Aclaración:
Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo
Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una
manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes
pertenecientes a ella.
Harry
Potter y el Caliz de Fuego.
Capitulo
IV: "Retorno a la Madriguera"
-Es
nuestro momento de leer- Fred tomó el libro, se aclaró la voz con
toda parsimonia y se quitó un poco de cabello pelirrojo de la cara.
-¿Por
qué quieres leer tú?- Molly miró sospechosamente a su hijo.
-No
podrás golpearnos porque aún no hemos hecho nada madre- cortó
George.
-¡Y
no lo harán tampoco! Siempre avergonzando a su pobre madre ¿Es que
no pueden pensar en mis nervios?
A
las doce del día siguiente, el baúl de Harry ya estaba lleno de sus
cosas del colegio y de sus posesiones más preciadas: la capa
invisible heredada de su padre, la escoba voladora que le había
regalado Sirius y el mapa encantado de Hogwarts que le habían dado
Fred y George el curso anterior.
Los
merodeadores sonrieron, con ternura, con nostalgia. Aquel muchacho,
aquel niño, era un poco de todos. La desfachatez de James, la
lealtad de Sirius, la timidez de Remus, la sangre caliente de Lily.
La vida los había matado, uno a uno y poco a poco, pero todos
estaban vivos en él.
Había
vaciado de todo comestible el espacio oculto debajo de la tabla
suelta de su habitación y repasado dos veces hasta el último rincón
de su dormitorio para no dejarse olvidados ninguna pluma ni ningún
libro de embrujos, y había despegado de la pared el calendario en
que marcaba los días que faltaban para el 1 de septiembre, el día
de la vuelta a Hogwarts.
Y
sin saberlo, Harry había unido a las dos personas que más se
odiaban en aquel salón en una acción tan simple y llena de ilusión.
Severus y Sirius recordaron, al mismo tiempo sus tiempos de infancia,
con aquel triste pedazo de pergamino que escondía todas sus
ilusiones de una vida mejor lejos de los infiernos que eran sus
hogares.
El
ambiente en el número 4 de Privet Drive estaba muy tenso. La
inminente llegada a la casa de un grupo de brujos ponía nerviosos e
irritables a los Dursley. Tío Vernon se asustó mucho cuando Harry
le informó de que los Weasley llegarían al día siguiente a las
cinco en punto.
-No
entiendo porque alguien podría tenerle miedo a un Weasley- Sirius
encogió los hombros- no hay personas mas amables en el mundo.
-Espera
al siguiente libro, tus peleas con Molly estremecian las paredes.
-Y
Fred y George pueden ser una amenaza.
-Escuché
eso Percy- el mayor, que se mantenía bastante silencioso, agachó la
cabeza- Oye, era una broma Perce.
Pero
no había bromas. Él había traicionado a su familia, por poder, por
dinero. Y su hermano moriría frente a él, creyendo que era un
imbécil, porque realmente lo era y nada le quitaba ese nudo en el
pecho que lo acompañaría hasta su mismísima tumba.
—Espero
que le hayas dicho a esa gente que se vista adecuadamente — gruñó
de inmediato—. He visto cómo van. Deberían tener la decencia de
ponerse ropa normal.
-Si
nos vestimos normales- Molly se veía herida y confusa.
-Señora
Weasley, ellos hablan de vestirse a la manera muggle. En realidad, a
la manera Dursley.
Harry
tuvo un presentimiento que le preocupó. Muy raramente había visto a
los padres de Ron vistiendo algo que los Dursley pudieran calificar
de «normal». Los hijos a veces se ponían ropa muggle durante las
vacaciones, pero los padres llevaban generalmente túnicas largas en
diversos estados de deterioro.
Lucius
bufó.
-Si
pasaran más tiempo intentando usar su apellido para algo en lugar de
procrear podrían al menos tener una túnica decente.
-Lucius,
mis hijos podrán usar ropa vieja pero al menos no tienen que usar un
traje fino para tapar su antebrazo.
-Al
menos mi hijo tiene todas sus partes y respira, no como todos los
tuyos.
Draco
levantó la mano para callarlo.
-Durante
la batalla de la torre la torre de astronomía, un Weasley tuvo la
perfecta oportunidad de asesinarme, a punta de varita y me dejo ir a
pesar de lo que había hecho. No te jactes de que estoy vivo como un
triunfo porque todo lo que haz hecho en la vida me ha llevado a la
cornisa de la muerte. Mamá es quien me ha salvado. Y a ti.
A
Harry no le inquietaba lo que pensaran los vecinos, pero sí lo
desagradables que podrían resultar los Dursley con los Weasley si
aparecían con el aspecto que aquéllos reprobaron en los brujos. Tío
Vernon se había puesto su mejor traje. Alguien podría interpretarlo
como un gesto de bienvenida, pero Harry sabía que lo había hecho
para impresionar e intimidar.
-Oh
cariño, no debes preocuparte por eso. Nosotros sabemos que un buen
árbol puede crecer incluso entre la maleza. Nunca te habríamos
juzgado por cómo eran tus tíos y mucho menos por como iban
vestidos- Molly apretó el hombro de Harry con cariño maternal.
Dudley,
por otro lado, parecía algo disminuido, lo cual no se debía a que
su dieta estuviera por fin dando resultado, sino al pánico. La
última vez que Dudley se había encontrado con un mago adulto salió
ganando una cola de cerdo que le sobresalía de los pantalones, y tía
Petunia y tío Vernon tuvieron que llevarlo a un hospital privado de
Londres para que se la extirparan.
Muchas
risas y sonidos de sorpresa se escucharon por el comedor mientras
Hagrid se sonrojaba ante la mirada de enojo de Minerva.
-¡Eso
ha sido completamente irresponsable de tu parte! ¡Hacer magia frente
a muggles, hacerle eso a un niño muggle!
-¡Pero
si un mocoso malcriado!
-¡Pero
no nos da derecho a usar nuestro poder!
-¡Albus
me dio permiso!... Oh lo siento, no debí decir eso ¿verdad? ¿Tendrá
usted problemas por mi culpa señor director? No debí…
-Tranquilo
Hagrid, estoy seguro que la cola de cerdo fue extirpada
exitosamente.
Por
eso no era sorprendente que Dudley se pasara todo el tiempo
restregándose la mano nerviosamente por la rabadilla y caminando de
una habitación a otra como los cangrejos, con la idea de no
presentar al enemigo el mismo objetivo.
-Ay
demonios, suena como la victima perfecta de estos dos- Charlie miró
a los gemelos negando con la cabeza.
La
comida (queso fresco y apio rallado) transcurrió casi en total
silencio. Dudley ni siquiera protestó por ella. Tía Petunia no
probó bocado. Tenía los brazos cruzados, los labios fruncidos, y se
mordía la lengua como masticando la furiosa reprimenda que hubiera
querido echarle a Harry.
—Vendrán
en coche, espero —dijo a voces tío Vernon desde el otro lado de la
mesa.
-Lo
hubiésemos hecho, si dos niños no hubiesen robado el Ford Anglia y
hubiesen volado por todo Londres- regañó Molly.
-Fue
culpa de Dobby- se defendió Ron.
-Fue
culpa del amo… del Señor Malfoy- corrigió Dobby.
-Puede
que haya matado gente y torturado personas, pero no tengo nada que
ver con ese viejo cacharro. Yo solo puse el libro en posesión de la
niña.
-Oh
genial, ahora es mi culpa. ¡Talen el maldito sauce que lo destrozó!
-El
sauce está por Remus, siempre causando problemas el buen Lunático.
—Ehhh...
—Harry no supo qué contestar. La verdad era que no había pensado
en aquel detalle. ¿Cómo irían a buscarlo los Weasley? Ya no tenían
coche, porque el viejo Ford Anglia que habían poseído corría libre
y salvaje por el bosque prohibido de Hogwarts.
Sin
embargo, el año anterior el Ministerio de Magia le había prestado
un coche al señor Weasley. ¿Haría lo mismo en aquella ocasión?
—Creo
que sí —respondió al final. El bigote de tío Vernon se alborotó
con su resoplido.
-¿Por
qué ponerse un traje fino si vas a tener los bigotes hechos de paja
de escoba y llenos de apio rallado?
Normalmente
hubiera preguntado qué coche tenía el señor Weasley, porque solía
juzgar a los demás hombres por el tamaño y precio de su automóvil.
-Juzga
a los hombres por el tamaño y el dinero, casi suena como yo- Marlene
se rió, mientras Sirius alzaba sus cejas oscuras- Oh vamos, eres
rico y apuesto y tu varita no es lo único bien dotada en
centímetros. Estaremos bien.
-Definitivamente
no necesitaba esa información.
Pero,
en opinión de Harry, a tío Vernon no le gustaría el señor Weasley
aunque tuviera un Ferrari. Harry pasó la mayor parte de la tarde en
su habitación. No podía soportar la visión de tía Petunia
escudriñando a través de los visillos cada pocos segundos como si
hubieran avisado que andaba suelto un rinoceronte.
-Estan
Dudley y Vernon en la casa, es normal que los confunda con uno.
A
las cinco menos cuarto Harry volvió a bajar y entró en la sala. Tía
Petunia colocaba y recolocaba los cojines de manera compulsiva. Tío
Vernon hacía como que leía el periódico, pero no movía los
minúsculos ojos, y Harry supuso que en realidad escuchaba con total
atención por si oía el ruido de un coche. Dudley estaba hundido en
un sillón, con las manos de cerdito puestas debajo de él y
agarrándose firmemente la rabadilla. Incapaz de aguantar la tensión
que había en el ambiente, Harry salió de la habitación y se fue al
recibidor, a sentarse en la escalera, con los ojos fijos en el reloj
y el corazón latiéndole muy rápido por la emoción y los nervios.
Pero llegaron las cinco en punto... y pasaron. Tío Vernon, sudando
ligeramente dentro de su traje, abrió la puerta de la calle,
escudriñó a un lado y a otro, y volvió a meter la cabeza en la
casa.
-Les
daré preparar un viaje con siete muchachitos entre niños y
adolescentes y veremos si llegan a tiempo a algun lado- Molly tenía
las manos en la cadera, entre enfadada y resignada.
—¡Se
retrasan! —le gruñó a Harry.
—Ya
lo sé —murmuró Harry—. A lo mejor hay problemas de tráfico, yo
qué sé. Las cinco y diez... las cinco y cuarto... Harry ya empezaba
a preocuparse. A las cinco y media oyó a tío Vernon y a tía
Petunia rezongando en la sala de estar.
—No
tienen consideración.
—Podríamos
haber tenido un compromiso.
—Tal
vez creen que llegando tarde los invitaremos a cenar.
—Ni
soñarlo —dijo tío Vernon. Harry lo oyó ponerse en pie y caminar
nerviosamente por la sala—. Recogerán al chico y se irán. No se
entretendrán.
Lily
escondió la cara entre las manos, demasiado apenada con la actitud
de Petunia y Vernon como para mirar a los Weasley. Era su hermana
después de todo, y ellos eran la familia que le había dado un hogar
a su hijo, y su hermana no era capaz de invitarles un simple trozo de
tarta.
Eso...
si es que vienen. A lo mejor se han confundido de día. Me atrevería
a decir que la gente de su clase no le da mucha importancia a la
puntualidad. O bien es que en vez de coche tienen una cafetera que se
les ha avena... ¡Ahhhhhhhhhhhhh!
-Esto
se pondrá bueno- Sirius se frotó las manos como una mosca a punto
de posarse sobre un trozo de pastel.
Harry
pegó un salto. Del otro lado de la puerta de la sala le llegó el
ruido que hacían los Dursley moviéndose aterrorizados y
descontroladamente por la sala. Un instante después, Dudley entró
en el recibidor como una bala, completamente lívido.
—¿Qué
pasa? —preguntó Harry—. ¿Qué ocurre?
-¿Qué
han hecho?- Molly miró acusadoramente a todos los chicos pelirrojos
frente a ella y a su marido.
-Yo
estoy con los duendes.
-Rumania.
-Ministerio.
Fred,
George, Ron y Arthur se miraron entre si, eran los únicos que no
tenían coartada.
Pero
Dudley parecía incapaz de hablar y, con movimientos de pato y
agarrándose todavía las nalgas con las manos, entró en la cocina.
-Ay
demonios, esa es una imagen que yo no necesitaba. ¿Mencione que soy
vegetariana? No me interesa saber nada sobre nalgas de cerdo y
movimientos de pato.
En
el interior de la chimenea de los Dursley, que tenía empotrada una
estufa eléctrica que simulaba un falso fuego, se oían golpes y
rasguños.
-¿Quién
quita una chimenea para poner fuego falso?- cuestionó James.
-James,
para los muggles no es normal que aparezca un extraño por su
chimenea.
-¡Pregúntale
a Santa Atroz!
-Claus,
Marlene, SANTA CLAUS. ¡Y es una historia de niños!
-¿Santa
Claus no existe?- Tonks observó a Lily con los ojos llorosos.
-Ya
la cagast…- Sirius cortó su grosería cuando Remus le dio un golpe
en la nuca.
-Eso
es porque ellos se portan mal, Nymphadora, a las niñas como tu Santa
Claus siempre les trae muchos presentes- El hombrelobo le dio un
trozo de chocolate a la pequeña que lo miraba como si fuera lo más
hermoso del mundo.
-Esto
se siente tan mal- Ginny se removió- Si es que Tonks me contaba como
tenían sexo, pero demonios, verla de pequeña con Remus… es
extraño- Harry suspiró.
-Soy
mayor que mis padres, simplemente no lo pienses.
—¿Qué
es eso? —preguntó jadeando tía Petunia, que había retrocedido
hacia la pared y miraba aterrorizada la estufa—. ¿Qué es, Vernon?
La duda sólo duró un segundo. Desde dentro de la chimenea cegada se
podían oír voces.
—¡Ay!
No, Fred... Vuelve, vuelve. Ha habido algún error. Dile a George que
no... ¡Ay! No, George, no hay espacio. Regresa enseguida y dile a
Ron...
—A
lo mejor Harry nos puede oír, papá... A lo mejor puede ayudarnos a
salir... Se oyó golpear fuerte con los puños al otro lado de la
estufa.
Todos
comenzaron a reírse, mientras las orejas de los Weasley se tornaban
de un idéntico color rojo.
—¡Harry!
Harry, ¿nos oyes? Los Dursley rodearon a Harry como un par de lobos
hambrientos.
—¿Qué
es eso? —gruñó tío Vernon—. ¿Qué pasa?
—Han...
han intentado llegar con polvos flu —explicó Harry, conteniendo
unas ganas locas de reírse—. Pueden viajar de una chimenea a
otra... pero no se imaginaban que la chimenea estaría obstruida. Un
momento... Se acercó a la chimenea y gritó a través de las
tablas:
-Oh
dios mío- Molly se tapó la cara, roja como un tomate, mientras el
salón reía ante la situación a la que los Dursley debían
enfrentarse.
—¡Señor
Weasley! ¿Me oye? El martilleo cesó. Alguien, dentro de la
chimenea, chistó: «¡Shh!» —¡Soy Harry, señor Weasley. ..! La
chimenea está cegada. No podrán entrar por aquí.
—¡Maldita
sea! —dijo la voz del señor Weasley—. ¿Para qué diablos
taparon la chimenea?
-¡Arthur!
¿Luego por qué los niños dicen groserías?
-Oh
cariño, Molly, tu sabes que los niños saben más groserías que yo.
—Tienen
una estufa eléctrica —explicó Harry. —¿De verdad? —preguntó
emocionado el señor Weasley
—.
¿Has dicho ecléctica? ¿Con enchufe? ¡Santo Dios! ¡Eso tengo que
verlo...!
-¡ARTHUR
WEASLEY SI ERES PEOR QUE TUS HIJOS!
___________
Pensemos... ¡Ah, Ron! La voz de Ron se unió a la de los otros.
—¿Qué hacemos aquí? ¿Algo ha ido mal?
-Dios santo, ¿Alguien más querrá meterse en la chimenea de esa gente?- Molly alternaba entre la vergüenza y el enojo.
—No, Ron, qué va —dijo sarcásticamente la voz de Fred—. Éste es exactamente el sitio al que queríamos venir.
—Sí, nos lo estamos pasando en grande —añadió George, cuya voz sonaba ahogada, como si lo estuvieran aplastando contra la pared.
George sintió la punta de sus orejas calentarse al escuchar las risas de todos. Tratando de esconder su pena, río como Fred. Su gemelo siempre había sido más impermeable que él ante cualquier cosa. Y por eso estar junto a Fred le daba la dureza que él por si mismo no tenía.
—Muchachos, muchachos... —dijo vagamente el señor Weasley—. Estoy intentando pensar qué podemos hacer... Sí... el único modo... Harry, échate atrás. Harry se retiró hasta el sofá, pero tío Vernon dio un paso hacia delante.
—¡Esperen un momento! —bramó en dirección a la chimenea—. ¿Qué es lo que pretenden...? ¡BUM!
-¡Arthur! ¡No puedes volar nada en una casa sin avisar!- Lily estaba intentando de desaparecer de la tierra, ante la respuesta que vendría de parte de su hermana, mientras James y Sirius parecían estar pasando el mejor día de su vida. Arthur recibía un golpe de su mujer en el brazo, balbuceando disculpas, excusas y argumentos.
La estufa eléctrica salió disparada hasta el otro extremo de la sala cuando todas las tablas que tapaban la chimenea saltaron de golpe y expulsaron al señor Weasley, Fred, George y Ron entre una nube de escombros y gravilla suelta.
-¡Esa es una gran entrada!- Bill la estaba pasando en grande. Incluso con su padre siendo regañado, casi podía imaginar aquella chimenea vomitando a todos sus hermanos en una pequeña sala de estar muggle.
Tía Petunia dio un grito y cayó de espaldas sobre la mesita del café. Tío Vernon la cogió antes de que pegara contra el suelo, y se quedó con la boca abierta, sin habla, mirando a los Weasley, todos con el pelo de color rojo vivo, incluyendo a Fred y George, que eran idénticos hasta el último detalle.
-¡ESO ES UNA TOTAL FALACIA! Siempre he sido el más apuesto- corrigió Fred.
-Ya quisieras, es obvio que yo soy quien se llevó el encanto.
—Así está mejor —dijo el señor Weasley, jadeante, sacudiéndose el polvo de la larga túnica verde y colocándose bien las gafas—. ¡Ah, ustedes deben de ser los tíos de Harry!
-No creo que vayan a ser especialmente amables- Marlene suspiró, ella había tenido la desgracia de conocer a Petunia, varías veces la había cruzado de más pequeña cuando sus padres la obligaban a acompañarlos a despedir a Lily a King Cross, delgada, de ojos vacíos y expresión de desdén. Pero a pesar del profundo desinterés y asco que mostraba por su mundo, Marlene siempre había sabido, aún cuando Lily lo negaba, que lo que movía toda la mezquindad de Petunia Evans era la profunda envidia que sentía por ser parte de aquello que juraba odiar.
Alto, delgado y calvo, se dirigió hacia tío Vernon con la mano tendida, pero tío Vernon retrocedió unos pasos para alejarse de él, arrastrando a tía Petunia e incapaz de pronunciar una palabra. Tenía su mejor traje cubierto de polvo blanco, así como el cabello y el bigote, lo que lo hacía parecer treinta años más viejo.
-Presiento que no va a gustarme esta conversación.
—Eh... bueno... disculpe todo esto —dijo el señor Weasley, bajando la mano y observando por encima del hombro el estropicio de la chimenea—. Ha sido culpa mía: no se me ocurrió que podía estar cegada. Hice que conectaran su chimenea a la Red Flu, ¿sabe? Sólo por esta tarde, para que pudiéramos recoger a Harry. Se supone que las chimeneas de los muggles no deben conectarse... pero tengo un conocido en el Equipo de Regulación de la Red Flu que me ha hecho el favor. Puedo dejarlo como estaba en un segundo, no se preocupe. Encenderé un fuego para que regresen los muchachos, y repararé su chimenea antes de desaparecer yo mismo.
Molly sonrió, su esposo estaba siendo perfectamente amable después de todo aquel caos. Pero Arthur sabía que su esposa siempre esperaba lo mejor de las personas, pero no había mucho bien que esperar sacar de Vernon y Petunia Dursley.
Harry sabía que los Dursley no habían entendido ni una palabra. Seguían mirando al señor Weasley con la boca abierta, estupefactos. Con dificultad, tía Petunia se alzó y se ocultó detrás de tío Vernon.
-No entiendo porque actúa de esa forma, tú eres bruja, debió de verte hacer esas cosas- pero Lily sabía que en parte era culpa suya.
-En mi casa no está permitido hacer magia, no enfrente de Petunia al menos. Mis padres lo adoran pero siempre es un escándalo con Tuney, así que llegamos al acuerdo de no hacerlo frente a ella. No creo que recuerde ni como se llama este colegio. No debí permitirle hacerme eso ¿sabes? Quizás si yo hubiese sido más dura en cuanto que esto es real y es lo que soy y lo que Harry será… Tal vez ella no sería de esta forma.
-Pelirroja, tú podrías ser de cualquier manera y Petunia seguiría igual- consoló James.
-Maldita sea Lily ¿En serio no te das cuenta lo que sucede? ¡Petunia siempre envidió que tu seas la bruja y ella la muggle! Y no por la magia precisamente, no es fácil ser tu hermana ¿comprendes? Eres la bonita, la popular, la que todos aman y sumado a eso tienes todo un mundo secreto y emocionante para ti al que ella no puede ni acercarse ¡Es envidia pura! Y se la desquitó con tu hijo porque sabía que sería exactamente igual que tú y que su propio hijo jamás estaría a la altura de Harry.
Marlene se había quedado sin aire. Llevaba siete años de colegio intentando decirle a Lily que su hermana era una envidiosa que no hacía más que guardar rencor por su propia mediocridad.
—¡Hola, Harry! —saludó alegremente el señor Weasley—. ¿Tienes listo el baúl?
—Arriba, en la habitación —respondió Harry, devolviéndole la sonrisa.
—Vamos por él —dijo Fred de inmediato. Él y George salieron de la sala guiñándole un ojo a Harry. Sabían dónde estaba su habitación porque en una ocasión lo habían ayudado a fugarse de ella en plena noche. A Harry le dio la impresión de que Fred y George esperaban echarle un vistazo a Dudley, porque les había hablado mucho de él.