Aclaración:
Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo
solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con
las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Harry
Potter y el Prisionero de Azkaban
Capitulo
XIV: "El rencor de Snape"
-Sirius, colega, has metido la pata muy a lo bruto- suspiró
James.
-Lo sé, pero tenía mis razones- aclaró frotándose la nuca.
-Claro, acuchillar a mi hijo siempre tiene sus razones-
cuestionó Arthur con el ceño fruncido.
-Que no iba por el niño, ¿por qué habría de acuchillarlo? Si
hasta me cae bien.
-Vaya gracias- ironizó Ron.
-Abran el libro antes de que una de dos pelirrojas te
asesine- Fabian señaló con la cabeza a su hermana y a Lily.
-Si lo matan ¿yo muero?- preguntó Canuto. Hermione frunció
el ceño.
-No...Si..quizás, eres tú, vivirás hasta el punto en que lo
mataron a él, son la misma persona.
-Pero si se que van a matarme en este momento yo lo evitaría
y por lo tanto no moriría pero él estaría muerto...
-Merlín, me duele la cabeza- Hermione se frotó la
sien-Estúpidas paradojas temporales.
-¿Podemos leer antes de que alguien me golpee?- hojeó la
página- Oh James, querrás leer esto.
James tomó el libró y sonrió de lado: -El capítulo se llama
"El rencor de Snape"
Y cierto Slytherin se mordió la lengua. Maldita sea.
En la torre de
Gryffindor nadie pudo dormir aquella noche. Sabían que el castillo estaba
volviendo a ser rastreado y todo el colegio permaneció despierto en la sala
común. esperando a saber si habían atrapado a Black o no. La profesora
McGonagall volvió al amanecer para decir que se había vuelto a escapar.
-No me podía atrapar a los once años menos a los ¿Cuarenta
y...?- Sirius miró indignado a su pequeño yo.
-Eh, que no he pasado los treinta y siete- Canuto miró algo
desconfiado la expresión cansada- he pasado doce años en Azkaban, ya quisieras
ver cómo están los otros.
-Pobrecito mi Sirusin, sigues viéndote sexy- Marlenne
pestañeó coqueta.
-No va a pasar- cortaron ambos Sirius, mientras Dorcas
miraba con curiosidad a su amiga.
-¿Qué? Es un prófugo de Azkaban con casi treinta años más,
¿sabes lo genial que será contar eso en las reuniones escolares de mis futuros
hijos?- Dorcas rodó los ojos.
-Si no mueres- recordó Sirius.
-Si eso también será una gran historia.
Por cualquier sitio
por el que pasaran al día siguiente encontraban medidas de seguridad más
rigurosas. El profesor Flitwick instruía a las puertas principales para que
reconocieran una foto de Sirius Black.
-Aquí también se hace, pero con otros fines- bufó Dorcas,
todas las muchachas de Hogwarts estaban desesperadas por saber algo de Sirius
Black, por salir con Sirius Black y hasta tener una foto de Sirius Black.
Filch iba por los
pasillos, tapándolo todo con tablas, desde las pequeñas grietas de las paredes
hasta las ratoneras. Sir Cadogan fue despedido. Lo devolvieron al solitario
descansillo del piso séptimo y lo reemplazó la señora gorda. Había sido
restaurada magistralmente, pero continuaba muy nerviosa, y accedió a regresar a
su trabajo sólo si contaba con protección. Contrataron a un grupo de hoscos
troles de seguridad para protegerla. Recorrían el pasillo formando un grupo
amenazador; hablando entre gruñidos y comparando el tamaño de sus porras.
-¿Cómo es posible que puedas poner el mundo patas para
arriba de tal manera?- Sirius se encogió de hombros.
-Soy único.
-Gracias al cielo- acotó Lily.
Harry no pudo dejar
de notar que la...
-¡NO VOY A LEER ESTO! Sería inmoral, ilegal, estúpido. ¡Los
pasadizos son tema de Merodeadores!
-Y nuestros-comentó Fred, algo ofendido.
-Sí, y de los Juniors.
-¿Juniors?- James se encogió de hombros.
-Harry es mi cachorro y ustedes son los hijos que Sirius no
tuvo.
-¿Por qué no tuviste hijos?- Sirius negó.
-No es lo mío, quizás morí demasiado pronto.
-O quizás te mataron para que no dejes crías- agregó
Marlene. Canuto le sacó la lengua y Marlene le devolvió el gesto.
-La madurez de esta situación me asombra.
La ****- Lily
rodó los ojos ante la auto-censura de James- seguía sin protección y despejada. Parecía
que Fred y George estaban en lo cierto al pensar que ellos, y ahora Harry, Ron
y Hermione, eran los únicos que sabían que allí estaba la entrada de un
pasadizo secreto.
Canuto se llevó la mano al pecho ofendido, ¿quién en este
mundo podría saber más de pasadizos que los merodeadores?
—¿Crees que
deberíamos decírselo a alguien? —preguntó Harry a Ron.
-Remus- murmuró Sirius.
-¿Qué he hecho yo ahora?- El ojigris lo miró con una
sonrisa.
-Tú lo sabías, sabías que ese lugar estaba ahí, no lo
dijiste. No lo delataste.
-Sirius yo creí que eras culpable, pero si lo eras y querías
dañar a Harry quería ser yo quien estuviera ahí para ver que todo lo que decían
fuera real.
—Sabemos que no entra
por Honeydukes —dijo Ron—. Si hubieran forzado la entrada de la tienda, lo
habríamos oído.
Harry se alegró de
que Ron lo viera así. Si la *** se
tapara también con tablas, le intruso ya no podría volver a Hogsmeade.
-Harry, es cierto que este demente de aquí no iba a hacerte
daño, pero tus prioridades están bastante mal- regañó Lily.
-Casi tanto como las de ella- agregó Fabian señalando con la
cabeza a Hermione que lo miró feo.
Ron se convirtió de
repente en una celebridad. Por primera vez, la gente le prestaba más atención a
él que a Harry, y era evidente que a Ron le complacía. Aunque seguía asustado
por lo de aquella noche, le encantaba contarle a todo el mundo los pormenores
de lo ocurrido.
-Ronnie no te ofendas, pero eras patético- Ron bufó.
-Fred que digas "no te ofendas" no quiere decir
que la gente no se ofenda.
-Eso explica porque muchas chicas me han dado bofetadas.
—Estaba dormido y oí
rasgar las cortinas, pero creí que ocurría en un sueño. Entonces sentí una
corriente... Me desperté y vi que una de las cortinas de mi cama estaba
caída... Me di la vuelta y lo vi ante mí, como un esqueleto, con toneladas de
pelo muy sucio...
-Ey- Canuto hizo un mohín, acariciando su precioso cabello
negro azulado.
-Si te sirve de algo, cualquiera de estas estaría encantada
de ayudarte con el baño- murmuró Marlene, señalando al grupito de quinto que
miraba con pucheros bastante fingidos al ojigris.
-Pues...No vendría mal- Remus miró con precaución a Sirius.
-¿Sabes que son menores, verdad?
-En mis tiempos tienen como treinta y tantos, algunas serían
perfectas para ya sabes.
-¿Para qué?-Indagó Tonks.
-Para jugar...- Sirius sonrió.
-¿Jugar a qué?
-Juegos de adultos, Nymphi, a ti te encantará jugar, serás
bastante creativa para...- Remus le dio un zape en la nuca.
-Termina esa oración y no respondo de mi.
empuñando un cuchillo
largo y tremendo, debía de medir treinta centímetros, me miraba, lo miré,
entonces grité y salió huyendo.
—Pero ¿por qué se
fue? —preguntó Ron a Harry cuando se marcharon las chicas de segundo que lo
habían estado escuchando.
Bill negó con la cabeza divertido. Su hermano era un caso.
Harry se preguntaba
lo mismo. ¿Por qué Black, que se había equivocado de cama, no había decidido
silenciar a Ron y luego dirigirse hacia la de Harry? Black había demostrado
doce años antes que no le importaba matar a personas inocentes, y en aquella
ocasión se enfrentaba a cinco chavales indefensos, cuatro de los cuales estaban
dormidos.
-Tienes bastante capacidad para hacer hipótesis y plantear
situaciones- comentó Percy- grandes capacidades en un auror.
—Quizá se diera
cuenta de que le iba a costar salir del castillo cuando gritaste y despertaste
a los demás —dijo Harry pensativamente—. Habría tenido que matar a todo el
colegio para salir a través del retrato... Y entonces se habría encontrado con
los profesores...
-Es un buen duelista pero tampoco es Krypto.
-¿Krypto?- Lily sonrió levemente.
-El perro maravilla.
James rió, mientras los demás lo veían confundidos.
Neville había caído
en desgracia. La profesora McGonagall estaba tan furiosa con él que le había
suprimido las futuras visitas a Hogsmeade, le había impuesto un castigo y
había prohibido a los demás que le dieran la contraseña para entrar en la
torre. El pobre Neville se veía obligado a esperar cada noche la llegada de
alguien con quien entrar, mientras los troles de seguridad lo miraban burlona y
desagradablemente.
Frank y Alice le dirigieron una mirada de reproche a la
profesora.
-Fue un acto inocente, no va a hacerlo por maldad y mucho
menos para ayudar a un maniaco asesino- Alice, cuya cara redondeada se ponía
colorada por el enojo. -¡Es pura injusticia! Me decepciona mucho profesora.
-Mamá- Neville saboreó la palabra con cariño- No importa,
necesite que me empujaran para mejorar.
Alice miró poco convencida a una McGonagall algo arrepentida
de algo que ni siquiera había hecho todavía.
Ninguno de aquellos castigos, sin embargo, era
ni sombra del que su abuela le reservaba; dos días después de la intrusión de
Black, envió a Neville lo peor que un alumno de Hogwarts podía recibir durante
el desayuno: un vociferador.
-Ay demonios- Frank se estremeció.
Las lechuzas del
colegio entraron como flechas en el Gran Comedor; llevando el correo como de
costumbre, y Neville se atragantó cuando una enorme lechuza aterrizó ante él,
con un sobre rojo en el pico. Harry y Ron, que estaban sentados al otro lado de
la mesa, reconocieron enseguida la carta. También Ron había recibido el año
anterior un vociferador de su madre.
-¿Era necesario recordar eso?- protestó Ron.
-Muy necesario, querido Ronnie- se burló Fred.
—¡Cógelo y vete,
Neville! —le aconsejó Ron.
Neville no necesitó
oírlo dos veces. Cogió el sobre y, sujetándolo como si se tratara de una bomba,
salió del Gran Comedor corriendo, mientras la mesa de Slytherin, al verlo,
estallaba en carcajadas. Oyeron el vociferador en el vestíbulo. La voz de la
abuela de Neville, amplificada cien veces por medio de la magia, gritaba a
Neville que había llevado la vergúenza a la familia.
-Frank o hablas seriamente con tu madre sobre sus actitudes
o me encargaré de meterle ese feo bolso por...
-HABLARÉ.
Harry estaba
demasiado absorto apiadándose de Neville para darse cuenta de que también él
tenía carta. Hedwig llamó su atención dándole un picotazo en la muñeca.
—¡Ay! Ah, Hedwig,
gracias.
Harry rasgó el sobre
mientras Hedwig picoteaba entre los copos de maíz de Neville. La nota que había
dentro decía:
Queridos Harry y Ron:
¿Os apetece tornar el
té conmigo esta tarde, a eso de las seis? Iré a recogeros al castillo.
ESPERADME EN EL VESTÍBULO. NO TENÉIS PERMISO PARA SALIR SOLOS.
Un saludo,
Hagrid.
Lily sonrió con tristeza, ella sabía que Hagrid veía a Harry
a diario y por lo tanto podría invitarlo sin problemas, pero tenía el bonito
gesto de enviarle una carta, solo para que conociera la sensación y no se
quedara viendo como los otros niños recibían cartas de su familia.
—Probablemente quiere
saber los detalles de lo de Black —dijo Ron.
Así que aquella
tarde, a las seis, Harry y Ron salieron de la torre de Gryffindor, pasaron
corriendo por entre los troles de seguridad y se dirigieron al vestíbulo.
Hagrid los aguardaba ya.
—Bien, Hagrid —dijo
Ron—. Me imagino que quieres que te cuente lo de la noche del sábado, ¿no?
Fred puso los ojos en blanco.
—Ya me lo han contado
—dijo Hagrid, abriendo la puerta principal y saliendo con ellos.
—Vaya —dijo Ron, un
poco ofendido.
Lo primero que vieron
al entrar en la cabaña de Hagrid fue a Buckbeak, que estaba estirado sobre el
edredón de retales de Hagrid, con las enormes alas plegadas y comiéndose un
abundante plato de hurones muertos.
Draco frunció el ceño, aún recordaba la experiencia de
cuarto año e imaginarse muerto siendo comido por el pajarraco no era
precisamente agradable.
Al apartar los ojos
de la desagradable visión, Harry vio un traje gigantesco de una tela marrón
peluda y una espantosa corbata amarilla y naranja, colgados de la puerta del
armario.
—¿Para qué son,
Hagrid? —preguntó Harry.
—Buckbeak tiene que
presentarse ante la Comisión para las Criaturas Peligrosas —dijo Hagrid—. Será este viernes. Iremos
juntos a Londres. He reservado dos camas en el autobús noctámbulo...
Harry se avergonzó.
Se había olvidado por completo de que el juicio de Buckbeak estaba próximo, y a
juzgar por la incomodidad evidente de Ron, él también lo había olvidado.
Hagrid asintió con cierta congoja, para él era muy
importante lo que pasara con aquella criatura, pero dado la situación en que
todos se encontraban no los culpaba por no recordarlo.
Habían olvidado
igualmente que habían prometido que lo ayudarían a preparar la defensa de Buckbeak.
La llegada de la Saeta de Fuego lo había borrado de la cabeza de ambos.
Hagrid les sirvió té
y les ofreció un plato de bollos de Bath. Pero los conocían demasiado bien para
aceptarlos. Ya tenían experiencia con la cocina de Hagrid.
El medio gigante bajó la cabeza avergonzado.
-Sabes Hagrid, yo podría enseñarte un poco, cuando yo me
casé con Arthur no podía ni hacer un té y mírame ahora casi soy una
profesional- consoló Molly con una sonrisa maternal.
—Tengo algo que
comentaros —dijo Hagrid, sentándose entre ellos, con una seriedad que resultaba
rara en él.
—¿Qué? —preguntó
Harry.
—Hermione —dijo
Hagrid.
—¿Qué le pasa?
—preguntó Ron.
—Está muy mal, eso es
lo que le pasa. Me ha venido a visitar con mucha frecuencia desde las
Navidades. Se encuentra sola. Primero no le hablabais por lo de la Saeta de
Fuego. Ahora no le habláis por culpa del gato.
Hermione sacó levemente el labio inferior, ella ni siquiera
lo notaba pero Ron, después de tantos años juntos, sabía que era un gesto de
tristeza. La rodeó con el brazo y la atrajo hacia él.
-Se que soy un idiota, pero también sé que eres lo que más
quiero en esta vida ¿Si? Bueno, a ti y a los dos mini Weasley- susurró,
mientras acariciaba el vientre de Hermione.
-Lo siento, por todo lo que vas a recordar con estos malditos libros.
-Ron, salvar todas estas vidas es más importante que mis
sentimientos.
-No para mí.
—¡Se comió a
Scabbers! —exclamó Ron de malhumor.
—¡Porque su gato hizo
lo que todos los gatos! —prosiguió Hagrid—. Ha llorado, ¿sabéis? Está pasando
momentos muy difíciles. Creo que trata de abarcar más de lo que puede.
Demasiado trabajo. Aún encontró tiempo para ayudarme con el caso Buckbeak. Por
supuesto, me ha encontrado algo muy útil... Creo que ahora va a tener bastantes
posibilidades...
Hagrid miró a la castaña gratamente sorprendido.
-Creí que no te agradaba mucho- comentó.
Hermione sonrió.
-Hagrid que a veces no me agraden tus bichejos no significa
que no me agrades. Mira a Ron, no me agradan el cincuenta por ciento de sus
actitudes y estamos juntos hace ocho años.
—Nosotros también
tendríamos que haberte ayudado. Hagrid, lo siento —balbuceó Harry
—¡No os culpo! —dijo
Hagrid con un movimiento de la mano—. Ya sé que habéis estado muy ocupados Os
he visto entrenar día y noche. Pero tengo que deciros que creía que valorabais
más a vuestra amiga que a las escobas o las ratas. Nada más. —Harry y Ron se
miraron azorados—. Sufrió mucho cuando se enteró de que Black había estado a
punto de matarte, Ron. Hermione tiene buen corazón. Y vosotros dos sin
dirigirle la palabra...
Harry bajó la mirada realmente avergonzado, mientras Ron
sentía tanta culpa como si hubiese olvidado cuatro aniversarios juntos.
—Si se deshiciera de
ese gato, le volvería a hablar —dijo Ron enfadado—. Pero todavía lo defiende.
Está loco, y ella no admite una palabra en su contra.
—Ah, bueno, la gente
suele ponerse un poco tonta con sus animales de compañía —dijo Hagrid
prudentemente.
Buckbeak escupió unos
huesos de hurón sobre la almohada de Hagrid.
-Bastante gráfico el ejemplo- dijo Seamus con mueca de asco.
Pasaron el resto del
tiempo hablando de las crecientes posibilidades de Gryffindor de ganar la copa
de quidditch. A las nueve en punto, Hagrid los acompañó al castillo.
Cuando volvieron a la
sala común, un grupo numeroso de gente se amontonaba delante del tablón de
anuncios.
—¡Hogsmeade el próximo
fin de semana! —dijo Ron, estirando el cuello para leer la nueva nota por
encima de las cabezas ajenas—. ¿Qué vas a hacer? —preguntó a Harry en voz baja,
al sentarse.
—Bueno, Filch no ha
tapado la entrada del pasadizo que lleva a Honeydukes—dijo Harry aún más bajo.
Lily frunció el ceño y le dio un codazo a James.
-Es tu culpa que el niño sea un suicida, fue en tus genes.
Si hubiese salido a mi sería más precavido.
—Harry —dijo una voz en
su oído derecho. Harry se sobresaltó. Se volvió y vio a Hermione, sentada a la
mesa que tenían detrás, por un hueco que había en el muro de libros que la
ocultaba—, Harry, si vuelves otra vez a Hogsmeade... le contaré a la profesora
McGonagall lo del mapa.
—¿Oyes a alguien,
Harry? —masculló Ron, sin mirar a Hermione.
—Ron, ¿cómo puedes
dejarle que vaya? ¡Después de lo que estuvo a punto de hacerte Sirius Black!
Hablo en serio. Le contaré...
—¡Así que ahora
quieres que expulsen a Harry! —dijo Ron, furioso—. ¿Es que no has hecho ya
bastante daño este curso?
Hermione abrió la
boca para responder, pero Crookshanks saltó sobre su regazo con un leve bufido.
Hermione se asustó de la expresión de Ron, cogió a Crookshanks y se fue
corriendo hacia los dormitorios de las chicas.
-Hasta yo se que la niña tenía razón- admitió Sirius con
pesadumbre. -Yo soy un impulsivo pero tu eras un niño y estabas arriesgando tu
vida por un par de dulces, no lo vale. Y si yo hubiese sido realmente un
asesino, tú le habrías pagado muy mal a James y Lily por su sacrificio.
-Sirius no es...- Sirius silenció a Lily con la mano.
-No, yo soy su padrino y era lo más parecido a un padre que
Harry conoció y no fui lo suficientemente adulto para ocupar ese rol, lo empujé
a hacer las locuras que yo quería hacer y no es justo. Una estúpida tienda de
bromas o unos dulces no valen la pena Harry y creí que eras lo suficientemente
consciente para entenderlo.
Yo...-Harry nunca en su vida había sido regañado de manera
paternal y se sintió repentinamente apenado- lo siento mucho.
—Entonces ¿qué te
parece? —preguntó Ron a Harry, como si no hubiera habido ninguna interrupción—.
Venga, la última vez no viste nada. ¡Ni siquiera has estado todavía en Zonko!
Harry miró a su alrededor
para asegurarse de que Hermione no podía oír sus palabras:
—De acuerdo —dijo—.
Pero esta vez cogeré la capa invisible.
-Lo siento tanto Hermione- la castaña le restó importancia.
-Harry, hemos llorado nuestras penas amorosas juntos, todo
aquello quedó muy lejos como para enfadarme.
-¿Penas amorosas?- preguntaron los dos pelirrojos al mismo
tiempo.
-Lavender- bufó Hermione al mismo tiempo que Harry decía el
nombre de Dean.
El sábado por la
mañana, Harry metió en la mochila la capa invisible, guardó en el bolsillo el
mapa del merodeador y bajó a desayunar con los otros. Hermione no dejaba de
mirarlo con suspicacia, pero él evitaba su mirada y se aseguró de que ella lo
viera subir la escalera de mármol del vestíbulo mientras todos los demás se
dirigían a las puertas principales.
—¡Adiós, Harry! —le
dijo en voz alta—. ¡Hasta la vuelta!
Ron se sonrió y guiñó
un ojo.
-Son incorregibles- criticó Hermione sin poder esconder una
sonrisita.
Harry subió al tercer
piso a toda prisa, sacando el mapa del merodeador mientras corría. Se puso en
cuclillas detrás de la *** y extendió el mapa. Un puntito diminuto se
movía hacia él. Harry lo examinó entornando los ojos. La minúscula inscripción
que acompañaba al puntito decía: «NEVILLE LONGBOTTOM.»
Harry sacó la varita
rápidamente, musitó «Dissendio» y metió la mochila en la estatua, pero antes de
que pudiera entrar por ella Neville apareció por la esquina:
—¡Harry! Había olvidado
que tú tampoco ibas a Hogsmeade.
—Hola, Neville —dijo
Harry, separándose rápidamente de la estatua y volviendo a meterse el mapa en
el bolsillo—. ¿Qué haces?
—Nada —dijo Neville,
encogiéndose de hombros—. ¿Te apetece una partida de snap explosivo?
—Ahora no... Iba a la
biblioteca a hacer el trabajo sobre los vampiros, para Lupin.
-Lo siento Neville- el aludido se encogió de hombros.
-No éramos muy amigos en aquel entonces y aún así tu me
defendías de Malfoy, puedo tolerar unas mentiras piadosas.
—¡Voy contigo! —dijo
Neville con entusiasmo—. ¡Yo tampoco lo he hecho!
—Eh... ¡Pero si lo
terminé anoche! ¡Se me había olvidado!
—¡Estupendo, entonces
podrás ayudarme! —dijo Neville—. No me entra todo eso del ajo. ¿Se lo tienen
que comer o...?
Neville se detuvo con
un estremecimiento, mirando por encima del hombro de Harry.
Era Snape. Neville se
puso rápidamente detrás de Harry.
James dijo el nombre con desagrado. Él era un estúpido en
ocasiones ¿Si? Lo admitía. Podía llegar a ser un maldito idiota, pero Snape
también lo había sido y detestaba que Snape era un cobarde, nunca se había
vengado de él hombre a hombre, había esperado veinte años para vengarse de su
hijo de once. También sabía que Snape babeaba por Lily, pero él no había dudado
en lastimarla una y otra vez, y por eso lo odiaba. Mientras él daba la vida por
hacer feliz a Lily, después de años de luchar para conseguirla, él que la había
tenido desde un primer momento, había despreciado y pisoteado el vínculo que la
suerte le había dado con aquella pelirroja. Desleal, cobarde,
soberbio...Snivelus.
—¿Qué hacéis aquí los
dos? —dijo Snape, deteniéndose y mirando primero a uno y después al otro—. Un
extraño lugar para reunirse...
Ante el desasosiego
de Harry, los ojos negros de Snape miraron hacia las puertas que había a cada
lado y luego a la estatua.
—No nos hemos reunido
aquí —explicó Harry—. Sólo nos hemos encontrado por casualidad.
—¿De veras? —dijo
Snape—. Tienes la costumbre de aparecer en lugares inesperados, Potter; y
raramente te encuentras en ellos sin motivo. Os sugiero que volváis a la torre
de Gryffindor, que es donde debéis estar.
Lily suspiró algo aliviada, podría haber sido un encuentro
bastante peor.
Harry y Neville se
pusieron en camino sin decir nada. Al doblar la esquina, Harry miró atrás.
Snape pasaba una mano por ***
-¿Enserio? ¿No puedes dejar de decir el lugar? Me siento
como un idiota omitiéndolo siempre.
-Pues no lo hagas- James miró a Dorcas como si fuera un
alien.
-¿Y REVELAR NUESTRO SECRETO? ¿QUIÉN TE CREES CASTAÑITA?
-¿Qué demonios tienen los Potter con el cabello?- James miró
a Harry.
-Las pelirrojas tienen el toque- Harry asintió secundando a
su padre.
examinándola detenidamente.
Harry se las arregló para deshacerse de Neville en el retrato de la señora
gorda, diciendo la contraseña y simulando que se había dejado el trabajo sobre
los vampiros en la biblioteca y que volvía por él. Después de perder de vista a
los troles de seguridad, volvió a sacar el mapa.
El corredor del
tercer piso parecía desierto. Harry examinó el mapa con detenimiento y vio con
alivio que la minúscula mota con la inscripción «SEVERUS SNAPE» estaba otra vez
en el despacho.
Echó una carrera
hasta la estatua, abrió la entrada y se deslizó hasta encontrar la mochila al
final de aquella especie de tobogán de piedra. Borró el mapa del merodeador y
echó a correr.
__________________
Canuto no puedo
ocultar su sonrisa orgullosa, sangre merodeador le corría por las venas a ese
niño.
Completamente oculto
por la capa invisible, Harry salió a la luz del sol por la puerta de Honeydukes
y dio un codazo a Ron en la espalda.
—Soy yo —susurro.
—¿Por qué has tardado
tanto? —dijo Ron entre dientes.
—Snape rondaba por
allí.
Echaron a andar por
High Street.
—¿Dónde estás? —le
preguntaba Ron de vez en cuando, por la comisura de la boca—. ¿Sigues ahí? Qué
raro resulta esto...
-Más raro era verlo- comentó Seamus- parecías demente.
Fueron a la oficina
de correos. Ron hizo como que miraba el precio de una lechuza que iba hasta
Egipto, donde estaba Bill, y de esa manera Harry pudo hartarse de curiosear.
Por lo menos trescientas lechuzas ululaban suavemente, desde las grises grandes
hasta las pequeñísimas scops («Sólo entregas locales»), que cabían en la palma
de la mano de Harry.
-¡MAMÁ!
-No tendrás una, Nymphadora.
-¿Por qué? ¡Son pequeñitas!
-Por eso, quisiste enterrar al perro y es un Bulldog, ¿Qué
harías con esa rata paloma?
-Yo solo quería hacer que llegara a China.
Luego visitaron la
tienda de Zonko, que estaba tan llena de estudiantes de Hogwarts que Harry tuvo
que tener mucho cuidado para no pisar a nadie y no provocar el pánico. Había
artículos de broma para satisfacer hasta los sueños más descabellados de Fred y
George.
-Por favor, no nos llegan ni a la suela de la sombra del
zapato de nuestro primo- todos miraron a Fred con claras expresiones de
"¿Bromeas?"
Harry susurró a Ron
lo que quería que le comprara y le pasó un poco de oro por debajo de la capa.
Salieron de Zonko con los monederos bastante más vacíos que cuando entraron,
pero con los bolsillos abarrotados de bombas fétidas, dulces de hipotós, jabón
de huevos de rana y una taza que mordía la nariz.
Fabian y Gideon se secaron una lágrima imaginaria.
-Nos llenas de orgullo.
El día era agradable,
con un poco de brisa, y a ninguno de los dos le apetecía meterse dentro de
ningún sitio, así que siguieron caminando, dejaron atrás Las Tres Escobas y
subieron una cuesta para ir a visitar la Casa de los Gritos, el edificio más
embrujado de Gran Bretaña. Estaba un poco separada y más elevada que el resto
del pueblo, e incluso a la luz del día resultaba escalofriante con sus ventanas
cegadas y su jardín húmedo, sombrío y cuajado de maleza.
-Genial, tu primera cita es con tu mejor amigo- se mofó
Charlie.
-Pasaste tres años invitando a una chica que se hartaba de
decirte que solo te quería como amigo- le recordó Bill, dándole una
significativa mirada en dirección a Tonks.
—Hasta los fantasmas
de Hogwarts la evitan —explicó Ron, apoyado como Harry en la valla, levantando
la vista hacia ella—. Le he preguntado a Nick Casi Decapitado... Dice que ha
oído que aquí residen unos fantasmas muy bestias. Nadie puede entrar. Fred y
George lo intentaron, claro, pero todas las entradas están tapadas.
Remus sonrió con nostalgia. Si solo supieran que en aquella
casa que tanto los aterraba él había vivido alguno de los momentos más valiosos
que tenía.
Harry, agotado por la
subida, estaba pensando en quitarse la capa durante unos minutos cuando oyó
voces cercanas. Alguien subía hacia la casa por el otro lado de la colina. Un
momento después apareció Malfoy, seguido de cerca por Crabbe y Goyle. Malfoy
decía:
—... en cualquier
momento recibiré una lechuza de mi padre. Tengo que ir al juicio para declarar
por lo de mi brazo. Tengo que explicar que lo tuve inutilizado durante tres
meses...
Crabbe y Goyle se
rieron.
Astoria frunció los labios.
—Ojalá pudiera oír a ese
gigante imbécil y peludo defendiéndose: «Es inofensivo, de verdad. Ese
hipogrifo es tan bueno como un...» —Malfoy vio a Ron de repente. Hizo una mueca
malévola.
-No creas que me siento orgulloso de eso- murmuró a Astoria,
intentando disculparse.
-Draco yo sé como eras y te quería aún así, tu ya no eres
eso.
—. ¿Qué haces,
Weasley? —Levantó la vista hacia la casa en ruinas que había detrás de Ron—:
Supongo que te encantaría vivir ahí, ¿verdad, Ron? ¿Sueñas con tener un
dormitorio para ti solo? He oído decir que en tu casa dormís todos en una
habitación, ¿es cierto?
-Pobre pero honrado- cortó Arthur, sacando pecho con
orgullo. Quizás sus hijos no anduvieran con oro colgando del cuello, pero
tenían valores tan valiosos que no se podían guardar en bóvedas.
Harry sujetó a Ron
por la túnica para impedirle que saltara sobre Malfoy.
—Déjamelo a mí— le
susurró al oído.
Sirius se frotó las manos entusiasmado.
-Esto se pondrá bueno.
-¿Donde quedó lo de adulto responsable?
-Responsable solo si hay peligro de muerte, para todo lo
demás tiene mi apoyo...especialmente si es para patearle el trasero a un sangre
pura.
La oportunidad era
demasiado buena para no aprovecharla. Harry se acercó sigilosamente a Malfoy,
Crabbe y Goyle, por detrás; se agachó y cogió un puñado de barro del camino.
—Ahora mismo estábamos
hablando de tu amigo Hagrid —dijo Malfoy a Ron—. Estábamos imaginando lo que
dirá ante la Comisión para las Criaturas Peligrosas. ¿Crees que llorará cuando
al hipogrifo le corten...?
¡PLAF!
Al golpearle la bola
de barro en la cabeza, Malfoy se inclinó hacia delante. Su pelo rubio platino
chorreaba barro de repente.
Draco se pasó la mano por el cabello rubio instintivamente,
mientras algunas personas reían.
—¿Qué demo. ..?
Ron se sujetó a la
valla para no revolcarse en el suelo de la risa. Malfoy, Crabbe y Goyle se
dieron la vuelta, mirando a todas partes. Malfoy se limpiaba el pelo.
—¿Qué ha sido? ¿Quién
lo ha hecho?
—Esto está lleno de
fantasmas, ¿verdad? —observó Ron, como quien comenta el tiempo que hace.
Fred y George esbozaron idénticas sonrisas burlescas.
Crabbe y Goyle
parecían asustados. Sus abultados músculos no les servían de mucho contra los
fantasmas. Malfoy daba vueltas y miraba como loco el desierto paraje.
Harry se acercó a
hurtadillas a un charco especialmente sucio sobre el que había una capa de
fango verdoso de olor nauseabundo.
¡PATAPLAF!
Crabbe y Goyle
recibieron algo esta vez. Goyle saltaba sin moverse del sitio, intentando
quitarse el barro de sus ojos pequeños y apagados.
Todo el comedor empezó a reír a carcajadas, al fin esos
brabucones tenían su merecido.
-Estoy tan orgulloso de ti, cachorro- felicitó Sirius.
-Digno ahijado mío tenías que ser.
—¡Ha venido de allá!
—dijo Malfoy, limpiándose la cara y señalando un punto que estaba unos dos
metros a la izquierda de Harry
Crabbe fue hacia
delante dando traspiés, estirando como un zombi sus largos brazos. Harry lo
esquivó, cogió un palo y se lo tiró a Crabbe. Le acertó en la espalda. Harry
retrocedió riendo en silencio mientras Crabbe ejecutaba en el aire una especie
de pirueta para ver quién lo había arrojado. Como Ron era la única persona a la
que Crabbe podía ver, fue a él a quien se dirigió. Pero Harry estiró la pierna.
Crabbe tropezó, trastabilló y su pie grande y plano pisó la capa de Harry, que
sintió un tirón y notó que la capa le resbalaba por la cara.
James maldijo por lo bajo.
Durante una fracción
de segundo, Malfoy lo miró fijamente.
—¡AAAH! —gritó,
señalando la cabeza de Harry
Dio media vuelta y
corrió colina abajo como alma que llevara el diablo, con Crabbe y Goyle detrás.
Harry se puso bien la
capa, pero ya era demasiado tarde.
—Harry —dijo Ron,
avanzando a trompicones y mirando hacia el lugar en que había aparecido la
cabeza de su amigo—. Más vale que huyas. Si Malfoy se lo cuenta a alguien... lo
mejor será que regreses rápidamente al castillo...
—¡Nos vemos más
tarde! —le dijo Harry, y volvió hacia el pueblo a todo correr.
Canuto bufó, no funcionaría.
-Le hubieses echado algún hechizo... Un pequeñito obliviate
hubiese bastado.
-Sirius, tú nunca hiciste algo así- cortó Remus para calmar
las caras preocupadas que se giraban en dirección al ojigris.
-¿Como sabes que no lo he hecho y no lo recuerdas?- Remus
abrió la boca y volvió a cerrarla.
-Eres espeluznantemente brillante- felicitó Marlene.
¿Creería Malfoy lo
que había visto? ¿Creería alguien a Malfoy? Nadie sabía lo de la capa
invisible. Nadie excepto Dumbledore. Harry sintió un retortijón en el estómago.
Si Malfoy contaba algo, Dumbledore comprendería perfectamente lo ocurrido.
Volvió a Honeydukes,
volvió a bajar a la bodega, por el suelo de piedra, volvió a meterse por la
trampilla, se quitó la capa, se la puso debajo del brazo y corrió todo lo que
pudo por el pasadizo... Malfoy llegaría antes. ¿Cuánto tiempo le costaría
encontrar a un profesor? Jadeando, notando un pinchazo en el costado, Harry no
dejó de correr hasta que alcanzó el tobogán de piedra. Tendría que dejar la
capa donde antes. Era demasiado comprometida, en caso de que Malfoy se hubiera
chivado a algún profesor. La ocultó en un rincón oscuro y empezó a escalar con
rapidez. Sus manos sudorosas resbalaban en los flancos del tobogán. Llegó a la
parte interior de la joroba de la bruja, le dio unos golpecitos con la varita,
asomó la cabeza y salió. La joroba se cerró y precisamente cuando Harry salía
por la estatua, oyó unos pasos ligeros que se aproximaban.
Era Snape.
-Ya sé a dónde irá a para esto y no me agrada- gruñó James.
-Esto me está dando razones justas para golpear a Snivelus.
Se acercó a Harry con paso rápido, produciendo
un frufrú con la toga negra, y se detuvo ante él.
—¿Y..? —preguntó.
Había en el profesor
un aire contenido de triunfo. Harry trató de disimular, demasiado consciente de
que tenía el rostro sudoroso y las manos manchadas de barro, que se apresuró
a esconder en los bolsillos.
Severus sonrió levemente. Al menos se daría el gusto de
castigar al niñato Potter.
—Ven conmigo, Potter
—dijo Snape.
Harry lo siguió
escaleras abajo, limpiándose las manos en el interior de la túnica sin que
Snape se diera cuenta. Bajaron hasta las mazmorras y entraron en el despacho de
Snape. Harry sólo había entrado en aquel lugar en una ocasión y también
entonces se había visto en un serio aprieto. Desde aquella vez, Snape había
comprado más seres viscosos y repugnantes, y los había metido en tarros.
Estaban todos en estanterías, detrás de la mesa, brillando a la luz del fuego
de la chimenea y acentuando el aire amenazador de la situación.
—Siéntate —dijo
Snape.
Harry se sentó.
Snape, sin embargo, permaneció de pie.
—El señor Malfoy
acaba de contarme algo muy extraño, Potter —dijo Snape.
Harry no abrió la
boca.
Albus suspiró, sabía lo que vendría a continuación y que
harían falta varios paños fríos si no quería que los estudiantes terminaran en
una batalla campal.
—Me ha contado que se
encontró con Weasley junto a la Casa de los Gritos. Al parecer; Weasley estaba
solo.
Harry siguió sin
decir nada.
—El señor Malfoy
asegura que estaba hablando con Weasley cuando una gran cantidad de barro le
golpeó en la parte posterior de la cabeza. ¿Cómo crees que pudo ocurrir?
Harry trató de
parecer sorprendido:
—No lo sé, profesor.
Sirius maldijo.
-Sirius, por ahora solo está haciendo lo que debería hacer
cualquier profesor- intentó convencer, y a sí misma, Lily.
Snape taladraba a
Harry con los ojos. Era igual que mirar a los ojos a un hipogrifo: Harry hizo
un gran esfuerzo para no parpadear.
Severus sabía que había mucho más detrás de esa mirada, años
de historia.
—Entonces, el señor
Malfoy presenció una extraordinaria aparición. ¿Se te ocurre qué pudo ser;
Potter?
—No —contestó Harry,
intentando aparentar una curiosidad inocente.
—Tu cabeza, Potter.
Flotando en el aire.
Hubo un silencio
prolongado.
—Tal vez debería
acudir a la señora Pomfrey. Si ve cosas como...
—¿Qué estaría
haciendo tu cabeza en Hogsmeade, Potter? —dijo Snape con voz suave—. Tu cabeza
no tiene permiso para ir a Hogsmeade. Ninguna parte de tu cuerpo, en realidad.
Fabian rió, ganándose una mirada de reproche de Sirius,
James y Harry. -Oh vamos, ha sido gracioso.
—Lo sé —dijo Harry,
haciendo un esfuerzo para que ni la culpa ni el miedo se reflejaran en su
rostro—. Parece que Malfoy tiene alucina...
-Yo no alucino- contradijo Malfoy indignado- de todas las
cosas que he dicho de Potter, todas eran verdad - Harry alzó una ceja en plan
"¿En serio Malfoy?"- Bueno, la gran mayoría.
—Malfoy no tiene alucinaciones
—gruñó Snape, y se inclinó hacia delante, apoyando las manos en los brazos del
asiento de Harry, para que sus caras quedasen a un palmo de distancia—. Si tu
cabeza estaba en Hogsmeade, también estaba el resto.
—He estado arriba, en
la torre de Gryffindor —dijo Harry—. Como usted me mandó.
—¿Hay alguien que
pueda testificarlo?
-Te hace falta practicar- regañó Canuto- Neville podría
haber sido tu cuartada.
Harry no dijo nada.
Los finos labios de Snape se torcieron en una horrible sonrisa.
—Bien —dijo,
incorporándose—. Todo el mundo, desde el ministro de Magia para abajo, trata de
proteger de Sirius Black al famoso Harry Potter. Pero el famoso Harry Potter
hace lo que le da la gana. ¡Que la gente vulgar se preocupe de su seguridad! El
famoso Harry Potter va donde le apetece sin pensar en las consecuencias.
Harry se pellizcó el puente de la nariz, valoraba tanto el
sacrificio de Snape, pero aún así no podía negar que tenía ganas de darle uno
que otro puñetazo.
Harry guardó
silencio. Snape le provocaba para que revelara la verdad. Pero no iba a
hacerlo. Snape aún no tenía pruebas.
—¡Cómo te pareces a
tu padre! —dijo de repente Snape, con los ojos relampagueantes.
James soltó una palabrota, antes de leer las palabras con
burla.
— También él era muy
arrogante. No era malo jugando al quidditch y eso le hacía creerse superior a
los demás. Se pavoneaba por todas partes con sus amigos y admiradores. El
parecido es asombroso.
Lily bajó la cabeza, ¿donde había quedado su amigo? ¿Qué
había sido de todo aquello? Dirigió una mirada consternada a la mesa de
Slytherin y en el momento en que el esmeralda chocó con el negro, la sonrisa de
triunfo de Snape desapareció.
—Mi padre no se pavoneaba
—dijo Harry, sin poderse contener—. Y yo tampoco.
—Tu padre tampoco
respetaba mucho las normas —prosiguió Snape, en sus trece, con el delgado
rostro lleno de malicia—. Las normas eran para la gente que estaba por debajo,
no para los ganadores de la copa de quidditch. Era tan engreído...
—¡CÁLLESE!
Todos miraron a Lily cuando dijo exactamente la misma
palabra que su hijo.
-He dicho que te calles Severus Snape, ahora y dentro de
veinte años porque ese niño que estas hostigando es MI hijo, y ¿sabes qué? Me
enorgullezco de ser la mujer de James y no por jugar al quidditch o por ser
guapo, estoy orgullosa porque él es una persona lo suficientemente valiente
como para elegir luchar por lo correcto cueste lo que cueste, al igual que lo
hace Harry. Yo te he querido como a pocas personas podré querer y tu pisoteaste
ese cariño, cuando me llamaste sangre sucia y vuelves a hacerlo cada vez que maltratas
a Harry.
-Es hijo de Potter- explicó Snape sin convicción, con el
corazón apretado.
-Sí, pero también es mío y a ti no te importo. No te importó
que yo me revolcara en la tumba por el sufrimiento de mi hijo.
-Yo...-Harry suspiró, no podía decir lo de Snape, no aún.
-Mamá, hay muchas cosas que todavía no podrás entender. La
primer regla de hacer esto fue que nadie debía juzgar hasta leer la última
línea.
James miró con curiosidad a su hijo, ¿qué había detrás de la
historia de Snape?
Harry se puso en pie.
Lo invadía una rabia que no había sentido desde su última noche en Privet
Drive. No le importaba que Snape se hubiera puesto rígido ni que sus ojos
negros lo miraran con un fulgor amenazante:
—¿Qué has dicho,
Potter?
—¡Le he dicho que
deje de hablar de mi padre! Conozco la verdad. Él le salvó a usted la vida.
¡Dumbledore me lo contó! ¡Si no hubiera sido por mi padre, usted ni siquiera
estaría aquí!
-Bueno- James hizo una mueca- no fue exactamente lo más
heroico que he hecho.
-Le salvaste el pellejo al bicho- bufó Canuto.
La piel cetrina de
Snape se puso del color de la leche agria.
—¿Y el director te
contó las circunstancias en que tu padre me salvó la vida? —susurró—. ¿O
consideró que esos detalles eran demasiado desagradables para los delicados
oídos de su estimadísimo Potter?
Harry se mordió el
labio. No sabía cómo había ocurrido y no quería admitir que no lo sabía. Pero
parecía que Snape había adivinado la verdad.
—Lamentaría que
salieras de aquí con una falsa idea de tu padre —añadió con una horrible
mueca—. ¿Imaginabas algún acto glorioso de heroísmo? Pues permíteme que te
desengañe. Tu santo padre y sus amigos me gastaron una broma muy divertida,
que habría acabado con mi vida si tu padre no hubiera tenido miedo en el
último momento y no se hubiera echado atrás. No hubo nada heroico en lo que
hizo. Estaba salvando su propia piel tanto como la mía. Si su broma hubiera
tenido éxito, lo habrían echado de Hogwarts.
-En realidad fue mi idea- reconoció Sirius- una broma pesada
que hubiese mandado todo al demonio de no ser porque se lo conté a James y la
detuvo a tiempo.
-¿Qué podría ser tan malo para...?- Dorcas se silenció
cuando recibió miradas sombrías de Sirius y Remus.
-Algo demasiado estúpido y peligroso- Remus miró a Sirius
con reproche- Solo un idiota podría hacerlo.
-Tenía diecisiete años- se defendió Sirius.
-Eh que yo tengo diecisiete- se quejó Canuto indignado.
-Genial, eres tan bullie que te bullyneas a ti mismo- se
mofó Marlene.
Snape enseñó los
dientes, irregulares y amarillos.
—¡Da la vuelta a tus
bolsillos, Potter! —le ordenó de repente.
Harry no se movió.
Oía los latidos que le retumbaban en los oídos.
—¡Da la vuelta a tus
bolsillos o vamos directamente al director! ¡Dales la vuelta, Potter!
Temblando de miedo,
Harry sacó muy lentamente la bolsa de artículos de broma de Zonko y el mapa
del merodeador.
Snape cogió la bolsa
de Zonko.
—Todo me lo ha dado
Ron —dijo Harry, esperando tener la posibilidad de poner a Ron al corriente
antes de que Snape lo viera—. Me lo trajo de Hogsmeade la última vez...
-Esto va de mal en peor- se lamentó Bill.
—¿De verdad? ¿Y lo
llevas encima desde entonces? ¡Qué enternecedor...! ¿Y esto qué es?
Snape acababa de
coger el mapa. Harry hizo un enorme esfuerzo por mantenerse impasible.
—Un trozo de pergamino
que me sobró —dijo encogiéndose de hombros.
Snape le dio la
vuelta, con los ojos puestos en Harry.
—Supongo que no
necesitarás un trozo de pergamino tan viejo —dijo—. ¿Puedo tirarlo?
Acercó la mano al
fuego.
—¡No! —exclamó Harry
rápidamente.
-¡NO!- gritaron ambos Sirius, James y hasta ambos Remus.
-¿ES QUE QUIERES DESHACERTE DE SEMEJANTE INVENTO?
—¿Cómo? —dijo Snape.
Las aletas de la nariz le vibraban—. ¿Es otro precioso regalo del señor
Weasley? ¿O es... otra cosa? ¿Quizá una carta escrita con tinta invisible? ¿O
tal vez... instrucciones para llegar a Hogsmeade evitando a los dementores?
Harry parpadeó. Los
ojos de Snape brillaban.
—Veamos, veamos...
—susurró, sacando la varita y desplegando el mapa sobre la mesa—. ¡Revela tu
secreto! —dijo, tocando el pergamino con la punta de la varita.
No ocurrió nada.
Harry enlazó las manos para evitar que temblaran.
—¡Muéstrate! —dijo
Snape, golpeando el mapa con energía.
Siguió en blanco.
Harry respiró aliviado.
-Es brillante- Ojoloco observó asombrado a los muchachitos-
magia impresionante.
—¡Severus Snape,
profesor de este colegio, te ordena enseñar la información que ocultas! —dijo
Snape, volviendo a golpear el mapa con la varita.
Como si una mano
invisible escribiera sobre él, en la lisa superficie del mapa fueron
apareciendo algunas palabras: «El señor Lunático presenta sus respetos al
profesor Snape y le ruega que aparte la narizota de los asuntos que no le
atañen.»
Remus soltó una risotada, hacía tantos años que no sabía del
mapa que había olvidado ese detalle.
Snape se quedó helado.
Harry contempló el mensaje estupefacto. Pero el mapa no se detuvo allí.
Aparecieron más cosas escritas debajo de las primeras líneas: «El señor Cornamenta
está de acuerdo con el señor Lunático y sólo quisiera añadir que el profesor
Snape es feo e imbécil.»
James rió, magnífico.
Habría resultado muy
gracioso en otra situación menos grave. Y había más: «El señor Canuto quisiera
hacer constar su estupefacción ante el hecho de que un idiota semejante haya
llegado a profesor.»
Sirius levantó las manos, como acallando los aplausos.
-La mejor idea que he tenido.
Harry cerró los ojos
horrorizado. Al abrirlos, el mapa había añadido las últimas palabras: «El
señor Colagusano saluda al profesor Snape y le aconseja que se lave el pelo, el
muy guarro.»
Todos se sintieron incómodos ante el nombramiento de
Pettigrew.
-¿En qué momento...ya sabes...vendrá él?- preguntó James.
-En el momento en que estén listos para tenerlo aquí- respondió
Hermione con seriedad- la idea de nuestra venida es evitar muertes, no
generarlas.
Harry aguardó el
golpe.
—Bueno... —dijo Snape
con voz suave—. Ya veremos.
Se dirigió al fuego
con paso decidido, cogió de un tarro un puñado de polvo brillante y lo arrojó a
las llamas.
—¡Lupin! —gritó Snape
dirigiéndose al fuego—. ¡Quiero hablar contigo!
Totalmente asombrado,
Harry se quedó mirando el fuego. Una gran forma apareció en él, revolviéndose
muy rápido.
Unos segundos más
tarde, el profesor Lupin salía de la chimenea sacudiéndose las cenizas de la
toga raída.
—¿Llamabas, Severus?
—preguntó Lupin, amablemente.
-Creo que no podrías haber dicho peor cosa y con peor tono-
se burló Fabian.
—Sí —respondió Snape,
con el rostro crispado por la furia y regresando a su mesa con amplias
zancadas—. Le he dicho a Potter que vaciara los bolsillos y llevaba esto.
Snape señaló el
pergamino en el que todavía brillaban las palabras de los señores Lunático,
Colagusano, Canuto y Cornamenta. En el rostro de Lupin apareció una expresión
extraña y hermética.
—¿Qué te parece?
—dijo Snape. Lupin siguió mirando el mapa. Harry tenía la impresión de que
Lupin estaba muy concentrado—. ¿Qué te parece? —repitió Snape—. Este pergamino
está claramente encantado con Artes Oscuras. Entra dentro de tu especialidad,
Lupin. ¿Dónde crees que lo pudo conseguir Potter?
Lupin levantó la
vista y con una mirada de soslayo a Harry, le advirtió que no lo interrumpiera.
Lunático sonrío emocionado, James había sido su más sincera
familia, y ver a Harry teniendo una pequeña conexión, por mínima que fuese, lo
había feliz.
—¿Con Artes Oscuras?
—repitió con voz amable—. ¿De verdad lo crees, Severus? A mí me parece
simplemente un pergamino que ofende al que intenta leerlo. Infantil, pero
seguramente no peligroso. Supongo que Harry lo ha comprado en una tienda de
artículos de broma.
—¿De verdad?
—preguntó Snape. Tenía la quijada rígida a causa del enfado—. ¿Crees que una
tienda de artículos de broma le vendería algo como esto? ¿No crees que es más
probable que lo consiguiera directamente de los fabricantes?
Harry no entendía qué
quería decir Snape. Y daba la impresión de que Lupin tampoco.
-Si fuiste merodeador...- comenzó James.
-Serás siempre merodeador- concluyó Canuto.
-Y tú, aunque te hagas muy el seriecito, siempre serás de
los nuestros- agregó Sirius.
—¿Quieres decir del
señor Colagusano o cualquiera de esas personas? —preguntó—. Harry, ¿conoces a
alguno de estos señores?
—No —respondió
rápidamente Harry.
—¿Lo ves, Severus?
—dijo Lupin, volviéndose hacia Snape—. Creo que es de Zonko.
Remus negó con la cabeza divertido.
-¿Estas personas Lunático? ¿A eso nos ha reducido a Corni y
a mí?- fingió indignarse Canuto.
En ese momento entró
Ron en el despacho. Llegaba sin aliento. Se paró de pronto delante de la mesa
de Snape, con una mano en el pecho e intentando hablar.
—Yo... le di... a
Harry... ese objeto —dijo con la voz ahogada—. Lo compré en Zonko hace mucho
tiempo...
—Bien —dijo Lupin,
dando una palmada y mirando contento a su alrededor—. ¡Parece que eso lo
aclara todo! Me lo llevo, Severus, si no te importa —Plegó el mapa y se lo
metió en la toga—. Harry, Ron, venid conmigo. Tengo que deciros algo
relacionado con el trabajo sobre los vampiros. Discúlpanos, Severus.
Harry no se atrevió a
mirar a Snape al salir del despacho. Él, Ron y Lupin hicieron todo el camino
hasta el vestíbulo sin hablar. Luego Harry se volvió a Lupin.
—Señor profesor;
yo...
-¿Perdones entre familia?- rió Ginny- se nota que no estabas
todavía en la nuestra, una vez le di un escobazo a Ron y él me cortó una de mis
coletas. Y así quedamos sin rencores.
-Metiste una araña en mi cama, eso no es sin rencores- le
recordó Ron, pero Ginny le quito importancia.
-Era una arañita.
-TENIA PELOS LA DESGRACIADA.
-Tú también y nadie te lo echa en cara.
—No quiero disculpas
—dijo Lupin. Echó una mirada al vestíbulo vacío y bajó la voz—. Da la
casualidad de que sé que este mapa fue confiscado por el señor Filch hace
muchos años. Sí, sé que es un mapa —dijo ante los asombrados Harry y Ron—. No
quiero saber cómo ha caído en vuestras manos. Me asombra, sin embargo, que no
lo entregarais, especialmente después de lo sucedido en la última ocasión en
que un alumno dejó por ahí información relativa al castillo. No te lo puedo
devolver; Harry.
Harry ya lo suponía,
y quería explicarse.
—¿Por qué pensó Snape
que me lo habían dado los fabricantes?
—Porque... porque los
fabricantes de estos mapas habrían querido sacarte del colegio. Habrían pensado
que era muy divertido.
-En estos momentos si lo es, en esa situación no tanto-
reconoció Canuto.
—¿Los conoce? —dijo
Harry impresionado.
—Nos hemos visto
—dijo Lupin lacónicamente. Miraba a Harry más serio que nunca—. No esperes que
te vuelva a encubrir; Harry. No puedo conseguir que te tomes en serio a Sirius
Black, pero creía que los gritos que oyes cuando se te aproximan los dementores
te habían hecho algún efecto. Tus padres dieron su vida para que tú siguieras
vivo, Harry Y tú les correspondes muy mal... cambiando su sacrificio por una
bolsa de artículos de broma.
Se marchó y Harry se
sintió mucho peor que en el despacho de Snape. Despacio, subieron la escalera
de mármol. Al pasar al lado de la estatua de la bruja tuerta, Harry se acordó
de la capa invisible. Seguía allí abajo, pero no se atrevió a ir por ella.
—Es culpa mía —dijo
Ron de pronto—. Yo te persuadí de que fueras. Lupin tiene razón. Fue una
idiotez. No debimos hacerlo.
-Claro, el profesor lo dice y tiene toda la razón, yo lo
digo y soy una loca mandona- se quejó Hermione.
-Nadie te ha llamado loca mandona...no en este capítulo al
menos.
Dejó de hablar.
Habían llegado al corredor en que los troles de seguridad estaban haciendo la
ronda y por el que Hermione avanzaba hacia ellos. Al verle la cara, a Harry no
le cupo ninguna duda de que estaba enterada de lo ocurrido. Sintió una enorme
desazón. ¿Se lo habría contado a la profesora McGonagall?
—¿Has venido a darte el
gusto? —le preguntó Ron cuando se detuvo la muchacha—. ¿O acabas de delatarnos?
—No —respondió
Hermione. Tenía en las manos una carta y el labio le temblaba—. Sólo creí que
debíais saberlo. Hagrid ha perdido el caso. Van a ejecutar a Buckbeak.
-Demonios, no- Hagrid estaba al borde del llanto y se pasó
el puño por la nariz con un sonoro resoplido- ¡Pobrecito!
-Hagrid, Hagrid, compostura por favor- intentó tranquilizar
McGonagall cuando los lagrimones del gigante comenzaron a mojarle la túnica.
-Hagrid Buckbeak no fue asesinado- se apuró a delatar Harry.
-¡Harry se supone que no puedes adelantar nada!- regañó
Hermione.
-Si no se lo decía acabaríamos ahogados por el llanto de
Hagrid.
-Solo lo dices para que no me sienta mal- sollozó Hagrid.
-¡No! ¡No! Sigamos leyendo y verás que Buckbeak esta vivito,
feliz y coleando. -Harry le sacó el libro a su padre- el próximo capítulo es...
Y ahora vemos a un Sirius responsable xD
ResponderEliminarMe encanto el capitulo y espero que no te demores mucho con el próximo :3
me encanta tu historia <3
ResponderEliminarJajajajaja en los últimos dos párrafos me morí de risa, me imagino perfectamente a Harry temeroso de que Hagrid se ponga a llorar por la muerte de su mascota.
ResponderEliminarMe alegra que hayas actualizado ya olvidaba cuanto me río con esta historia.
Ya quiero leer el capítulo en donde se lee la inocencia de Sirius y como Remus se vuelve licántropo, ese es mi capítulo favorito y ya quiero ver cómo reaccionan los merodeadores, esperemos que Molly no enloquezca cuando se entere de que Sirius mordió a su hijo o al menos que no lo mande a San Mugo.
Como sea, espero leerte pronto un abrazo fuerte Yo
Me encanto! Porfavor subí lo más rápido posible el próximo
ResponderEliminarMe encanta tu forma de escribir es genial, esta increíble la historia actualiza por fa
ResponderEliminarAyyyy me encantaaa!! La he empezado a leer hace apenas una semana y ya he alcanzado este capitulo... continua por favor!!! Lo beceditooo
ResponderEliminarContinúa por favor este escrito es lo más cercano que e encontrado del verdadero mundo de harry potter sin alterar detalles.
ResponderEliminarEres una fabulosa escritora y tienes una increíble historia como imaginación para escribir algo tan certero de lo que podría abre sucedido en el mundo mágico después de la caída de voldemort. ��������
espero que lo sigas pronto!!!
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