntó
Hermione.
—Es una tienda de
golosinas —respondió Ron, poniendo cara de felicidad—, donde tienen de todo...
Diablillos de pimienta que te hacen echar humo por la boca... y grandes bolas
de chocolate rellenas de mousse de fresa y nata de Cornualles, y plumas de
azúcar que puedes chupar en clase y parecer que estás pensando lo que vas a
escribir a continuación...
Los niños de primer y segundo curso oían maravillados.
—Pero Hogsmeade es un
lugar muy interesante —presionó Hermione con impaciencia—. En Lugares
históricos de la brujería se dice que la taberna fue el centro en que se gestó
la revuelta de los duendes de 1612. Y la Casa de los Gritos se considera el
edificio más embrujado de Gran Bretaña...
Los merodeadores sonrieron sin poder evitarlo.
—... Y enormes bolas
de helado que te levantan unos centímetros del suelo mientras les das
lenguetazos —continuó Ron, que no oía nada de lo que decía Hermione.
Hermione se volvió
hacia Harry.
—¿No será estupendo
salir del colegio para explorar Hogsmeade?
—Supongo que
sí—respondió Harry apesadumbrado—. Ya me lo contaréis cuando lo hayáis
descubierto.
-Solo ese maldito detalle- Lily quería golpear a su cuñado y
su hermana.
—¿Qué quieres decir?
—preguntó Ron.
—Yo no puedo ir. Los
Dursley no firmaron la autorización y Fudge tampoco quiso hacerlo.
Ron se quedó
horrorizado.
—¿Que no puedes
venir? Pero... hay que buscar la forma... McGonagall o algún otro te dará
permiso...
-Por mucho que quisiera hacerlo, no tengo la autoridad
suficiente, no es algo que me concierne decidir a mi, Señor Potter- dijo a modo
de disculpa la profesora McGonagall.
Harry se rió con
sarcasmo. La profesora McGonagall, jefa de la casa Gryffindor, era muy
estricta.
—Podemos preguntar a
Fred y a George. Ellos conocen todos los pasadizos secretos para salir del
castillo...
—¡Ron! —le
interrumpió Hermione—. Creo que Harry no debería andar saliendo del colegio a
escondidas estando suelto Black...
—Ya, supongo que eso
es lo que dirá McGonagall cuando le pida el permiso —observó Harry.
—Pero si nosotros
estamos con él... Black no se atreverá a...
-En caso de que fuese cierto que mato trece personas de un
golpe, dudo mucho que se detendría ante tres niños que apenas están aprendiendo
a usar la varita- comentó con seriedad Bill, tanto él como sus hermanos se
estaban dando cuenta la cantidad de veces que Ron podría haber muerto o salido
gravemente herido.
—No digas tonterías,
Ron —interrumpió Hermione—. Black ha matado a un montón de gente en mitad de
una calle concurrida. ¿Crees realmente que va a dejar de atacar a Harry porque
estemos con él?
Mientras hablaba,
Hermione enredaba las manos en la correa de la cesta en que iba Crookshanks.
—¡No dejes suelta esa
cosa! —exclamó Ron.
-Y ya comenzamos con eso de nuevo.
Pero ya era demasiado
tarde. Crookshanks saltó con ligereza de la cesta, se desperezó, bostezó y se
subió de un brinco a las rodillas de Ron; el bulto del bolsillo de Ron estaba
temblando y él se quitó al gato de encima, dándole un empujón irritado.
-¡No le pegues al gatito!- regañó Tonks, con el pelo rojo
encendido.
-¡No le pegue, lo empuje!
-¡No es cierto!
-¡Si lo es!
-¡No lo es!
-Deja de discutir con la niña Ronald- cortó Hermione.
—¡Apártate de aquí!
—¡No, Ron! —exclamó
Hermione con enfado.
Ron estaba a punto de
responder cuando el profesor Lupin se movió. Lo miraron con aprensión, pero él
se limitó a volver la cabeza hacia el otro lado, con la boca todavía ligeramente
abierta, y siguió durmiendo.
James y Sirius miraron a Remus preocupado, en las noches de
luna llena era todo un reto que Remus no se hiriese a si mismo, pero el
licántropo estando solo debería estar repleto de heridas y golpes que lo
dejaban físicamente y psicológicamente agotado.
El expreso de
Hogwarts seguía hacia el norte, sin detenerse. Y el paisaje que se veía por
las ventanas se fue volviendo más agreste y oscuro mientras aumentaban las
nubes.
A través de la puerta
del compartimento se veía pasar gente hacia uno y otro lado. Crookshanks se
había instalado en un asiento vacío, con su cara aplastada vuelta hacia Ron, y
tenía los ojos amarillentos fijos en su bolsillo superior.
Sirius sonrió, Crookshanks le agradaba.
A la una en punto
llegó la bruja regordeta que llevaba el carrito de la comida.
—¿Crees que
deberíamos despertarlo? —preguntó Ron, incómodo, señalando al profesor Lupin
con la cabeza—. Por su aspecto, creo que le vendría bien tomar algo.
Hermione se aproximó
cautelosamente al profesor Lupin.
—Eeh... ¿profesor?
—dijo—. Disculpe... ¿profesor?
El dormido no se
inmutó.
-De verdad dudo que estés tan dormido- cuestionó Sirius.
-Puede que haya escuchado retazos de conversación, pero nada
muy relevante, realmente estaba agotado ese día- explicó simplemente, pensando
en todas las dudas e inseguridades que lo habían mantenido en vela las noches
anteriores al inicio del curso.
—No te preocupes,
querida —dijo la bruja, entregándole a Harry unos pasteles con forma de
caldero—. Si se despierta con hambre, estaré en la parte delantera, con el
maquinista.
—Está dormido,
¿verdad? —dijo Ron en voz baja, cuando la bruja cerró la puerta del
compartimento—. Quiero decir que... no está muerto, claro.
Muchos se estremecieron al pensar en el tranquilo y
agradable Remus Lupin muerto.
—No, no: respira
—susurró Hermione, cogiendo el pastel en forma de caldero que le alargaba
Harry.
Tal vez no fuera un
ameno compañero de viaje, pero la presencia del profesor Lupin en el
compartimento tenía su lado bueno.
-Remus siempre es bueno- halagó Tonks sonriente.
Sirius soltó una carcajada perruna que solo quienes sabían
de la futura relación entre Remus y Tonks comprendieron.
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A media tarde, cuando
empezó a llover y la lluvia emborronaba las colinas, volvieron a oír a alguien
por el pasillo, y las tres personas a las que tenían menos aprecio aparecieron
en la puerta: Draco Malfoy y sus dos amigotes, Vincent Crabbe y Gregory Goyle.
Remus negó con la cabeza divertido, ya se imaginaba porque
decían que su presencia era buena.
Draco Malfoy y Harry
se habían convertido en enemigos desde que se conocieron, en su primer viaje en
tren a Hogwarts.
-Es la naturaleza- comentó James, mirando con desdén a
Lucius.
Malfoy, que tenía una
cara pálida, puntiaguda y como de asco, pertenecía a la casa de Slytherin.
-¿Puntiaguda y como de asco? ¿Enserio?- estaba indignado,
había escuchado muchos insultos contra su persona, pero nadie que pusiera en
duda su atractivo.
-Tranquilo cielo, ¿de verdad querrías que Harry diga que
eres atractivo?- Harry y Draco hicieron una mueca de asco.
Era buscador en el equipo de quidditch de
Slytherin, el mismo puesto que tenía Harry en el de Gryffindor. Crabbe y Goyle
parecían no tener otro objeto en la vida que hacer lo que quisiera Malfoy. Los
dos eran corpulentos y musculosos. Crabbe era el más alto, y llevaba un corte
de pelo de tazón y tenía el cuello muy grueso. Goyle llevaba el pelo corto y
erizado, y tenía brazos de gorila.
-Iguales a sus padres- bufó Marlene, detestaba a esos dos
idiotas.
—Bueno, mirad quiénes
están ahí —dijo Malfoy con su habitual manera de hablar; arrastrando las
palabras. Abrió la puerta del compartimento—. El chalado y la rata.
Crabbe y Goyle se
rieron como bobos.
-¡Ni siquiera fue un insulto ingenioso!- se quejó Canuto.
—He oído que tu padre
por fin ha tocado oro este verano —dijo Malfoy—. ¿No se habrá muerto tu madre
del susto?
Arthur, Molly, el resto de los Weasley y gran parte del
comedor miraron feo al rubio que se encogió en su asiento.
Ron se levantó tan
aprisa que tiró al suelo el cesto de Crookshanks.
El profesor Lupin
roncó.
-¡Estabas despierto en ese momento!- Remus asintió.
—¿Quién es ése?
—preguntó Malfoy, dando un paso atrás en cuanto se percató de la presencia de
Lupin.
—Un nuevo profesor
—contestó Harry, que se había levantado también por si tenía que sujetar a
Ron—. ¿Qué decías, Malfoy?
Malfoy entornó sus
ojos claros. No era tan idiota como para pelearse delante de un profesor.
—Vámonos —murmuró a
Crabbe y Goyle, con rabia. Y desaparecieron.
-Típico de un Malfoy-Canuto miró con desprecio al rubio y su
padre.
Harry y Ron volvieron
a sentarse. Ron se frotaba los nudillos.
—No pienso aguantarle
nada a Malfoy este curso —dijo enfadado—. Lo digo en serio. Si hace otro
comentario así sobre mi familia, le cogeré la cabeza y...
Ron hizo un gesto
violento.
-¡Bien dicho Ronnie!- felicitaron Fred y George.
-¡Callense ustedes dos! ¿Qué clase de ejemplo le dan a su
hermano?- reprochó enfadada Molly.
-El peor posible, querida madre.
—Cuidado, Ron
—susurró Hermione, señalando al profesor Lupin—. Cuidado...
Pero el profesor
Lupin seguía profundamente dormido.
-Oh vamos, Lunatico no te hubiese castigado por defender a
tu familia.
-Lo hubiese castigado por participar de una pelea, pero
durante el castigo probablemente le invitaría un té- reconoció, ganándose una
mirada desaprobadora de Minerva, mientras Harry se reía, ¿Cómo sería la
reacción de la profesora al enterarse que ella le había invitado galletas en un
castigo?
La lluvia arreciaba a
medida que el tren avanzaba hacia el norte; las ventanillas eran ahora de un
gris brillante que se oscurecía poco a poco, hasta que encendieron las luces
que había a lo largo del pasillo y en el techo de los compartimentos. El tren
traqueteaba, la lluvia golpeaba contra las ventanas, el viento rugía, pero el
profesor Lupin seguía durmiendo.
Lunatico suspiró, la luna llena lo dejaba tan exhausto que
ni el propio tren pasando a su lado lo hubiese despertado.
—Debemos de estar
llegando —dijo Ron, inclinándose hacia delante para mirar a través del reflejo
del profesor Lupin por la ventanilla, ahora completamente negra.
Acababa de decirlo
cuando el tren empezó a reducir la velocidad.
-Me parece algo pronto- comentó Alice confusa.
—Estupendo —dijo Ron,
levantándose y yendo con cuidado hacia el otro lado del profesor Lupin, para
ver algo fuera del tren—. Me muero de hambre. Tengo unas ganas de que empiece
el banquete...
—No podemos haber
llegado aún —dijo Hermione mirando el reloj.
—Entonces, ¿por qué
nos detenemos?
El tren iba cada vez
más despacio. A medida que el ruido de los pistones se amortiguaba, el viento y
la lluvia sonaban con más fuerza contra los cristales.
Caras de confusión y preocupación se expandieron por el
comedor, ninguno había escuchado nunca una causa por la que el expreso de
Hogwarts se detuviera a medio camino.
Harry, que era el que
estaba más cerca de la puerta, se levantó para mirar por el pasillo. Por todo
el vagón se asomaban cabezas curiosas. El tren se paró con una sacudida, y
distintos golpes testimoniaron que algunos baúles se habían caído de los
portaequipajes. A continuación, sin previo aviso, se apagaron todas las luces y
quedaron sumidos en una oscuridad total.
La gran mayoría se estremeció, por mucho que trataran de
ocultarlo, la oscuridad era perturbadora.
—¿Qué sucede? —dijo
detrás de Harry la voz de Ron.
—¡Ay! —gritó
Hermione—. ¡Me has pisado, Ron!
Harry volvió a
tientas a su asiento.
—¿Habremos tenido una
avería?
—No sé...
Los que habían estado presentes, se estremecieron al
recordar el frío y la oscuridad rodearlos.
Se oyó el sonido que
produce la mano frotando un cristal mojado, y Harry vio la silueta negra y
borrosa de Ron, que limpiaba el cristal y miraba fuera.
—Algo pasa ahí fuera
—dijo Ron—. Creo que está subiendo gente...
-¿Gente? ¿A medio camino?- Frank frunció el ceño
desconcertado, pero Lily ya comenzaba a entender el titulo del capitulo y no le
gustaba para nada.
La puerta del
compartimento se abrió de repente y alguien cayó sobre las piernas de Harry,
haciéndole daño.
—¡Perdona! ¿Tienes
alguna idea de lo que pasa? ¡Ay! Lo siento...
—Hola, Neville —dijo
Harry, tanteando en la oscuridad, y tirando hacia arriba de la capa de Neville.
—¿Harry? ¿Eres tú?
¿Qué sucede?
—¡No tengo ni idea!
Siéntate...
Se oyó un bufido y un
chillido de dolor. Neville había ido a sentarse sobre Crookshanks.
Neville se sonrojó mientras algunos soltaron risitas
contenidas.
—Voy a preguntarle al
maquinista qué sucede. —Harry notó que pasaba por su lado, oyó abrirse de nuevo
la puerta, y después un golpe y dos fuertes chillidos de dolor.
—¿Quién eres?
—¿Quién eres?
—¿Ginny?
—¿Hermione?
—¿Qué haces?
—Buscaba a Ron...
—Entra y siéntate...
—Aquí no —dijo Harry
apresuradamente—. ¡Estoy yo!
-La pequeña Ginny en acción- comentó Sirius dudando sobre si
aquello había sido realmente sin querer.
-Ahora ya no parece molestarte- murmuró Ginny, que estaba
sentada en las piernas de Harry.
-Estaba nervioso, era pequeño y no entendía lo relajante que
podía ser una preciosa pelirroja sobre mí.
-¿Cualquier pelirroja?
-Por supuesto que no, solo me interesa una pelirroja.
—¡Ay! —exclamó
Neville.
—¡Silencio! —dijo de
repente una voz ronca.
Por fin se había
despertado el profesor Lupin. Harry oyó que algo se movía en el rincón que él
ocupaba. Nadie dijo nada.
-Por fin un poco de orden- suspiró Lily.
Se oyó un
chisporroteo y una luz parpadeante iluminó el compartimento. El profesor Lupin
parecía tener en la mano un puñado de llamas que le iluminaban la cansada cara
gris. Pero sus ojos se mostraban cautelosos.
—No os mováis —dijo
con la misma voz ronca, y se puso de pie, despacio, con el puñado de llamas
enfrente de él. La puerta se abrió lentamente antes de que Lupin pudiera alcanzarla.
Cualquier sentimiento que no fuese la tensión fue eliminado
del comedor.
De pie, en el umbral,
iluminado por las llamas que tenía Lupin en la mano, había una figura cubierta
con capa y que llegaba hasta el techo. Tenía la cara completamente oculta por
una capucha. Harry miró hacia abajo y lo que vio le hizo contraer el estómago.
De la capa surgía una mano gris, viscosa y con pústulas. Como algo que
estuviera muerto y se hubiera corrompido bajo el agua...
Una niña de primero vomitó. Y nadie pudo culparla, todos se
veían asqueados, aterrorizados y perturbados por aquellas criaturas, incluso
los adultos.
Sólo estuvo a la
vista una fracción de segundo. Como si el ser que se ocultaba bajo la capa
hubiera notado la mirada de Harry, la mano se metió entre los pliegues de la
tela negra.
Y entonces aspiró
larga, lenta, ruidosamente, como si quisiera succionar algo más que aire.
Sirius sintió un escalofrío, tenía ganas de hacer lo mismo
que la niña, el estomago se le retorcía al pensar en esas despreciables
criaturas que lo habían atormentado y torturado hasta el borde de la locura.
Un frío intenso se extendió
por encima de todos. Harry fue consciente del aire que retenía en el pecho. El
frío penetró más allá de su piel, le penetró en el pecho, en el corazón...
Minerva miró preocupada a los niños de primer y segundo año,
que estaban con sus caras pálidas o parecían a punto de desmayarse.
Los ojos de Harry se
quedaron en blanco. No podía ver nada. Se ahogaba de frío. Oyó correr agua.
Algo lo arrastraba hacia abajo y el rugido del agua se hacía más fuerte...
Y entonces, a lo
lejos, oyó unos aterrorizados gritos de súplica. Quería ayudar a quien fuera.
Intentó mover los brazos, pero no pudo. Una niebla espesa y blanca lo rodeaba,
y también estaba dentro de él...
-¿Gritos de suplica?- repitió Canuto con la voz ronca-¿Crees
que él…?-miró a Lily.
-Ninguno de nosotros le suplicaría a Voldemort, Sirius, no
tiene sentido.
-Pero suplicarías por la vida de Harry, diste tu vida en su
lugar, lo que Harry oye es tu voz suplicando por él- James apretó los puños
para que no se le aguaran los ojos.
—¡Harry! ¡Harry!
¿Estás bien?
Alguien le daba
palmadas en la cara.
—¿Qué?
Harry abrió los ojos.
Sobre él había algunas luces y el suelo temblaba... El expreso de Hogwarts se
ponía en marcha y la luz había vuelto. Por lo visto había resbalado del
asiento y caído al suelo. Ron y Hermione estaban arrodillados a su lado, y por
encima de ellos vio a Neville y al profesor Lupin, mirándolo. Harry sentía
ganas de vomitar. Al levantar la mano para subirse las gafas, notó su cara cubierta
por un sudor frío.
-¿Por qué los dementores le afectan tanto? Son criaturas
horrorosas, pero nadie además de él se ha desmayado- notó Marlene.
-Porque Harry sabe cosas que ningún niño de su edad debería
saber- explicó Lily, mirando con reproche a Dumbledore.
Ron y Hermione lo
ayudaron a levantarse y a sentarse en el asiento.
—¿Te encuentras bien?
—preguntó Ron, asustado.
—Sí —dijo Harry,
mirando rápidamente hacia la puerta. El ser encapuchado había desaparecido—.
¿Qué ha sucedido? ¿Dónde está ese... ese ser? ¿Quién gritaba?
—No gritaba nadie
—respondió Ron, aún más asustado.
Harry examinó el
compartimento iluminado. Ginny y Neville lo miraron, muy pálidos.
—Pero he oído
gritos...
James se acercó instintivamente a Lily.
Todos se
sobresaltaron al oír un chasquido. El profesor Lupin partía en trozos una
tableta de chocolate.
—Toma —le dijo a
Harry, entregándole un trozo especialmente grande—. Cómetelo. Te ayudará.
Harry cogió el
chocolate, pero no se lo comió.
-El chocolate ayuda en esos casos… en realidad, ayuda
siempre- explicó Remus.
-Remus, quiero- lunático le tendió un trozó de chocolate a
la pequeña Tonks.
-¡Tu también!- el Remus mayor también le dio chocolate.
-Menos mal que la Nymphi de ahora es pequeña y no pide doble
rasión de otras cosas…- Canuto sonrio de lado, mientras ambos Remus se
sonrojaban.
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—¿Qué era ese ser?
—le preguntó a Lupin.
—Un dementor
—respondió Lupin, repartiendo el chocolate entre los demás—. Era uno de los
dementores de Azkaban.
Todos se estremecieron, pero Sirius tomo un color grisaseo y
tuvo ganas de prender fuego el libro para no volver a escuchar sobre esas
criaturas.
Todos lo miraron. El
profesor Lupin arrugó el envoltorio vacío de la tableta de chocolate y se lo
guardó en el bolsillo.
—Coméoslo —insistió—.
Os vendrá bien. Disculpadme, tengo que hablar con el maquinista...
Pasó por delante de
Harry y desapareció por el pasillo.
-No estaba listo para hablar con Harry todavía- reconoció
Remus- además, me sorprendió lo mucho que se parecía a James.
—¿Seguro que estás
bien, Harry? —preguntó Hermione con preocupación, mirando a Harry
—No entiendo... ¿Qué
ha sucedido? —preguntó Harry, secándose el sudor de la cara.
—Bueno, ese ser... el
dementor... se quedó ahí mirándonos (es decir; creo que nos miraba, porque no
pude verle la cara), y tú, tú...
—Creí que te estaba
dando un ataque o algo así —dijo Ron, que parecía todavía asustado—. Te
quedaste como rígido, te caíste del asiento y empezaste a agitarte...
Lily hizo una mueca de preocupación. Aterrorizarse con
semejantes criaturas era inevitable pero desvanecerse y convulsionar era algo
totalmente fuera de lo común.
—Y entonces el
profesor Lupin pasó por encima de ti, se dirigió al dementor y sacó su varita
—explicó Hermione—. Y dijo: «Ninguno de nosotros esconde a Sirius Black bajo la
capa. Vete.»
Ambos Sirius miraron ofendidos a Remus.
-¿Qué? Yo quería que se fuera.
Sirius quiso
recordarle que vivió trece años creyéndolo un asesino, traidor y sanguinario,
pero la mirada de culpabilidad y disculpa de Remus lo detuvo.
Pero el dementor no se movió, así que Lupin
murmuró algo y de la varita salió una cosa plateada hacia el dementor. Y éste
dio media vuelta y se fue...
—Ha sido horrible
—dijo Neville, en voz más alta de lo normal—. ¿Notasteis el frío cuando entró?
—Yo tuve una
sensación muy rara —respondió Ron, moviendo los hombros con inquietud—, como si
no pudiera ya volver a sentirme contento...
-Imagínate esa sensación- murmuró Sirius con voz ronca- cada
segundo de cada hora durante trece malditos años.
Todos veían con pena al ojigris, pero nadie tenía el corazón
mas roto que James, Sirius era su hermano de otra sangre, su mejor amigo y su
compañero, impulsivo e inconsciente a veces, pero incapaz de dañar a nadie.
Ginny, que estaba
encogida en su rincón y parecía sentirse casi tan mal como Harry, sollozó.
Hermione se le acercó y le pasó un brazo por detrás, para reconfortaría.
-Como para que no llore, se va de Hogwarts después de ser
poseída por Voldemort, vuelve y se encuentra con esto- Bill miró mal a Fred con
el ceño fruncido por tener tan poco tacto.
—Pero ¿no os habéis
caído del asiento? —preguntó Harry, extrañado.
—No —respondió Ron,
volviendo a mirar a Harry con preocupación—. Ginny temblaba como loca,
aunque...
Harry no conseguía
entender. Estaba débil y tembloroso, como si se estuviera recuperando de una
mala gripe. También sentía un poco de vergüenza. ¿Por qué había perdido el control
de aquella manera, cuando los otros no lo habían hecho?
-¿Vergüenza? Harry, esas criaturas son horrendas, no tienes
la culpa de todas las cosas horribles que te han pasado.
El profesor Lupin
regresó. Se detuvo al entrar; miró alrededor y dijo con una breve sonrisa:
—No he envenenado el
chocolate, ¿sabéis?
Harry le dio un
mordisquito y ante su sorpresa sintió que algo le calentaba el cuerpo y que el
calor se extendía hasta los dedos de las manos y de los pies.
-El chocolate tiene endorfinas- ante de la cara de curiosidad
de los mas pequeños (y de Sirius), Remus busco una explicación más simple: -te
levanta el ánimo.
—Llegaremos a
Hogwarts en diez minutos —dijo el profesor Lupin—. ¿Te encuentras bien, Harry?
Harry no preguntó
cómo se había enterado el profesor Lupin de su nombre.
-Te conocía desde que eras del tamaño de un grano de arroz
en la panza de tu madre- suspiró con nostalgia.
—Sí —dijo, un poco
confuso.
No hablaron apenas
durante el resto del viaje. Finalmente se detuvo el tren en la estación de
Hogsmeade, y se formó mucho barullo para salir del tren: las lechuzas ululaban,
los gatos maullaban y el sapo de Neville croaba debajo de su sombrero. En el
pequeño andén hacía un frío que pelaba; la lluvia era una ducha de hielo.
-Se resfriaran- se lamentó Molly, mientras la señora Pomfrey
hacía una mueca de disgusto.
—¡Por aquí los de
primer curso! —gritaba una voz familiar. Harry, Ron y Hermione se volvieron y vieron
la silueta gigante de Hagrid en el otro extremo del andén, indicando por señas
a los nuevos estudiantes (que estaban algo asustados) que se adelantaran para
iniciar el tradicional recorrido por el lago.
—¿Estáis bien los
tres? —gritó Hagrid, por encima de la multitud.
Lo saludaron con la
mano, pero no pudieron hablarle porque la multitud los empujaba a lo largo del
andén.
Hermione frunció la nariz, le molestaba el desorden.
Harry, Ron y Hermione
siguieron al resto de los alumnos y salieron a un camino embarrado y desigual,
donde aguardaban al resto de los alumnos al menos cien diligencias, todas
tiradas (o eso suponía Harry) por caballos invisibles, porque cuando subieron a
una y cerraron la portezuela, se puso en marcha ella sola, dando botes.
-No estabas muy lejos- comentó Sirius- lo mas cercano con lo
que podrías describir un thestral es un caballo, huesudo y alado.
-¿Los ves?- pregunto Lily sorprendida.
-Los vemos desde que murió mamá Dorea- explicó James.
La diligencia olía un
poco a moho y a paja. Harry se sentía mejor después de tomar el chocolate, pero
aún estaba débil. Ron y Hermione lo miraban todo el tiempo de reojo, como si
tuvieran miedo de que perdiera de nuevo el conocimiento.
Harry bufó.
-¿Qué? Estábamos preocupados por ti- se justificó Hermione.
Mientras el coche
avanzaba lentamente hacia unas suntuosas verjas de hierro flanqueadas por
columnas de piedra coronadas por estatuillas de cerdos alados, Harry vio a
otros dos dementores encapuchados y descomunales, que montaban guardia a cada
lado. Estuvo a punto de darle otro frío vahído. Se reclinó en el asiento lleno
de bultos y cerró los ojos hasta que hubieron atravesado la verja. El carruaje
cogió velocidad por el largo y empinado camino que llevaba al castillo;
Hermione se asomaba por la ventanilla para ver acercarse las pequeñas torres.
Finalmente, el carruaje se detuvo y Hermione y Ron bajaron.
-Al fin, en Hogwarts estarás a salvo- suspiró aliviado
James.
-No creo que Dumbledore este muy contento con los
dementores- Marlene señaló con la cabeza al director que tenía una expresión de
pocos amigos.
Al bajar; Harry oyó
una voz que arrastraba alegremente las sílabas:
—¿Te has desmayado,
Potter? ¿Es verdad lo que dice Longbottom? ¿Realmente te desmayaste?
Malfoy le dio con el
codo a Hermione al pasar por su lado, y salió al paso de Harry, que subía al
castillo por la escalinata de piedra. Sus ojos claros y su cara alegre
brillaban de malicia.
Todos miraron mal a Draco, pero él los ignoró.
—¡Lárgate, Malfoy!
—dijo Ron con las mandíbulas apretadas.
—¿Tú también te
desmayaste, Weasley? —preguntó Malfoy, levantando la voz—. ¿También te asustó
a ti el viejo dementor; Weasley?
Draco se arrepintió de aquello, tan pronto como recordó las
épocas en que estaba enjuiciado por mortífago.
—¿Hay algún problema?
—preguntó una voz amable. El profesor Lupin acababa de bajarse de la diligencia
que iba detrás de la de ellos.
Malfoy dirigió una
mirada insolente al profesor Lupin, y vio los remiendos de su ropa y su maleta
desvencijada. Con cierto sarcasmo en la voz, dijo:
—Oh, no, eh...
profesor...
El rubio se ganaba miradas de odio, pero Remus solo se
encogió de hombros avergonzado por su condición económica.
Entonces dirigió a
Crabbe y Goyle una sonrisita, y subieron los tres hacia el castillo.
Hermione pinchaba a
Ron en la espalda para que se diera prisa, y los tres se unieron a la multitud
apiñada en la parte superior; a través de las gigantescas puertas de roble, y
en el interior del vestíbulo, que estaba iluminado con antorchas y acogía una
magnífica escalera de mármol que conducía a los pisos superiores.
A la derecha,
abierta, estaba la puerta que daba al Gran Comedor. Harry siguió a la multitud,
pero apenas vislumbró el techo encantado, que aquella noche estaba negro y
nublado, cuando lo llamó una voz:
—¡Potter, Granger,
quiero hablar con vosotros!
-Comenzamos mal- suspiró Canuto.
-Ya me imagino que profesora es.
Harry y Hermione
dieron media vuelta, sorprendidos. La profesora McGonagall, que daba clase de
Transformaciones y era la jefa de la casa de Gryffindor; los llamaba por
encima de las cabezas de la multitud. Tenía una expresión severa y un moño en
la nuca; sus penetrantes ojos se enmarcaban en unas gafas cuadradas. Harry se
abrió camino hasta ella con cierta dificultad y un poco de miedo.
-Es así con todos- aún así, con su carácter y todo,
McGonagall era una de las profesoras mas queridas que Hogwarts había tenido.
Había algo en la profesora McGonagall que
solía hacer que Harry sintiera que había hecho algo malo.
-Te mira con su expresión de “Sé lo que has hecho”- comprendió
James.
—No tenéis que poner
esa cara de asustados, sólo quiero hablar con vosotros en mi despacho —les
dijo—. Ve con los demás, Weasley.
Ron se les quedó
mirando mientras la profesora McGonagall se alejaba con Harry y Hermione de la
bulliciosa multitud; la acompañaron a través del vestíbulo, subieron la
escalera de mármol y recorrieron un pasillo.
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-Eres un entrometido- murmuró Ginny, sabiendo que su hermano
se había quedado muerto de curiosidad por no poder ir al despacho de
McGonagall.
Ya en el despacho
(una pequeña habitación que tenía una chimenea en la que ardía un fuego
abundante y acogedor), hizo una señal a Harry y a Hermione para que se sentaran.
También ella se sentó, detrás del escritorio, y dijo de pronto:
—El profesor Lupin ha
enviado una lechuza comunicando que te sentiste indispuesto en el tren,
Potter.
-Eso es tan vieja chismosa Remus- se quejó Sirius.
-Es de adulto responsable, mejor dicho.
Antes de que Harry
pudiera responder; se oyó llamar suavemente a la puerta, y la señora Pomfrey,
la enfermera, entró con paso raudo. Harry se sonrojó. Ya resultaba bastante
embarazoso haberse desmayado o lo que le hubiera pasado, para que encima
armaran aquel lío.
-No tiene que darte vergüenza sentirte mal- informó Lily,
como una obviedad.
—Estoy bien —dijo—,
no necesito nada...
—Ah, eres tú —dijo la
señora Pomfrey, sin escuchar lo que decían e inclinándose para mirarlo de cerca.
— Supongo que has estado otra vez metiéndote en algo peligroso.
-No parece muy sorprendida- comentó James, medio divertido
medio preocupado.
—Ha sido un dementor;
Poppy ——dijo la profesora McGonagall.
Cambiaron una mirada
sombría y la señora Pomfrey chascó la lengua con reprobación.
—Poner dementores en
un colegio —murmuró echando para atrás la silla de Harry y apoyando una mano en
su frente—. No será el primero que se desmaya. Sí, está empapado en sudor. Son
seres terribles, y el efecto que tienen en la gente que ya de por sí es
delicada...
-¡No es delicado!- defendieron ambos Sirius y James, como si
aquel adjetivo fuese un insulto.
—¡Yo no soy delicado!
—repuso Harry, ofendido.
-Ser delicado emocionalmente no te hace débil- informó
Marlene.
—Por supuesto que no
—admitió distraídamente la señora Pomfrey, tomándole el pulso.
—¿Qué le prescribe?
—preguntó resueltamente la profesora McGonagall—. ¿Guardar cama? ¿Debería
pasar esta noche en la enfermería?
—¡Estoy bien! —repuso
Harry, poniéndose en pie de un brinco. Le atormentaba pensar en lo que diría
Malfoy si lo enviaban por aquello a la enfermería.
Draco levantó la comisura de la boca en una sonrisa mal
contenida. No podía evitar que le causase gracia. Lo había atacado un dementor
y Potter pensaba en cómo se burlaría él.
—Bueno. Al menos
tendría que tomar chocolate —dijo la señora Pomfrey, que intentaba examinar los
ojos de Harry.
—Ya he tomado un
poco. El profesor Lupin me lo dio. Nos dio a todos.
—¿Sí? —dijo con
aprobación la señora Pomfrey—. ¡Así que por fin tenemos un profesor de Defensa
Contra las Artes Oscuras que conoce los remedios!
-¡El mejor profesor de defensa que Hogwarts ha tenido!-
festejaron Fred y George, siendo secundado por todos los visitantes… Los
gemelos apreciaban mucho al profesor Lupin, como todos, pero la realidad es que
solo estaban esperando un momento que les permitiera desatar un poco de caos.
Lunático, tanto como el Remus adulto, miraron orgullosos el
cariño de los alumnos.
—¿Estás seguro de que
te sientes bien, Potter? —preguntó la profesora McGonagall.
—Sí —dijo Harry.
—Muy bien. Haz el
favor de esperar fuera mientras hablo un momento con la señorita Granger sobre
su horario. Luego podremos bajar al banquete todos juntos.
Hermione se removió algo incomoda, no estaba seguro de que
tan correcto fuera el detalle que McGonagall le obsequió.
Harry salió al
corredor con la señora Pomfrey, que se marchó hacia la enfermería murmurando
algo para sí. Harry sólo tuvo que esperar unos minutos. A continuación salió
Hermione, radiante de felicidad, seguida por la profesora McGonagall, y los
tres bajaron las escaleras de mármol, hacia el Gran Comedor.
Varios miraron con curiosidad a Hermione, pero ella solo
bajo la cabeza para no tener que responder preguntas.
Estaba lleno de
capirotes negros. Las cuatro mesas largas estaban llenas de estudiantes. Sus
caras brillaban a la luz de miles de velas. El profesor Flitwick, que era un
brujo bajito y con el pelo blanco, salió con un viejo sombrero y un taburete de
tres patas.
—¡Nos hemos perdido
la selección! —dijo Hermione en voz baja.
-Como si le prestaramos mucha atención- bufó Ron.
Los nuevos alumnos de
Hogwarts obtenían casa por medio del Sombrero Seleccionador; que iba gritando
el nombre de la casa más adecuada para cada uno (Gryffindor; Ravenclaw,
Hufflepuff, Slytherin). La profesora McGonagall se dirigió con paso firme a su
asiento en la mesa de los profesores, y Harry y Hermione se encaminaron en
sentido contrario, hacia la mesa de Gryffindor, tan silenciosamente como les
fue posible. La gente se volvía para mirarlos cuando pasaban por la parte
trasera del Comedor y algunos señalaban a Harry. ¿Había corrido tan rápido la
noticia de su desmayo delante del dementor?
-Es Hogwarts, no hay una maldita manera de guardar un
secreto- se quejó Dorcas.
-O tal vez si- insinuó Canuto con una sonrisa.
Él y Hermione se
sentaron a ambos lados de Ron, que les había guardado los asientos.
—¿De qué iba la cosa?
—le preguntó a Harry.
Comenzó a explicarse
en un susurro, pero entonces el director se puso en pie para hablar y Harry se
calló.
-Todos se callan cuando Dumbledore habla, nunca he entendido
como lo hace- comentó Sirius.
-Porque él tiene algo importarte que decir, a diferencia de
ti Black- respondió Severus.
-No te metas conmigo
Quejicus, yo no puedo pegarte pero mi colega si- señaló al Sirius joven que
miraba con el mismo desprecio al Slytherin.
El profesor
Dumbledore, aunque viejo, siempre daba la impresión de tener mucha energía. Su
pelo plateado y su barba tenían más de medio metro de longitud; llevaba gafas
de media luna; y tenía una nariz extremadamente curva. Solían referirse a él
como al mayor mago de la época,
-Exageran siempre- cortó con modestia.
pero no era por eso
por lo que Harry le tenía tanto respeto. No se podía menos de confiar en Albus
Dumbledore, y cuando Harry lo vio sonreír con franqueza a todos los
estudiantes, se sintió tranquilo por vez primera desde que el dementor había entrado
en el compartimento del tren.
Albus sintió que sus ojos querían aguarse, pero mantuvo la
compostura.
—¡Bienvenidos! —dijo
Dumbledore, con la luz de la vela reflejándose en su barba—. ¡Bienvenidos a un
nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que deciros a todos, y como una es
muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete os deje
aturdidos.
-¿Soy el único que tengo hambre?- preguntó Canuto.
-Nunca entenderé como estas tan delgado- comentó Lily.
-Quidditch y sexo- se encogió de hombros, como si aquello
fuera completamente predecible.
—Dumbledore se aclaró
la garganta y continuó—: Como todos sabéis después del registro que ha tenido
lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a
algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el
Ministerio de Magia. —Se hizo una pausa y Harry recordó que el señor Weasley
había dicho sobre que a Dumbledore no lo le agradaba que los dementores
custodiaran el colegio.
-No creo que ninguno este muy alegre con esa decisión-
comentó Flitwick.
— Están apostados en
las entradas a los terrenos del colegio —continuó Dumbledore—, y tengo que
dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A
los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con
capas invisibles —añadió como quien no quiere la cosa, y Harry y Ron se miraron.
-Indirecta muy directa- murmuró James.
— No está en la
naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, os
advierto a todos y cada uno de vosotros que no debéis darles ningún motivo para
que os hagan daño. Confío en los prefectos y en los últimos ganadores de los
Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de
los dementores.
-Genial manera de tranquilizar a los de primer curso, con
eso y lo del tren se quedaran felices de la vida- ironizó Bill.
Percy, que se sentaba
a unos asientos de distancia de Harry, volvió a sacar pecho y miró a su
alrededor orgullosamente. Dumbledore hizo otra pausa. Recorrió la sala con una
mirada muy seria y nadie movió un dedo ni dijo nada.
—Por hablar de algo
más alegre —continuó—, este año estoy encantado de dar la bienvenida a nuestro
colegio a dos nuevos profesores. En primer lugar, el profesor Lupin, que
amablemente ha accedido a enseñar Defensa Contra las Artes Oscuras.
Todos, tanto los visitantes como los de Gryffindor,
Hufflepuff y Ravenclaw (Aunque Astoria también formo parte) aplaudieron con
ganas.
-¿Qué hace?- preguntó Lucius mirando despectivamente a la
mujer de su hijo.
-Si es… especial- suspiró Draco, no había forma de predecir
lo que su mujer iba a hacer, como aplaudir a un hombre lobo. Pero bueno, si
ella era feliz.
Hubo algún aplauso
aislado y carente de entusiasmo. Sólo los que habían estado con él en el tren
aplaudieron con ganas, Harry entre ellos.
Los merodeadores miraron con una sonrisa a Harry.
El profesor Lupin
parecía un adán en medio de los demás profesores, que iban vestidos con sus
mejores togas.
Ambos Remus miraron el suelo avergonzados.
-Tu siempre te ves guapo- halago una Ravenclaw.
Ginny carraspeó, fulminando con la mirada a la morena. Ella
era amiga de Tonks y como su amiga esta ausente, sin contar su versión niña,
era su deber alejar las garras de las depredadoras.
—¡Mira a Snape! —le
susurró Ron a Harry en el oído.
El profesor Snape, el
especialista en Pociones, miraba al profesor Lupin desde el otro lado de la
mesa de los profesores. Era sabido que Snape anhelaba aquel puesto, pero incluso
a Harry, que aborrecía a Snape, le asombraba la expresión que tenía en aquel
momento, crispando su rostro delgado y cetrino. Era más que enfado: era odio.
Harry conocía muy bien aquella expresión: era la que Snape adoptaba cada vez
que lo veía a él.
Snape adoptaba la misma expresión. Todos eran iguales,
malditos arrogantes e imbéciles merodeadores. Ellos y su maldita decencia. Odiaría
a cualquier Potter por muy hijo de Lily que fuese.
—En cuanto al otro
último nombramiento —prosiguió Dumbledore cuando se apagó el tibio aplauso para
el profesor Lupin—, siento deciros que el profesor Kettleburn, nuestro
profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas, se retiró al final del pasado curso
para poder aprovechar en la intimidad los miembros que le quedan. Sin embargo,
estoy encantado de anunciar que su lugar lo ocupará nada menos que Rubeus
Hagrid, que ha accedido a compaginar estas clases con sus obligaciones de
guardabosques.
-¡Hagrid eres profesor!- repitió Charlie, mirando con una
sonrisa al semi gigante que no parecía procesar la información. Y luego dejo
caer unos gruesos lagrimones.
-¡Es usted el mejor hombre que he conocido, Dumbledore!
-Ya, ya, Hagrid- intentó consolar el anciano director.
-¿Un gigante de profesor? Dime que no deje que esa
aberración sucediera- Narcissa puso los ojos en blanco ¿Qué haría falta para
que Lucius abriera un poco la mente?
Harry, Ron y Hermione
se miraron atónitos. Luego se unieron al aplauso, que fue especialmente
caluroso en la mesa de Gryffindor. Harry se inclinó para ver a Hagrid, que estaba
rojo como un tomate y se miraba las enormes manos, con la amplia sonrisa oculta
por la barba negra.
Hagrid le sonrió a la mesa de los leones, especialmente a
los merodeadores y Harry.
—¡Tendríamos que
haberlo adivinado! —dijo Ron, dando un puñetazo en la mesa—. ¿Qué otro habría
sido capaz de mandarnos que compráramos un libro que muerde?
Harry, Ron y Hermione
fueron los últimos en dejar de aplaudir; y cuando el profesor Dumbledore volvió
a hablar, pudieron ver que Hagrid se secaba los ojos con el mantel.
Tipico, pensó Hermione
con una sonrisa.
—Bien, creo que ya he
dicho todo lo importante —dijo Dumbledore—. ¡Que comience el banquete!
Las fuentes doradas y
las copas que tenían delante se llenaron de pronto de comida y bebida. Harry,
que de repente se dio cuenta de que tenía un hambre atroz, se sirvió de todo
lo que estaba a su alcance, y empezó a comer.
-AHHH- protestó Sirius, como si fuese un niño. Dobby, quien
se mantenía callado para no molestar la lectura, chasqueo los dedos, dejando
aparecer una bandeja de bocadillos. –Eso es dobby, eres mi elfo favorito, recuérdame
regalarte mas calcetines.
-Dobby lo agradece señor, Dobby esta feliz de hacer feliz
los seres queridos del señor Harry Potter, Dobby siempre esta feliz de hacer feliz
al señor Harry Potter, porque el señor Harry Potter…
-Dobby cariño- cortó Ginny dulcemente la avalancha de
halagos hacía Harry- debemos continuar la lectura.
Fue un banquete
delicioso. El Gran Comedor se llenó de conversaciones, de risas y del tintineo
de los cuchillos y tenedores. Harry, Ron y Hermione, sin embargo, tenían ganas
de que terminara para hablar con Hagrid. Sabían cuánto significaba para él ser
profesor.
-Es un honor, todo un honor- dijo sacando su ancho pecho con
orgullo.
Hagrid no era un mago totalmente cualificado;
había sido expulsado de Hogwarts en tercer curso por un delito que no había
cometido. Fueron Harry, Ron y Hermione quienes, durante el curso anterior;
habían limpiado el nombre de Hagrid.
-No creo que lo dejen ser un mago cualificado, dado que no
termino su educación- explicó Lily- pero si le permitirán hacer magia, nada de
descontrol, pero si magia.
Finalmente, cuando
los últimos bocados de tarta de calabaza desaparecieron de las bandejas
doradas, Dumbledore anunció que era hora de que todos se fueran a dormir y
ellos vieron llegado su momento.
—¡Enhorabuena,
Hagrid! —gritó Hermione muy alegre, cuando llegaron a la mesa de los
profesores.
-No creo que sea el mejor momento para charlar, la verdad-
comentó Alice.
—Todo ha sido gracias
a vosotros tres —dijo Hagrid mientras los miraba, secando su cara brillante en
la servilleta—. No puedo creerlo... Un gran tipo, Dumbledore... Vino derecho a
mi cabaña después de que el profesor Kettleburn dijera que ya no podía más. Es
lo que siempre había querido.
Embargado de emoción,
ocultó la cara en la servilleta y la profesora McGonagall les hizo irse.
Alice suspiró, para no dejar salir un se los dije.
Harry, Ron y Hermione
se reunieron con los demás estudiantes de la casa Gryffindor que subían en
tropel la escalera de mármol y, ya muy cansados, siguieron por más corredores
y subieron más escaleras, hasta que llegaron a la entrada secreta de la torre
de Gryffindor. Los interrogó un retrato grande de señora gorda, vestida de
rosa:
—¿Contraseña?
—¡Dejadme pasar;
dejadme pasar! —gritaba Percy desde detrás de la multitud—. ¡La última
contraseña es «Fortuna Maior»!
-¿Por qué demonios tiene que cambiarla siempre? Cambia mas
de contraseña de Canuto de chica- se quejó James.
-Podría reprocharte… pero es cierto- aceptó arrogancia mal
disimulada el ojigris.
—¡Oh, no! —dijo con
tristeza Neville Longbottom. Siempre tenía problemas para recordar las
contraseñas.
Después de cruzar el
retrato y recorrer la sala común, chicos y chicas se separaron hacia las
respectivas escaleras. Harry subió la escalera de caracol sin otro pensamiento
que la alegría de estar otra vez en Hogwarts. Llegaron al conocido dormitorio
de forma circular; con sus cinco camas con dosel, y Harry, mirando a su
alrededor; sintió que por fin estaba en casa.
-Capitulo terminado.
-¡A COMER!- ordenó Canuto.
-Sirius, compórtate.
-PERO A COMER- secundo Tonks.
-Eres una mala influencia- regañó Andromeda.
-No lo soy- pero cualquier argumento quedo sin sentido
cuando la pelirosa comenzó a exigir la comida.
-Comeremos- cortó Dumbledore tranquilamente- y proseguiremos
con la lectura.
Me encantaaaaaa
ResponderEliminarPliss noo paresss
No me aparece el capitulo:(
ResponderEliminarNo lo subió todavia. Siempre pone el nombre del prox capitulo qe empieza pero no, todavia no actualizó.
EliminarGracias por la informacion! :)
EliminarDe nada :D
Eliminary cuando lo subis?
Eliminar¡Ya actualice!
Eliminarpor fa continua escribiendo eres genial
ResponderEliminarnecesito la actualizacion para vivir! escribes genial!
ResponderEliminarHola me preguntaba si alguien sabe cuando actualizan
ResponderEliminarsuele actualizar los domingos por la noche
Eliminarte amo, es simplemente eso, gracias por darnos tan maravillosas historias para entretenernos
ResponderEliminarIncreíble tu manera de escribir!! Te amo eres la mejor =D :))
ResponderEliminarJajajaja lo último me mato :D
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarOhh vaya lo de las galletas y lo último me mato por completo te juro que me puese a reír como loca, en general el capitulo me gusto mucho.
Saludos :-)
Jajaja muy bueno el capítulo. Normalmente no suelo comentar pero cada domingo estoy desesperada mirando si hay actualización!!
ResponderEliminarMucho ánimo.
Mero, ante todo quería decirte que leí lo que escribiste en el facebook y pienso que no te desanimes, la gente sigue leyendo, pero de pronto se le olvida comentar, sabes que tienes un gran grupo de lectores que te quieren y te aprecian, nunca dejes de actualizar, te amamos mero
ResponderEliminarpor favor no dejes de escribirla! esta genial todas las semanas me paso para ver si actualizaste de verdad me encanta tu historia
ResponderEliminarestuvo muy bueno elcapitulo sigue asi
ResponderEliminarGeniaaal como siempre :D No pares de escribir!
ResponderEliminarHoy descubri tu blog por accidente y me lei todo lo ke has escrito en un dia escribes genial actualiza pronto vale mucho lapena
ResponderEliminarMe encanta la historia :)
ResponderEliminarEs fantástico. Espero k continúes
ResponderEliminarCada cuánto actualizas? Espero qe pronto, me encanta tu fic
ResponderEliminarMero esta algo indispuesta y no puede actualizar. :D pero cuando actualiza este fic lo hace en domingo asi que hay que estar atentos :D
EliminarGracias ;)
Eliminarcuando vas a actualizar?? me encanta!!
ResponderEliminarQue rico comidaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarHey amo tu novela y me encanta como escribes, actualiza por fa!
ResponderEliminarPor favor dinos cuando actualizas adoro este fics eres muy buena todos los domingos entro para ver si actualizaste
ResponderEliminarSiempre me gustan más los fics donde interactúan más que todos Harry y Ginny, pero me estas haciendo amar las interacciones de Sirius mal influenciando a Tonks jajjaj
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