domingo, 7 de agosto de 2016

Harry Potter y el prisionero de Azkaban- Cap 17

Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.


Harry Potter y el Prisionero de Azkaban


Capitulo XVI: "El perro, el gato y la rata"

-Bien, esto se está poniendo complicado, el bicho es degollado pero no murió, ¿cómo es eso?- Lily miró mal a Marlene, después de media hora intentando que Hagrid no pareciera un alma pena, no necesitaban más desastre emocional.  
-¿Podemos seguir con esto de una vez? Se está volviendo un infierno, necesito saber qué demonios pasó- James estaba cada vez más tenso, jamás desconfiaría de Sirius, pero le faltaban llenar muchos huecos de lo que había en la historia, cosas que necesitaba saber para entender.
A Harry se le quedó la mente en blanco a causa de la impresión. Los tres se habían quedado paralizados bajo la capa invisible. Los últimos rayos del sol arrojaron una luz sanguinolenta sobre los terrenos, en los que las sombras se dibujaban muy alargadas. Detrás de ellos oyeron un aullido salvaje.
—¡Hagrid! —susurró Harry. Sin pensar en lo que hacía, fue a darse la vuelta, pero Ron y Hermione lo cogieron por los brazos.

Hagrid sonrió levemente ante la preocupación de Harry.

—No podemos —dijo Ron, blanco como una pared—. Se verá en un problema más serio si se descubre que lo hemos ido a visitar...
Hermione respiraba floja e irregularmente.
—¿Cómo... han podido...? —preguntó jadeando, como si se ahogase—. ¿Cómo han podido?
—Vamos —dijo Ron, tiritando.

-Parece que Ron necesita que Hermione se quiebre para tomar el control de la situación- razonó Bill.
-Es que normalmente ella siempre sabe que hacer- la castaña suspiró.
-Excepto en momento de crisis, ahí Ron y Harry se manejan mejor.

Reemprendieron el camino hacia el castillo, andando muy despacio para no descubrirse. La luz se apagaba. Cuando llegaron a campo abierto, la oscuridad se cernía sobre ellos como un embrujo.
—Scabbers, estate quieta —susurró Ron, llevándose la mano al pecho. La rata se retorcía como loca. Ron se detuvo, obligando a Scabbers a que se metiera del todo en el bolsillo—. ¿Qué te ocurre, tonta? Quédate quieta... ¡AY! ¡Me ha mordido!
—¡Ron, cállate! —susurró Hermione—. Fudge se presentará aquí dentro de un minuto...
—No hay manera.
Scabbers estaba aterrorizada. Se retorcía con todas sus fuerzas, intentando soltarse de Ron.
—¿Qué le ocurre?

Sirius sonrió de manera casi psicópata. Se acercaba el momento, todos sabrían como había sucedido.

Pero Harry acababa de ver a Crookshanks acercándose a ellos sigilosamente, arrastrándose y con los grandes ojos amarillos destellando pavorosamente en la oscuridad. Harry no sabía si el gato los veía o se orientaba por los chillidos de Scabbers.
—¡Crookshanks! —gimió Hermione—. ¡No, vete, Crookshanks! ¡Vete!
Pero el gato se acercaba más...
—Scabbers... ¡NO!
Demasiado tarde... La rata escapó por entre los dedos de Ron, se echó al suelo y huyó a toda prisa. De un salto, Crookshanks se lanzó tras el roedor; y antes de que Harry y Hermione pudieran detenerlo, Ron se salió de la capa y se internó en la oscuridad.
—¡Ron! —gimió Hermione.

-Todo por ese...-Harry se mordió la lengua para no decir nada que comprometiera la trama, pero Ron estaba tan indignado como él.  Parecía imposible pensar que habían estado protegiendo a Pettigrew.
Ella y Harry se miraron y lo siguieron a la carrera. Era imposible correr a toda velocidad debajo de la capa, así que se la quitaron y la llevaron al vuelo, ondeando como un estandarte mientras seguían a Ron. Oían delante de ellos el ruido de sus pasos y los gritos que dirigía a Crookshanks.
—Aléjate de él..., aléjate... Scabbers, ven aquí...
Oyeron un golpe seco.
—¡Te he atrapado! Vete, gato asqueroso.
Harry y Hermione casi chocaron contra Ron. Estaba tendido en el suelo. Scabbers había vuelto a su bolsillo y Ron sujetaba con ambas manos el tembloroso bulto.
—Vamos, Ron, volvamos a cubrirnos —dijo Hermione jadeando—. Dumbledore y el ministro saldrán dentro de un minuto.
Gideon bostezó.
-Esto del gato y la rata se está volviendo aburrido, deja que se lo coma y ya.
-Ojalá fuera tan sencillo- suspiró Ron.

Pero antes de que pudieran volver a taparse, antes incluso de que pudieran recuperar el aliento, oyeron los pasos de unas patas gigantes. Algo se acercaba a ellos en la oscu­ridad: un enorme perro negro de ojos claros.

Canuto miró a Sirius con cautela, conociéndose como lo hacía, sabía que si estaba desesperado y enfadado acabaría cometiendo estupideces, más si Remus no estaba ahí para controlarlo.

Harry quiso coger la varita, pero era ya demasiado tarde. El perro había dado un gran salto y sus patas delanteras le golpearon el pecho. Harry cayó de espaldas, con un fardo de pelo. Sintió el cálido aliento del fardo, sus dientes de tres centímetros de longitud...
Harry sonrió levemente, no muchos pueden decir que conocieron a su padrino de esa manera.

Pero el empujón lo había llevado demasiado lejos. Se apartó rodando. Aturdido, sintiendo como si le hubieran roto las costillas, trató de ponerse en pie; oyó rugir al animal, preparándose para un nuevo ataque.

James bufó, Sirius se comportaba como un cachorro y se olvidaba que estaba más cercano a un oso que a un chihuhua, ya le recriminaría más adelante por no tener cuidado con su hijo.

Ron se levantó. Cuando el perro volvió a saltar contra ellos, Ron empujó a Harry hacia un lado y el perro mordió el brazo estirado de Ron. Harry embistió y agarró al animal por el pelo, pero éste arrastraba a Ron con tanta facilidad como si fuera un muñeco de trapo.

Remus le dio un disimulado codazo a Sirius en las costillas.
-Maldita sea Remus, ¿qué pasa contigo?- el castaño le dedicó una mirada de enojo, con su mejor cara de profesor enfadado. Sirius se acomodó en el asiento incomodo, todos los que sabían quién era ese perro lo miraban con enfado. Lo aceptaba ¿sí? No había sido el más delicado, pero después de doce años en una celda uno olvidaba que tan frágiles son los cuerpos.

Entonces, algo surgido de no se sabía dónde golpeó a Harry tan fuerte en la cara que volvió a derribarlo. Oyó a Hermione chillar de dolor y caer también. Harry manoteó en busca de la varita, parpadeando para quitarse la sangre de los ojos.

-¿Sangre? ¿HA DICHO SANGRE? ESTUPIDO- Lily murmuró una maldición- Que no me enteré que esa sangre es por tu culpa porque me conocerás de verdad, Sirius Black.
La gran mayoría en el comedor miró a la pelirroja con desconcierto, ¿qué pintaba Black en ese asunto?

—¡Lumos! —susurró.
La luz de la varita iluminó un grueso árbol. Habían perseguido a Scabbers hasta el sauce boxeador; y sus ramas crujían como azotadas por un fortísimo viento y oscilaban de atrás adelante para impedir que se aproximaran.
Al pie del árbol estaba el perro, arrastrando a Ron y metiéndolo por un hueco que había en las raíces. Ron luchaba denodadamente, pero su cabeza y su torso se estaban perdiendo de vista.
—¡Ron! —gritó Harry, intentando seguirlo, pero una gruesa rama le propinó un restallante y terrible trallazo que lo obligó a retroceder.

-Ya entiendo- Lunático asintió- no está mal el plan, pero podrías haber sido menos bruto.
-No he sido bruto- se defendió, pero ante el bufido de Ron quien se había llevado la peor parte de su plan, terminó por resignarse- bueno, tal vez un poco...mucho.

Lo único que podían ver ya de Ron era la pierna con la que el muchacho se había enganchado en una rama para impedir que el perro lo arrastrase. Un horrible crujido cortó el aire como un pistoletazo. La pierna de Ron se había roto y el pie desapareció en aquel momento.

Molly estaba hiperventilando. Mientras los hermanos Weasley se debatían entre enojarse con el libro o con Sirius, que miraba la mesa como si fuera lo más interesante del universo.
-Controlar la fuerza bruta nunca se te ha dado bien- intentó consolar James, débilmente. Sirius quiso llorar, James era el único que incondicionalmente iba a ponerse de su lado.

—Harry, tenemos que pedir ayuda —gritó Hermione. Ella también sangraba. El sauce le había hecho un corte en el hombro.
—¡No! ¡Este ser es lo bastante grande para comérselo! ¡No tenemos tiempo!
—No conseguiremos pasar sin ayuda.
Otra rama les lanzó otro latigazo, con las ramitas enroscadas como puños.
—Si ese perro ha podido entrar, nosotros también —jadeó Harry, corriendo y zigzagueando, tratando de encontrar un camino a través de las ramas que daban trallazos al aire, pero era imposible acercarse un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.

-Eres un suicida, colega- silbó Seamus- nunca entiendo como haces todo lo opuesto a lo que la gente haría.
-Lo lleva en la sangre- se lamentó Lily.

—¡Socorro, socorro! —gritó Hermione, como una histérica, dando brincos sin moverse del sitio—. ¡Por favor...!
Crookshanks dio un salto al frente. Se deslizó como una serpiente por entre las ramas que azotaban el aire y se aga­rró con las zarpas a un nudo del tronco. De repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.
—¡Crookshanks! —gritó Hermione, dubitativa. Cogió a Harry por el brazo tan fuerte que le hizo daño—. ¿Cómo sabía...?
—Es amigo del perro —dijo Harry con tristeza—. Los he visto juntos... Vamos. Ten la varita a punto.

-¿Qué demonios?- Canuto miró a Sirius confundido, ¿desde cuándo él era amigo de los gatos?- ¿cómo hiciste que el bichejo...?- Sirius se encogió de hombros.
-Solo es inteligente y agradecido...como su dueña- Hermione le sonrió al ojigris.
-Es mitad Kneazle, por eso es tan leal y tan inteligente- explicó Hermione- no creo que un gato normal pudiese entender todo eso.

En unos segundos recorrieron la distancia que les separaba del tronco, pero antes de que llegaran al hueco que había entre las raíces, Crookshanks se metió por él agitando la cola de brocha. Harry lo siguió. Entró a gatas, metiendo primero la cabeza, y se deslizó por una rampa de tierra hasta la boca de un túnel de techo muy bajo. Crookshanks estaba ya lejos de él y sus ojos brillaban a la luz de la varita de Harry. Un segundo después, entró Hermione.
—¿Dónde está Ron? —le preguntó con voz aterrorizada.
—Por aquí —indicó Harry, poniéndose en camino con la espalda arqueada, siguiendo a Crookshanks.
—¿Adónde irá este túnel? —le preguntó Hermione, sin aliento.
—No sé... Está señalado en el mapa del merodeador; pero Fred y George creían que nadie lo había utilizado nunca. Se sale del límite del mapa, pero daba la impresión de que iba a Hogsmeade...

Lunático se tensó, estaban por saberse muchos secretos y si la trama revelaba todo el misterio detrás de los Merodeadores, seguramente le pedirían que abandonara Hogwarts.
-No pasará nada cuando lo sepan- el castaño se sorprendió, ¿por qué James siempre sabía lo que estaba pensando?- pongo las manos en el fuego a que Harry comprenderá tu problema peludo y explicará cómo son las cosas, Dumbledore te defenderá y si otros quieren echarte tendrán que echarnos a mí y a Sirius también ¿entiendes? No me mires con esa cara de niño desahuciado, uno para todos y todos para uno, recuérdalo cuando te pida la tarea de Encantamientos.

Avanzaban tan aprisa como podían, casi doblados por la cintura. Por momentos podían ver la cola de Crookshanks. El pasadizo no se acababa. Parecía tan largo como el que iba a Honeydukes. Lo único en que podía pensar Harry era en Ron y en lo que le podía estar haciendo el perrazo... Al correr agachado, le costaba trabajo respirar y le dolía...
Y entonces el túnel empezó a elevarse, y luego a serpentear; y Crookshanks había desaparecido. En vez de ver al gato, Harry veía una tenue luz que penetraba por una pequeña abertura. Se detuvieron jadeando, para coger aire. Avanzaron con cautela hasta la abertura. Levantaron las varitas para ver lo que había al otro lado.

-Si se dan cuenta que tienen trece años ¿verdad? Enfrentan todo como si fuesen aurores pero no eran más que unos niños- Harry se encogió de hombros, sabía que Andrómeda tenía razón pero nunca había pensado en no estar a la altura del oponente, solo pensaba en lo que estaba en juego.

Había una habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel se despegaba de las paredes. El suelo estaba lleno de manchas. Todos los muebles estaban rotos, como si alguien los hubiera destrozado. Las ventanas estaban todas cegadas con maderas.
Harry miró a Hermione, que parecía muy asustada, pero asintió con la cabeza.
Harry salió por la abertura mirando a su alrededor. La habitación estaba desierta, pero a la derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo en sombras. Hermione volvió a cogerse del brazo de Harry. Miraba de un lado a otro con los ojos muy abiertos, observando las ventanas tapadas.
—Harry —susurró—. Creo que estamos en la Casa de los Gritos.

Marlene soltó un gemido ahogado, siempre le había dado terror aquella casa, Canuto sonrió con sorna, así que a la rubia le daba miedo una casita con ruidos.
-Puedo abrazarte si quieres, para que se te pase el miedo- Marlene le dio un zape en la nuca.
-No te hagas el galán en estos momentos, idiota.

Harry miró a su alrededor. Posó la mirada en una silla de madera que estaba cerca de ellos. Le habían arrancado varios trozos y una pata.
—Eso no lo han hecho los fantasmas —observó.
En ese momento oyeron un crujido en lo alto. Algo se había movido en la parte de arriba. Miraron al techo. Hermione le cogía el brazo con tal fuerza que perdía sensibilidad en los dedos. La miró. Hermione volvió a asentir con la cabeza y lo soltó.
-Telepatía- se burló Fred.
-Sería más sencillo vivir si yo tuviera esa telepatía con Hermione- se quejó Ron, la castaña soltó una risita.
-Harry es mi mejor amigo, por eso sabe lo que estoy pensando. Tu eres mi marido, por eso nunca sabes en lo que estoy pensando.
Tan en silencio como pudieron, entraron en el vestíbulo y subieron por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, salvo el suelo, donde algo arrastrado escaleras arriba había dejado una estela ancha y brillante.
Llegaron hasta el oscuro descansillo.
—Nox —susurraron a un tiempo, y se apagaron las luces de las varitas.
Solamente había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella, oyeron un movimiento al otro lado. Un suave gemido, y luego un ronroneo profundo y sonoro. Cambiaron una última mirada y un último asentimiento con la cabeza.
Sosteniendo la varita ante sí, Harry abrió la puerta de una patada.

-¿Tantos golpes por un perrito y un gatito?- todos miraron a Tonks desconcertados- ¿Qué? Los perros no hacen nada malo.
-Algunos perros son malos, Nymphadora- corrigió su madre.
-Sí, pero tío Sirius no muerde- Sirius abrió la boca ligeramente, ¿cómo una niña podría haber entendido todo lo que medio comedor aún no entendía?- ¿Son tontos? Sirius es el perrito, él quiere a Mickey Mouse y el gatito lo ayuda.
-¿Quién es Mickey?- Lily volteó a ver a James exasperada.
-¿Una  niña desentrama toda la historia y a ti lo que te preocupa quien es Mickey? En serio, deberías ordenar tus prioridades.
-Eso es plagio- murmuró Ron, mientras Hermione reía sin poder evitarlo.
-¿Cómo pueden tomar todo con tanta liviandad?- reprendió Molly desesperada- Mi niño fue atacado y sus niños se enfrentaran a Merlín sabrá qué cosa.
-No les paso nada, a fin de cuentas están aquí, con todas sus extremidades- consoló Fabian.

Crookshanks estaba acostado en una magnífica cama con dosel y colgaduras polvorientas. Ronroneó al verlos. En el suelo, a su lado, sujetándose la pierna que sobresalía en un ángulo anormal, estaba Ron. Harry y Hermione se le acercaron rápidamente.
—¡Ron!, ¿te encuentras bien?
—¿Dónde está el perro?
—No hay perro —gimió Ron. El dolor le hacía apretar los dientes—. Harry, esto es una trampa...
—¿Qué...?
—Él es el perro. Es un animago...
Ron miraba por encima del hombro de Harry. Harry se dio la vuelta. El hombre oculto en las sombras cerró la puerta tras ellos.
Todos se enderezaron en sus asientos, el juego había terminado. Ahora las cosas tendrían sentido y sabrían qué había pasado con Sirius Black.

Una masa de pelo sucio y revuelto le caía hasta los codos. Si no le hubieran brillado los ojos en las cuencas profundas y oscuras, habría creído que se trataba de un cadáver. La piel de cera estaba tan estirada sobre los huesos de la cara que parecía una calavera. Una mueca dejaba al descubierto sus dientes amarillos. Era Sirius Black.
Algunas alumnas soltaron quejidos de angustia, otras como Marlene, Lily y Alice dejaron caer lágrimas silenciosas, ¿cómo un niño travieso, orgulloso y galante se convertía en eso? Un muchachito leal y divertido había sido transformado en un alma en pena, incluso peor que la muerte.
James sentía que el nudo en su estómago iba a devorarlo de adentro hacia afuera, intentó tranquilizarse pensando que el Sirius adulto junto a él se veía bien, se veía entero y bastante alegre... Tanto Remus como él se acercaron a Canuto instintivamente, iban a protegerlo. Sea lo que sea que hubiese pasado, iban a cuidarlo.
Mientras Remus hacia lo propio con el Sirius adulto que se veía perturbado, pero estaba extrañamente aliviado, al fin su inocencia sería probada.

—¡Expeliarmus! —exclamó, dirigiendo hacia ellos la varita de Ron.
Las varitas que empuñaban Harry y Hermione saltaron de sus manos, y Black las recogió. Dio un paso hacia ellos, con los ojos fijos en Harry.
—Pensé que vendrías a ayudar a tu amigo —dijo con voz ronca. Su voz sonaba como si no la hubiera empleado en mucho tiempo—. Tu padre habría hecho lo mismo por mí. Habéis sido muy valientes por no salir corriendo en busca de un profesor. Muchas gracias. Esto lo hará todo mucho más fácil...
-No era la mejor manera de empezar, Canuto- reprendió James- considerando que estoy muerto y Harry piensa que eres el culpable.
Harry oyó la burla sobre su padre como si Black la hubiera proferido a voces. Notó la quemazón del odio, que no dejaba lugar al miedo.
-Te lo dije.
-No se atrevan a mirarlo de esa manera- gritó Harry con voz autoritaria, la misma que usaba con los escuadrones de aurores- Si yo dude de él es porque no hubo nadie que me dijera la verdad, yo les estoy diciendo que es inocente y que todo tiene una explicación, no se atrevan a juzgarlo.
-Gracias cachorro.

 Por primera vez en su vida habría querido volver a tener en su mano la varita, no para defenderse, sino para atacar... para matar. Sin saber lo que hacía, se adelanté, pero algo se movió a sus costados, y dos pares de manos lo sujetaron y lo hicieron retroceder.
—¡No, Harry! —exclamó Hermione, petrificada.
Ron, sin embargo, se dirigió a Black:
—Si quiere matar a Harry, tendrá que matarnos también a nosotros —dijo con fiereza, aunque el esfuerzo que había hecho para levantarse lo había dejado aún más pálido, y oscilaba al hablar.
Todos los Weasley miraron a Ron con orgullo, ellos sabían que Ron y Hermione habían sido leales a Harry, pero nunca imaginaron hasta qué punto puede llegar la lealtad de un niño.
Harry y Ron cruzaron miradas, y solo eso basto para que el pelirrojo entendiera el agradecimiento silencioso.

Algo titiló en los ojos sombríos de Black.
—Échate —le dijo a Ron en voz baja— o será peor para tu pierna.

-Ahora te acuerdas de su pierna- reprendió Molly con enfado- primero se la rompes y después te preocupas de si le duele o no.

—¿Me ha oído? —dijo Ron débilmente, apoyándose en Harry para mantenerse en pie—. Tendrá que matarnos a los tres.
—Sólo habrá un asesinato esta noche —respondió Black, acentuando la mueca.
—¿Por qué? —preguntó Harry, tratando de soltarse de Ron y de Hermione—. No le importó la última vez, ¿a qué no? No le importó matar a todos aquellos muggles al mismo tiempo que a Pettigrew... ¿Qué ocurre, se ha ablandado usted en Azkaban?
—¡Harry! —sollozó Hermione—. ¡Cállate!
—¡ÉL MATÓ A MIS PADRES! —gritó Harry.
Y haciendo un último esfuerzo se liberó de Ron y de Hermione, y se lanzó.

-Merlín, ¿es qué todo mi sentido común se fue al tubo? Eres igual a tu padre, y estoy orgullosa de eso, pero ¿era necesario que te tomes tan al pie de la letra su impulsividad? ¡Y terco solo como un Potter!- James se encogió de hombros.
-¿Qué habrías hecho tú, señorita sentido común? Te conozco Lily, habrías luchado como una fiera, no por nada eres una leona.
-Oh maldición, el niño es igual a ustedes, ni apropósito les habría salido tan calcado. Ahora, quiero saber si un mocoso le patea el trasero a Sirius, ¿quién apuesta?- Dorcas le pellizcó el brazo a Marlene, sabía que su amiga decía puras estupideces por el nerviosismo, pero tampoco estaban en situación de escuchar esas estupideces.

Había olvidado la magia. Había olvidado que era bajito y poca cosa y que tenía trece años, mientras que Black era un hombre adulto y alto. Lo único que sabía Harry era que quería hacerle a Black todo el daño posible, y que no le im­portaba el que recibiera a cambio.
Sirius sintió un dolor lacerante, Harry era lo que él más amaba en el mundo, su cachorro, el niño que había visto nacer y que había hecho dormir cuando tenía solo unos días de vida, al que le había explicado cómo se hacían los bebés y cómo no hacer bebés, que se había reído con él y que le había dado su primer vaso de Whiskey, la lealtad y admiración absoluta que Harry le tenía eran las cosas que lo mantenían con vida y leer ese odio de parte de él le dolía más que un cruciatus.
Tal vez fuera por la impresión que le produjo ver a Harry cometiendo aquella necedad, pero Black no levantó a tiempo las varitas. Harry sujetó por la muñeca la mano libre de Black, desviando la orientación de las varitas. Tras propinarle un puñetazo en el pómulo, los dos cayeron hacia atrás, contra la pared.
Hermione y Ron gritaron. Vieron un resplandor cegador cuando las varitas que Black tenía en la mano lanzaron un chorro de chispas que por unos centímetros no dieron a Harry en la cara. Harry sintió retorcerse bajo sus dedos el brazo de Black, pero no lo soltó y golpeó con la otra mano.
Pero Black aferró con su mano libre el cuello de Harry.
—No —susurró—. He esperado demasiado tiempo.
Apretó los dedos. Harry se ahogaba. Las gafas se le habían caído hacia un lado.

-Sirius, no te das una idea las ganas que tengo de darte un puñetazo- confesó James- confío en ti más que en nadie, pero tus métodos...Te mereces un golpe, canuto. Que no lea que le hiciste daño a mi hijo porque ahí sí que se pondrá feo.
-No hizo nada, solo estaba defendiéndose- explicó Harry- nadie va a hacerle nada a Sirius.

Entonces vio el pie de Hermione, salido de no se sabía dónde. Black soltó a Harry profiriendo un alarido de dolor. Ron se arrojó sobre la mano con que Black sujetaba la varita y Harry oyó un débil tintineo.
Se soltó del nudo de cuerpos y vio su propia varita en el suelo. Se tiró hacia ella, pero...
—¡Ah!
Crookshanks se había unido a la lucha, clavándole las zarpas delanteras en el brazo. Harry se lo sacudió de enci­ma, pero Crookshanks se dirigió como una flecha hacia la varita de Harry.
—¡NO! —exclamó Harry, y propinó a Crookshanks un puntapié que lo tiró a un lado bufando. Harry recogió la varita y se dio la vuelta.

Hermione frunció el ceño.

—¡Apartaos! —gritó a Ron y a Hermione.
No necesitaron oírlo dos veces. Hermione, sin aliento y con sangre en el labio, se hizo a un lado, recogiendo su varita y la de Ron. Ron se arrastró hasta la cama y se derrumbó so­bre ella, jadeando y con la cara ya casi verde, asiéndose la pierna rota con las manos.
Black yacía de cualquier manera junto a la pared. Su es­trecho tórax subía y bajaba con rapidez mientras veía a Harry aproximarse muy despacio, apuntándole directamente al corazón con la varita.

—¿Vas a matarme, Harry? —preguntó.
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MAÑANA SUBO EL PEDACITO QUE FALTA! 

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